En busca de un destino más próspero
Testigo de toda la transformación de Añelo por el boom petrolero, Gustavo Espinoza está ansioso por comenzar a trabajar. Sabe que son jornadas largas. Quince horas fuera de su casa. Pero el sueldo lo vale. Calcula que el promedio es de 50 mil pesos. Nació en General Fernández Oro, a seis kilómetros de Cipolletti. Su padre trabajaba en la producción de lúpulo para la empresa Quilmes. A los 14 años empezó a trabajar en la chacra. Toda su vida le fascinaron los tractores. Cuenta que el fruticultivo no se trata solo de regar y plantar frutas. Tiene sus etapas: desde que se arranca una poda hasta que se retira la fruta. A él le enseñó el trabajo un hombre mayor. Antes de marcharse, hizo lo mismo con el nuevo que quedaba a cargo. "Hay que enseñar, viste, sino se queda ahí. Y es lo que aprendiste a lo largo de toda tu carrera. Veintiún años". Ahora se probará como zampista en el rubro petrolero. Le tocará manejar y distribuir las cargas dentro de los yacimientos.
La municipalidad de Añelo es una casa, tipo cabaña, astillada por el viento. Es mediodía y tres personas esperan con carpetas en la mano. Quieren ver al intendente. En la pared izquierda de la recepción, un cartel brinda información del pueblo. "El futuro encontró su lugar", dice en letras verdes. Al costado, en una televisión encendida pasan El zorro.
"En 2012 vivían 2500 habitantes; hoy son 8000 estables en Añelo", informa el intendente Darío Díaz, que antes de ganar las elecciones en diciembre de 2011, manejaba camiones en el rubro petrolero. "Acá llegan muchos de Jujuy, Catamarca, Tucumán y Mendoza. Hay bastantes extranjeros: venezolanos, ecuatorianos y colombianos. Vendieron lo poco que tenían, se subieron al auto con sus familias y se vinieron. Hemos tenido familias enteras viviendo en autos durante meses. No sé adónde meterlos", advierte el intendente. Y el alquiler es muy caro para quienes no tienen sueldo de petrolero.
"No sabemos si faltan cosas para que venga más gente o si falta gente para que vengan más cosas", reflexiona Favio Giménez, dueño de la gomería El Pampita. En el pueblo fundado en 1915 no hay un hospital funcionando. "Le falta la conexión de gas", aclara el intendente.
Aquí circula el rumor de que no hay añelenses: como no existe una sala de partos, la mayoría nace en autos en camino al centro de salud más cercano. Tampoco hay calabozos: el detenido queda en una oficina o se traslada. La infraestructura no estaba preparada para este furor.
Espinoza llega a su casa en el barrio La Meceta. Desde 1998, vive en Añelo junto con su mujer. Estuvo tres años esperando por una vivienda en el complejo inmenso y vacío que se levanta a unos cien metros de su recién estrenada casa. "¿Ves todas esas viviendas? Hace tres años están así. Sin entregar. Me cansé y me puse a trabajar: en tres meses levanté la mía". El hermano de Espinoza también trabajó en perforación de pozos, así que le contó sobre los riesgos. "Hoy vos subís al pozo, pero no sabés si bajás. Pero los riesgos de trabajo se corren en todos lados".
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