Reseña: La gran política de Nietzsche, de Hugo Drochon
La deliberada falta de sistemacidad de Friedrich Nietszche (1844-1900) convirtió a sus ideas –de la transposición de los valores a la voluntad de poder– en un reservorio del que se nutrieron muchas vertientes de signo opuesto, desde la derecha de Martin Heidegger o Carl Schmitt hasta la despolitización tras la Segunda Guerra Mundial, que alcanzó un punto alto con Gilles Deleuze y Michel Foucault, claves para desligarlo del nazismo.
En La gran política de Nietszche, el historiador de las ideas y teórico político Hugo Drochon, de la Universidad de Nottingham, busca volver a las fuentes y situar al autor de Así habló Zaratustra en el preciso contexto espacial y temporal en que produjo su pensamiento. Esas coordenadas son en esencia la Alemania de Bismarck y una “gran política” que, a ojos del Nietzsche, se amparaba en el egoísmo insignificante del nacionalismo. Drochon analiza su relación con los griegos de antaño y argumenta que, contra lo que suele creerse, el pensador tenía a su manera una teoría del estado. Nietzsche dejó su huella principalmente en la cultura, la filosofía y las artes, pero, se argumenta, está lejos de la antipolítica a la que se lo destinó para poder rescatarlo filosóficamente. Que eso es así, lo prueban, entre tantos puntos tocados por el libro, su capacidad de asociar la teoría de la muerte de Dios con la decadencia democrática del estado moderno o el modo de analizar desde la perspectiva moral de los señores y de los esclavos la política de su tiempo. Reponer al filósofo en la era decimonónica, no significa que la propuesta no ayude a pensar el presente.
La gran política de Nietzsche
Por Hugo Drochon
Interferencias. Trad.: J. Burdman
318 páginas/ $ 6500
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