Reseña: Memorias 1873-1964), de Alice Guy
“Como en los actos de ilusionismo, la historia del cine silente es una historia de desapariciones. Se calcula que al menos el 70% de las películas están perdidas”, anota la cineasta e investigadora Tiziana Panizza (Santiago de Chile, 1972) en el impecable prólogo a las Memorias 1873-1964, de Alice Guy (1973-1968).
Guy fue una pionera olvidada: estuvo presente en París el día (22 de marzo de 1895) en que los hermanos Lumière mostraron su invento: el “cinematógrafo”. Tenía 22 años. Casi inmediatamente, se convirtió en la primera mujer detrás de las cámaras. Pero no le bastó con esa distinción. También fue una de las primeras personas en filmar una película de ficción (en 1896), la que antes que nadie puso en escena un elenco completamente afroamericano (A Fool and His Money, de 1912) y la co-fundadora de Solax, los estudios de New Jersey que precedieron al estallido de Hollywood. Durante sus 26 años como directora llegó al millar de películas (la mayoría pérdidas, y otras atribuidas a sus colaboradores).
Sus Memorias son un reflejo de esa vida improbable y apasionante. Nació en Francia, pero pocos años después la trasladaron a Valparaíso, en Chile, donde estaba instalada su familia. Esos primeros recuerdos pronto derivan a su trabajo, ya de vuelta en Europa. Hay una épica, pero sobre todo una minuciosa recreación de ese mundo ya desaparecido al momento de escribir. También anécdotas y la precisa explicación de los procedimientos. El libro –con una cronología y un buen índice onomástico– también revela otro gran misterio: por qué después de esas décadas de trabajo, Alice Guy se llamó a silencio.
Memorias 1873-1964
Por Alice Guy
Banda propia. Trad.: Pablo Fante
292 páginas, $ 8200