:: Toda tecnología se introduce en el torrente de la cultura popular a través de un libro, una serie, una película. O varios de ellos: es ahí donde pega un salto. Una innovación pasa de los laboratorios a la imaginación colectiva ya sea como posibilidad de un cambio, como amenaza o como una novedad con un potencial insospechado.
Los temores y beneficios de la electricidad fueron expresados tanto en Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley, como en La vie électrique (1890), del francés Albert Robida. La genética fue popularizada en La isla del doctor Moreau (1896), de H. G. Wells, y en Gattaca (1997). La realidad virtual tuvo como promotoras a The Lawnmower Man (1992), Johnny Mnemonic (1995), The Matrix (1999) y Ready Player One (2018).
Y ahora la computación cuántica cuenta con la serie Devs como su trampolín. Escrito y dirigido por el británico Alex Garland –el genio detrás de Ex Machina–, el tecno-thriller de ocho capítulos de la plataforma Hulu es la primera producción que tiene como protagonista este anhelo tecnológico que promete alcanzar velocidades y volúmenes de procesamiento jamás imaginados para solucionar problemas hoy inabordables, construir mejores modelos de la realidad para hacer predicciones más precisas y resolver en minutos cálculos que las actuales y más potentes supercomputadoras ni siquiera podrían en millones de años.
Devs trata sobre muchas cosas: un futuro no muy distante, el lado oscuro de Silicon Valley, el culto a las compañías, los desvaríos místicos y megalómanos de un gurú tech (una mezcla entre Steve Jobs, Mark Zuckerberg y Elon Musk), la tecnología como religión, universos paralelos, determinismo y libre albedrío, hackers y espías rusos.
En el corazón de todo eso hay un dios de metal: una máquina superpoderosa y dorada similar al prototipo real de IBM que, como el monolito negro de 2001: odisea del espacio, hipnotiza y desconcierta al mismo tiempo.
Fuera de la ficción, las computadoras cuánticas, sin embargo, aún no despegan; siguen estacionadas en el reino de las promesas. Se trata de una nueva arquitectura de la computación: "En las computadoras comunes que usamos todos los días, los elementos fundamentales son los bits que alternan entre ceros y unos para codificar y manipular información", señala Scott Aaronson, profesor de Ingeniería Eléctrica y Ciencia Computacional del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). "En las computadoras cuánticas, en cambio, la información podría almacenarse en un átomo, un qubit o bit cuántico, o sea, un átomo de información. Así, en teoría, estas computadoras serían mucho más eficientes".
Al responder a las leyes de la cuántica, donde los objetos pueden estar en dos estados simultáneos, les permitirían, por ejemplo, desarrollar nuevos fármacos, acelerar la búsqueda de nuevos materiales, diseñar superbaterías, descifrar códigos, detectar fraudes o impulsar la inteligencia artificial. Además de IBM, Google, Microsoft, IBM, Amazon y Alibaba compiten en esta nueva carrera tecnológica para construir estos dispositivos fantásticos.
Hasta ahora, ninguno ha podido demostrar que una computadora cuántica pueda funcionar de manera estable durante horas, días e incluso años, pese al despliegue publicitario y los anuncios constantes de que cambiará el mundo.
Esta operación de marketing –de la que la serie Devs directa o indirectamente forma parte– se conoce como "hype" e integra el ciclo natural de cualquier tecnología. No existe una palabra precisa en castellano para describirla –¿bombo?, ¿exageración?–, pero constituye un inagotable combustible de la innovación.
Es una constante: sucedió en su momento, por ejemplo, con la realidad virtual, con las Google Glass, con el Segway, la RA o la internet de las cosas. Consiste en ver en toda novedad una revolución, en inflar las expectativas de una manera exagerada. Una consultora llamada Gartner fracciona el ciclo de las tecnologías emergentes en cinco momentos: "Activador de innovación" (cuando comienza a llamar la atención fuera de círculos académicos); "Pico de expectativas infladas" (punto máximo del hype); "Canal de desilusión" (momento en el que inversores comienzan a alejarse); "Pendiente de la iluminación" (fase de desilusión: la tecnología se adapta y gana expectativas más reales); "Meseta de productividad" (la tecnología se generaliza y su valor y relevancia para el mercado es claro y despega).
Durante más de dos décadas, los investigadores –estadounidenses, británicos, chinos– han intentado sacar estas máquinas de ensueño de la fase dos. ¿Lo conseguirán eventualmente o quedará en el olvido como tantos sueños eléctricos perdidos?