En el peor momento de su vida, Jonatan estaba tan deprimido que hasta pensó en quitarse la vida. Sin embargo, cuando menos lo esperaba, una salida lo ayudó a encontrar su misión.
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“Hace unos años se me vino el mundo abajo: tenía trabajo, mujer, perro, una casa y de un mes al otro lo perdí todo. Mi esposa me dejó, algo que fue durísimo de asimilar. También se llevó al perrito”.
Ya pasaron siete años de aquellos días de tristeza, angustia, bronca, llanto y melancolía, pero desde la manera en la que elige recordarlo Jonatan Lazos parece que el peor momento de su vida hubiera sido hace pocos días.
Fue tal el cachetazo inesperado que recibió, que tardó mucho tiempo en ponerse de pie. Incluso, en dos oportunidades hasta pensó en quitarse la vida.
“Tenía un poder adquisitivo muy alto”
La vida de Jonatan antes de que se viniera abajo era “excelente”, según sus propias palabras. Vivía en la ciudad de Rosario, junto a su segunda esposa, tenía un empleo en el que se encontraba muy a gusto y un hijo (de su primer matrimonio) con quien tenía una muy buena relación.
Por aquel entonces, trabajaba en la administración de un bar café de una estación de servicios. “Cobraba muy bien, tenía un poder adquisitivo muy alto”, dice.
Sin embargo, de un momento a otro todo ese paraíso se fue derrumbando, casi sin previo aviso.
Todo comenzó durante los días previos a las elecciones presidenciales de 2015, que llevaría a la presidencia a Mauricio Macri, cuando el dueño del bar interpretó que lo que se venía para la Argentina no iba a ser bueno por lo que decidió cerrar. Primer golpe.
¿Inesperada separación?
Sumado a eso, cuenta, a los pocos días de esa mala noticia su esposa le comunicó que quería separarse. No había habido un diálogo previo, ni las sospechas de que esto podría llegar a pasar. Tampoco hubo lugar para una charla para intentar revertir la situación.
“Todo me explotó en menos de 21 días. Fue muy duro de asimilar, tenía incertidumbre, mucha angustia, veía todo oscuro, el amor de mi vida y el trabajo que tanto quería ya no estaban más”.
Ante la falta de un trabajo y sin esa persona con quien compartir su vida, Jonatan tomó la difícil decisión de volver a Cañada de Gómez, su ciudad natal, en donde vivía su hijo.
“Bajé de peso porque no comía absolutamente nada”
“Volver a la rutina, a la tranquilidad de Cañada de Gómez sin mucho por hacer, sumado a la ruptura y el desarraigo de irme de Rosario, me hizo caer en una depresión muy fuerte. Bajé de peso porque no comía absolutamente nada, lloraba todo el tiempo, estaba sin trabajo y los pensamientos empezaron a ser cada vez más oscuros”.
Jonatan había atravesado el peor momento de su historia y sentía que tenía dos opciones: terminar con su vida (como intentó hacerlo en dos oportunidades) o hacer el duelo y aceptar lo sucedido para volver a creer en él mismo.
Para empezar a asomar otra vez la cabeza contó con un aliado impensado: el humor, que según los especialistas en resiliencia es una de las capacidades que tienen las personas que atravesando situaciones adversas logran transformarse a partir del dolor. Se trata de compartir la propia tragedia, pero desde un lado cómico: reírse de uno mismo y exteriorizar ese sentimiento con otras personas.
“Cuando declararon el aislamiento en plena pandemia y a muchos les empezó a afectar, a mí me ocurrió lo contrario. Podría decirse que la pandemia, de cierta manera, me terminó de curar. Veía que en las redes todo era triste, se moría mucha gente, había un desconcierto muy grande y decidí hacer algo para, por lo menos, cambiar eso”.
La salida menos pensada y el día que cambió todo
Entonces, comenzó a escribir en su perfil de Facebook noticias nacionales y locales, sumado a su historia personal, mediante memes que generaron un aumento en la cantidad de seguidores. Cada vez más gente se veía reflejada en sus publicaciones.
“Y un día realmente cambió todo. Un contacto me pidió difusión para ayudar a una pequeña que no la estaba pasando bien, estaba internada en Rosario peleando por su vida y en ese momento necesitaba $ 430.000 para una intervención. Decidí hacer un video explicando la situación y en poco tiempo no solo conseguimos el dinero, sino que también logramos que la Obra Social a la que pertenecía se pusiera a disposición y pagara todo el tratamiento que al principio estaba reticente a hacer”.
Desde ese día Jonatan, que ya había conseguido empleo, se dio cuenta que había encontrado el sentido de su vida. Poco a poco se fue haciendo más conocido en su ciudad y se fue sumando gente que lo ayuda en cada misión solidaria. Dentro del grupo de trabajo hay abogados, médicos especialistas, asesores técnicos y gente con experiencia logística en traslados.
Una promesa cumplida
“Cada vez los casos de niños con diferentes patologías y necesidades económicas se fueron multiplicando y siempre llegamos a los objetivos. Hoy perdí la cuenta de a cuantos ayudamos, entre pequeños, adolescentes y gente mayor, pero en casi tres años el monto aproximado alcanzó los $ 20.000.000″, se enorgullece.
Uno de los casos que más lo conmocionó a Jonatan fue el de “Carlitos”, un niño por el que juntaron dinero para que pueda viajar a Perú para ser operado de los pies porque de otra manera su caso terminaría en amputación.
“Había hecho la promesa que si para tal día juntábamos los U$S 1.000 que faltaban iba a ir en bicicleta a conocerlo (vive en Carcarañá, ciudad vecina a Cañada de Gómez). Así que salí un domingo bien temprano y al llegar fue emoción pura, una alegría muy grande”.
Para Jonatan, un pilar muy importante en su recuperación es su hijo que estuvo a su lado en todo momento y que muchas veces lo aconseja y le brinda ideas muy interesantes para dar difusión a las movidas solidarias.
Hace dos meses trabaja como gerente de un restaurante que tienen dos amigos, un empleo que disfruta día a día y al que le aporta su impronta personal.
“Solo puedo decir que hoy soy un agradecido de la vida con todo lo que me tocó, estar en el fondo me ayudó a tener un punto de partida y eso forjó muchísimas cosas. Las prioridades cambiaron, vivo y disfruto de las cosas simples y festejo todos los logros por más mínimos que sean. Y cuando algo no sale como me gustaría, siempre encuentro otra oportunidad de hacerlo mejor”.
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