El cerebro interpreta la situación como amenazante, lo que activa la respuesta de huida, lucha y evitar dicha amenaza
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Marcos tuvo la primera sesión de terapia a nivel virtual porque sus actividades diarias le impedían hacerlo personalmente. Los dos primeros “encuentros” fueron para hacer una evaluación y un diagnóstico. Trabajaba en el área de sistemas en una Pyme desde su casa y prefería no ir a la oficina.
Con el correr de las sesiones, su terapeuta llegó a la conclusión de que lo que más le costaba a Marcos era salir e interactuar en grupos. A esta llamada fobia social, se le sumó que hacía mucho tiempo que quería iniciar el trámite para obtener una ciudadanía extranjera y el hecho de tener que ir a la Embajada y realizar los trámites le generaban un malestar tan intenso que desestimaba la idea. Con el correr del intercambio terapeútico, su psicóloga le diagnosticó macrofobia, la fobia a las largas esperas.
Dentro del tratamiento, la profesional le propuso trabajar distintas formas de comenzar a salir, a encontrarse con personas conocidas, grupos de trabajo y trámites que necesitaba encarar. Si bien al principio, los síntomas eran más evidentes (sudoración excesiva, palpitaciones, dolor en el estómago) luego fueron disminuyendo a medida que Marcos se expuso a estas situaciones empezando con pequeñas esperas y luego más largas.
Luego de poco más de un año, Marcos comenzó a abordar distintas situaciones sociales que requerían tiempo de espera, la mayoría planificadas detalladamente en el consultorio, sin que ello le llevara a tener en el cuerpo las reacciones que expresaba al inicio de la terapia.
Intolerancia emocional y física
La licenciada en Psicología Amorina Diaz, especializada en Terapias Cognitivo Conductuales y Terapia basada en Procesos, afirma que quienes sufren algún tipo de fobia puede estar asociado a algún suceso que la persona vivió como “traumático” o con “intenso malestar” cuando en algún momento de su vida experimentó una espera prolongada.
“Es decir, que quien tenga macrofobia recuerda esa situación con mucho malestar, disgusto y que le genere evitar revivir una situación similar. También se asocia a características de personalidad más ansiosas, con inseguridad sobre sí mismas, que perciban bajo control de lo que puede suceder en el exterior y con poca capacidad de tolerar una espera, fácilmente llamados `impacientes`”, explica.
¿Cuál es la diferencia entre impaciencia y la macrofobia?
Una persona puede tener impaciencia ante una espera y en general no nos gusta esperar, a menos que tengamos un buen libro o ganas de estar un rato tranquilos. En términos generales, la impaciencia la podemos sentir y nos genera incomodidad, aun así igual la realizamos.
En esta fobia, la persona experimenta una incapacidad para esperar, lo que desencadena ansiedad. El cerebro interpreta la situación como amenazante, lo que activa la respuesta de huida, lucha o evitación ante dicha amenaza. Comienza la angustia, una inquietud elevada, vergüenza, ansiedad. El cuerpo comienza a experimentar sensaciones intensas que resultan intolerables, lo que lleva a la persona a escapar de la situación para recuperar la calma tanto física como mentalmente.
Esta diferencia es radical: la intolerancia al malestar que le genera. Uno podría decir “bueno, pero es cuestión de esperar” y la realidad es que no. Quienes tienen fobia saben lo que sufren porque su cuerpo se activa de tal manera que no lo pueden sostener y no lo pueden controlar, les cuesta muchísimo decirlo en su entorno, les da vergüenza y, además, en general cuando lo comentan no son comprendidos.
La importancia de hacerse preguntas
Para tener en claro cuándo requerimos un acompañamiento y tratamiento profesional, puntualiza Diaz, es importante contestar las siguientes preguntas:
¿Evito tener que esperar en una fila por largo tiempo?
¿Pensar en hacer filas por tiempo prolongado y transitar ese período de espera me genera un temor irracional e injustificado, lo cual me lleva a postergar realizar ese trámite?
¿Las situaciones de espera casi siempre me desencadenan miedo o ansiedad inmediata?
¿Este miedo o ansiedad es desproporcionado e irracional respecto a la situación a abordar?
¿Estas evitaciones las realizo hace seis meses o más tiempo?
¿Esta evitación me genera un malestar significativo en mi vida diaria?
¿El no realizar este trámite por el que no espero, deterioran en algo mi funcionamiento personal, social o laboral?
“Si uno contesta afirmativamente cinco o más de estas preguntas, sería recomendable realizar una consulta con un profesional de la salud mental para así evaluar, realizar un diagnóstico y diseño de un posible tratamiento si es que la conclusión es que la persona tiene fobia a esperar”, recomienda Diaz.
Nos referimos a largas esperas. ¿De cuánto tiempo hablamos?
Si bien no se pueden especificar tiempos, porque hablamos de lo que es un malestar significativo para el paciente, le tiene que perjudicar algún área de su vida. Puede que para un paciente esperar una hora sea suficiente para que se active el mecanismo de escape por su intolerancia emocional y física. También hay pacientes que ese tiempo pueda extenderse para generarle el malestar indicado. Depende de cada persona y como esa persona lo percibe e interpreta. Así mismo es importante resaltar la evaluación con un profesional idóneo.
¿Qué tratamiento es recomendable para estas personas?
En las fobias se requiere realizar un tratamiento con intervenciones clínicas. Entre un 70% y un 90% de quienes tienen algún tipo de fobias, se superan con terapia profesional.
En el tratamiento de los trastornos de ansiedad y fobias, la Terapia Cognitivo Conductual sigue siendo la más recomendada a nivel mundial por los distintos organismos de salud internacionales.
En la terapia se abordan cuáles son los pensamientos que tenemos asociados a esperar como, por ejemplo, “me voy a desmayar”, “no aguanto estar perdiendo el tiempo”, “si sigo acá me va a faltar el aire”, “la gente me está mirando”. Se trabajan sobre las emociones que les generan y reconocer cuáles son los síntomas en el cuerpo.
Primero e importante es que el paciente pueda visualizar hacia a dónde quiere ir y conectarse con él para averiguar para qué va a realizar este trabajo terapéutico que al principio le va a costar.
Luego, utilizamos la exposición gradual a la situación temida. En este caso, se realizan pasos graduales desde comenzar a realizar esperas muy cortas en tiempo y a medida que el paciente comienza a ver que sí puede tolerarlas y que el cuerpo de a poco empieza a calmarse, puede ir subiendo en complejidad hasta poder abordar cualquier espera, puede ser con impaciencia, pero ya no a la gravedad de evitarla. La persona termina enfrentando esa situación. Les digo “vamos juntos”, una forma de sentir que del otro lado no están solos y que el trabajo es en equipo.
¿De qué manera les cambia la vida una vez que logran superar esta fobia?
Les genera mayor libertad y autonomía al saber que no tienen ese miedo paralizante cuando querían realizar algún trámite o ir a consultas médicas. Mejor calidad de vida al reducir sus niveles de ansiedad y estrés, logran mejorar el sueño y sienten un menor malestar en situaciones que antes padecían.
Mayor confianza en sí mismos al recuperar control sobre su vida y sus decisiones en áreas que antes estaban restringidos. Crecimiento personal. Enfrentar y superar una fobia conlleva una transformación personal, resiliencia y más habilidades para afrontar situaciones difíciles en el futuro.
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