Lo primero que percibió fue el olor: punzante, invasivo, omnipresente. Por un momento, Christopher Golden estuvo a punto de tambalear mientras descendía por la escalera. Fue como si alguien le hubiera pegado una piña en el mentón. Pero algo aturdido, el epidemiólogo estadounidense siguió. Se las ingenió para sumergirse en las entrañas de una cueva de murciélagos en Turquía. "El olor a guano era insoportable", recuerda este investigador de la Escuela de Salud Pública de Harvard. "Cada paso que dábamos, pisábamos montañas de excrementos".
Golden es uno de los muchos científicos alrededor del mundo que no solo piensan cómo acabar con la actual pandemia, sino cómo prevenir las próximas. "Ahora es más importante que nunca descubrir y comprender patógenos y virus en la vida silvestre antes de que salten a poblaciones humanas", dice. "Hubo varios avisos en el pasado sobre la posibilidad de una pandemia, pero los políticos no nos han prestado atención".
Se estima que en mamíferos y aves hay 1,6 millones de virus de los que no sabemos prácticamente nada.
Se estima que en mamíferos y aves hay 1,6 millones de virus de los que no sabemos prácticamente nada. Según una iniciativa científica colaborativa llamada The Global Virome Project, la mitad de ellos –827.000– podría tener el potencial de saltar a los seres humanos. No sería raro: alrededor del 60% de todas las enfermedades infecciosas humanas se originan en animales: en algún momento, un patógeno que circula en poblaciones animales "salta" a los seres humanos. En la mayoría de los casos, no logra adaptarse para propagarse y desaparece. Pero en otras ocasiones, muta de tal manera que consigue replicarse en el cuerpo y pasar fácilmente de persona a persona. Así ocurrió con la peste bubónica, el ébola, la (mal) llamada gripe española, la tuberculosis bovina, la enfermedad de Lyme, la fiebre del Nilo occidental, la rabia, el síndrome pulmonar por hantavirus, el ántrax, la fiebre del Valle del Rift, el sida y ahora el covid-19.
Seguidos por las cámaras del nuevo documental Virus Hunters de National Geographic (que estrena el viernes 11 de diciembre), Golden y un grupo de ecólogos y virólogos de la organización EcoHealth Alliance son algunos de los varios equipos de científicos que buscan descubrir los patrones de pandemias futuras y cómo evitar que sucedan. En su caso, viajan seguido a Liberia para estudiar chimpancés salvajes que son cazados por su carne.
También se internan en cuevas de murciélagos al sur de Turquía. Ubicada en medio de un viñedo y una finca de olivos, esta caverna ha sido visitada desde hace años por lugareños que bajan para recolectar el guano, un rico fertilizante agrícola. "Hay llantas de automóvil, botellas de Coca-Cola vacías y toneladas de basura", cuenta Golden. "Cada vez que poblaciones entran en contacto con animales salvajes, existe el riesgo de transmisión de enfermedades desconocidas".
Protegidos de pies a cabeza con trajes blancos, cobertores de calzado, guantes y máscaras, los investigadores trabajan allí rodeados por la oscuridad y aquel olor persistente a heces: toman muestras de sangre de los mamíferos insectívoros en busca de posibles virus letales. "Cuanto mejor podamos documentar los patógenos que circulan en las comunidades salvajes, mejor nos podemos preparar para una situación de contagio".
Hubo varios avisos en el pasado sobre la posibilidad de una pandemia, pero los políticos no nos han prestado atención.
La actual pandemia llevó a mucha gente a condenar rápidamente a murciélagos o pangolines. Para Golden, eso es absurdo: "Tendemos a culpar a estos animales porque no queremos hacernos responsables. El tráfico de vida silvestre, la industria minera y maderera, la expansión de la agricultura y la producción ganadera son dañinas para el ambiente, pero también representan un riesgo para la salud humana. Necesitamos mitigar la posibilidad de transmisiones minimizando estas actividades".
Las consecuencias de esta depredación no solo son físicas, sino también psicológicas. En 2005, el filósofo Glenn Albrecht acuñó el término "solastalgia": "Se trata de un malestar emocional causado por presenciar la degradación ambiental", señala Golden. "Estamos experimentando desesperación, estrés, ansiedad y depresión que surgen de la rápida transformación del entorno que nos rodea y que, alguna vez, pensamos que tendríamos para siempre. Es el mal de nuestra época: un sentimiento de impotencia y pérdida de certeza sobre el futuro. Debemos actuar como sociedad para ayudar a prevenir próximos peligros".