Reseña: Lapvona, de Ottessa Moshfegh
Lapvona, la quinta novela de la estadounidense Ottessa Moshfegh (Boston, 1981), propone una vuelta de tuerca a sus libros previos, historias de clima espeso, tramas turbias y personajes torturados: transcurre en una difusa aldea medieval. La oscuridad, gracias a ese cambio de tiempo y escenario, tiene aquí tono de leyenda.
El pueblo imaginario, regido por un paranoico gobernador de nombre Villiam, que no duda en lanzar bandoleros al pueblo en busca de la menor disidencia, tiene reminiscencias góticas. En la aldea se encuentra Marek, de trece años, un chico rengo que sobrevive con su violento padre, Jude, en la más extrema pobreza. Como la madre del protagonista parece haber muerto en el parto, él encuentra refugio en la bruja del pueblo, de pechos inmensos. La inocencia de Marek –a la Oliver Twist– se ve alterada cuando hace caer al hijo de Villiam desde las alturas, lo cual lleva a que el señor feudal le pida a Jude su vástago en reparación. Por ese ambiguo golpe de suerte, el personaje pasa a formar parte de la corte, donde ocupa un lugar de importancia. A partir de allí, la vida en el castillo entra en una vorágine en la que priman el sadismo, las flagelaciones, mientras se profundizan en contrapunto los dilemas de la identidad.
Moshfegh tiene una prosa ágil, y eso es un aliciente para la lectura, aunque la trama, alambicada hasta el exhibicionismo, y la sucesión de escenas brutales complote para su eficacia. El aliento de Lapvona es así no tanto medieval como reflejo directo del imaginario contemporáneo y sus más transitadas pesadillas.
Lapvona
Por Ottesa Moshfegh
Alfaguara. Trad.: I. Pérez Parra
316 páginas, $ 8499