Diego Kovadloff. “Mi poesía consiste en interpelar mi alteridad y el orden aparente de las cosas”
Músico y poeta, el autor de “Pregunta por la sombra” afirma que en su segundo libro ha buscado sondear en el espacio que hay entre los límites de lo observado y las posibilidades ilimitadas de lo imaginado
Músico, fotógrafo y escritor, Diego Kovadloff (Buenos Aires, 1968) publicó a finales de 2023 su segundo libro de poemas, Pregunta por la sombra (Libros del Zorzal), en la colección El Aura que dirigen los escritores Eduardo Álvarez Tuñón y Mario Sampaolesi. El volumen –que fue presentado en la Academia Argentina de Letras, donde el autor dialogó con los poetas Santiago Sylvester y Rafael Felipe Oteriño– reúne poemas escritos entre 1995 y 2023.
“Tenía aproximadamente unos cincuenta, de los cuales sobrevivieron los treinta y uno que integran el libro –dice el autor desde Londres, donde reside–. Si hay continuidad con Algo oscuro en tu caída, publicado en 1995, eso responde a la naturaleza del obrar poético; insistir sobre lo que me interroga e intentar extraer de eso una esquirla de sentido que, a través del trabajo, se asome a una configuración estética”. Enigmáticos, cosmopolitas, situados en el umbral de la memoria y el abismo del destino, los versos de Pregunta por la sombra transitan por la “íntima sincronía” de la luz y la oscuridad.
“Si los interrogantes son los mismos, y creo que esencialmente lo son, el modo de respuesta, en este segundo libro, debería tener el temple o el peso gravitacional de quien ha vivido, una vez más, los veintisiete años que tenía cuando publiqué mi primer libro”, dice Kovadloff.
En el poema “La sombra” se proyecta una clave de lectura que agrupa distintos motivos del poemario (el viaje y la introspección, el logos y el sueño): “Insisto en los ritos de siempre, / yo, / el que fundó un plano lógico / para evadir la desnudez; / el que transita el basural urbano / en busca de un oasis, / el que de lejos / oyó los armónicos del llamado”.
Su trabajo como músico y fotógrafo influye en la escritura. “Creo que de manera significativa –señala–. La poesía insinúa algo primariamente musical y pictórico. Nos permite desalojar al significado de su lugar habitual y replantear su denotación en un despliegue alternativo, cuya sonoridad e imagen, sin ser música o fotografía estrictamente, evocan o sugieren esos campos de desempeño”.
Se identifica como un artista migrante. “Soy aquí, donde estoy”, se lee en el último poema. “El exilio no es un campo de desempeño, pero en mi caso, como condición elegida, ha configurado algo central de mi estructura –dice–. Esencialmente, siempre estoy en tránsito y siempre estoy volviendo. Por eso entiéndase volver a lugares de pertenencia. Adonde ya nunca podré volver es a no ser un exiliado. Cuando digo que ser exiliado, músico y fotógrafo influyen en mi escritura, no me refiero a una influencia propuesta o a la búsqueda de una unidad y sintaxis determinadas. La poesía, la música y la fotografía son espacios que me brindan una sensación de verdadera pertenencia, porque los tres implican, de manera fundamental, a la imaginación”.
Es hijo del filósofo Santiago Kovadloff y la psicoanalista Patricia Leyack. “Mis padres me estimularon a mirar de frente a lo que me conmueve, y así, entregarme a la tarea de aprenderlo, de cultivarlo –cuenta–. Entendí, temprano, que la autoestima se construye a través de las respuestas que uno le da a lo que le resulta esencial. El tiempo, luego, me demostró que tener una vocación y animarse a imaginar de la mano de ella quizá sea lo más cercano a una presencia real”.
Actualmente, Kovadloff, que es compositor de la llamada música académica, escribe música para una serie de proyectos que estarán en marcha a partir de 2025. “Al margen, siempre saco fotos, en donde me encuentre, y así lentamente empieza a aparecer la materia prima de lo que alguna vez será, si resiste, un poema”, agrega.
Su lazo con la Argentina está centrado en Buenos Aires, “ciudad en la que nací y me crié”, dice, y con el lenguaje. “¿De qué hueco remoto me invaden / los jazmines de la infancia?”, se pregunta una voz que “pide significados” en el poema “Noche en Lisboa”.
Los poemas están ambientados en distintos lugares de Europa, y en tiempos diversos. “¿Esa ventana era en París? / ¿Te reías solamente? / Digamos que sí. / Pero reírse no era ser feliz. / ¿O lo era?”, se especula en “Sepia”.
“Publicar en la Argentina es importante para mí porque me vincula de manera directa con la lengua en la que me expreso y con un medio cuya producción poética es muy particular y numerosa –dice Kovadloff–. La nostalgia no me resulta interesante. No encuentro atractivo en ella. Mucho menos me interesa lo nacional como materia de devoción, sea de donde fuere. Tengo buen contacto con gente que, en la Argentina, se dedica a lo que me interesa esencialmente y eso me resulta más que suficiente. Me permite hablar de Buenos Aires en presente. Siempre me resulta grato estar ahí, cerca de alguna gente muy querida. Vivo en Londres, donde ya he vivido la mayor parte de mi vida”.
–¿Con qué universo de autores se vincula tu poesía?
-Con varios y no es fácil resumir o listar universos. Diría que las fuentes que nutren mi poesía pertenecen a diferentes órdenes y no exclusivamente a la poesía. Pero voces contundentes, y a mi parecer certeras, como las de Borges, Juarroz, Larkin, Heaney, Eliot, Pessoa o Leopardi me ayudan a enfocar sin temor en aquello que me resulta urgente y así intentar, en lo posible y dentro de mis limitaciones, oír la propia voz. Pero en la prosa también hay poesía para quien la sabe recibir. Borges, Stevenson, Conrad, así como Steiner, Cioran, Camus o Michaels y Sebald entregan, a mi modo de ver de manera inequívoca, una esencia poética que resiste y hasta se beneficia de su tránsito por la ficción y el ensayo.
–¿Cuánto de vos hay en el yo peregrino del libro y cuál crees que es el sentido de la poesía hoy?
–El libro soy yo. El terreno en el que se mueve mi poesía, hasta ahora y desde la más sincera espontaneidad, no ha admitido más que a la primera persona. No sé decir si alguna vez podré pronunciarme, de esta manera, sobre otro. Rafael Felipe Oteriño dice, y muy atinadamente, que la poesía es un estado de alerta. Yo coincido plenamente con esa visión. Y agregaría que mi acuerdo proviene, esencialmente, de la noción de lo visceral como condición necesaria e imperativa del pensar poético. Somos tiempo y es en retazos de lo singular que se resiste lo que, inevitablemente, a todos nos va a ocurrir. Lo sabía Virgilio y también Paul Celan. Ese es el sentido de la poesía. No hoy, desde siempre.
–¿En qué consiste la pregunta por la sombra?
–En interpelar el espacio que hay entre los límites de lo observado y las posibilidades ilimitadas de lo imaginado. Consiste en interpelar la propia alteridad y el orden aparente de las cosas; en entender que el intento de ser es esencialmente fragmentario.
TRES POEMAS
Deriva
El sol de invierno
ilumina la piedra
pulida por el tiempo.
Esplendor,
estar así,
en el presente.
Todo me habita.
La gratitud,
también el miedo.
El otro
En cada súplica
que no se pronuncia
uno muere un poco.
No hay próxima vez
ni próximo rezo.
El sol
ilumina una vieja pared,
acaso un espejo.
Ahí estoy,
solo entre mis pasos,
oyendo el temblor urbano
en hojas de oro y bronce.
Juventud,
caminar durante horas,
enumerar sueños
que aún no tenían sentencia.
Constelación
No me importa el porqué
de las estrellas
o su muerte
en el manto de la noche.
Me inquieta el día que se acerca,
librarme del pasado,
olvidar el futuro,
estar sin rumbo
inmerso en la mañana eterna.