Unas 570 personas debieron abandonar sus hogares en los últimos días por el nuevo desborde del río Uruguay; la municipalidad montó centros para recibirlas, pero la infraestructura es precaria
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CONCORDIA.– Ramón Vialle, de 36 años, que se dedica a trabajar en las cosechas de cítricos en Concordia, y su familia tuvieron que dejar la vivienda que habitan dos veces en los últimos seis meses por la crecida del río Uruguay. Forma parte de las 170 familias –unas 570 personas– que fueron evacuadas en los últimos días por el nuevo desborde. La mayoría se ubicaron en casas de parientes y amigos, y otras viven en los refugios que montó la municioalidad en distintos edificios y galpones, como el Promin, el exregimiento del Ejército y la exfábrica Bagley, entre otros.
En esos lugares se montaron una especie de boxes de nylon negro que hacen de separadores para que las familias tengan algo de intimidad. Valle guardó allí los muebles que el sábado pudo sacar de su casa en el barrio Nebel, uno de los más afectados por la inundación por su cercanía con el río. En el reducto de nylon negro guarda un ropero con las prendas de vestir de su familia y una alacena, que está atestada de cacharros de cocina. “Nuestro barrio es uno de los primeros que se inunda. Nos avisaron que se venía el agua. Entonces, cargamos todo en un camión y nos evacuamos. Llovía y se nos mojó todo, incluidos los colchones”, comenta su pareja, Fernanda Ponce, que tiene a su hija de un año y medio en brazos bajo el sol de la mañana, que alejó en el momento de la charla el intenso frío de la noche.
El problema en ese centro de evacuados es bañarse. Porque hasta ayer, según cuenta la gente que duerme allí, no tenían agua caliente. “Instalaron dos calefones eléctricos para 14 familias. Es imposible asearse en estas condiciones. Por eso solo bañamos a los chicos”, dice Alexander Piris, de 22 años, que también llegó a Promin el sábado a la tarde.
La situación social por ahora está contenida. No hay protestas en Concordia en reclamo de alimentos, ropa y colchones. Pero la gente reclama un mejor trato en los centros de evacuación, donde hay una fuerte custodia de guardias de seguridad.
En la ex-Bagley hay nueve familias que fueron evacuadas. La mayoría son mujeres con niños que viven en los boxes de nylon negros. Roxana Almirón, de 46 años, se queja del estado del baño. Allí la municipalidad montó baños químicos, pero el problema es bañarse. “El baño es una mugre. Hay un olor nauseabundo por la basura que hay acumulada. Esto es inhumano. Somos pobres, pero tenemos derecho a tener un lugar digno para estar”, reclama la mujer.
El baño parece abandonado y –como apunta la mujer– hay escombros y basura acumulada. De una pared cuelga un solo calefón eléctrico, que debe alcanzar para nueve familias. El guardia de seguridad trata de que la gente no hable y no cuente como viven allí.
Después, recorrió el lugar el intendente de Concordia, Francisco Azcué, que asumió en diciembre pasado y en lo que lleva de su gestión ya enfrentó dos inundaciones, porque la crecida de noviembre, similar a la de ahora, duró más de un mes en escurrir. Según funcionarios del entorno del jefe comunal, se ordenó reacondicionar el centro de evacuados montado en la vieja fábrica Bagley.
“Este martes no se sumaron familias evacuadas, con lo cual esperemos que la situación hídrica mejore para así poder atender a los damnificados. El comité de crisis que se armó está funcionando bien, aunque siempre existen problemas en este tipo de situaciones”, señala el intendente, luego de bajar de una lancha de Prefectura, amarrada a una columna de alumbrado en la costanera. El exfiscal recorrió las zonas más afectadas para tener una dimensión de la situación que, expresa, “es triste”.
Solución de fondo
Azcué advierte que es “imprescindible” buscar una solución de fondo. Porque Concordia se inunda todo el tiempo, ante cada crecida del río Uruguay. En gestiones anteriores se dispuso que por debajo de la cota 14 no se podía edificar más y que las familias que viven a ese nivel en la ciudad iban a ser reubicadas. Esa oferta no convenció a los pobladores porque les ofrecían mudarse lejos del centro, a barrios complicados, como Agua Patito o Toyota, donde las casas que hizo el Estado fueron criticadas por su precariedad.
En los barrios ribereños vive gente trabajadora, que se niega a dejar una zona privilegiada por su cercanía con el centro, donde muchos de ellos trabajan. Los que deben abandonar sus casas no son las familias más pobres de Concordia, que viven sobre todo en el cordón sur, que dejó de inundarse luego de que se terminara la defensa, cuya construcción inició la propia gente en la década del 90. La obra la financió en 2016 el gobierno nacional y en esa decisión tuvo que ver, según remarcan en la municipalidad, el entonces ministro del Interior Rogelio Frigerio. Ese gesto le sirvió luego cuando fue candidato a gobernador en 2023 y ganó en Concordia por un amplio margen. Por eso, el lunes Frigerio, hoy gobernador, repitió que con las obras contra la inundación “se le mintió mucho a la gente”.
El intendente pretende avanzar en un plan de reubicación de unas 180 familias que hoy se inundan cuando el río llega a la cota 14. Hoy está cerca, en 13,55. “Es necesario lograr no solo convencer a la gente para que se mude, sino darle en otro lugar las condiciones necesarias habitacionales y sociales; por ejemplo, que haya atención para la salud y escuelas para los chicos”, explica el jefe comunal en diálogo con LA NACION.
Revela que ayer Frigerio recibió una llamada del ministro del Interior, Guillermo Francos, que se puso a disposición para ayudar en la eventualidad. Un plan de reubicación de los vecinos que se inundan requiere de una ayuda nacional, piensan en la intendencia. Azcué recibió un municipio “fundido” después de gobiernos peronistas desde 1983. Deudas abultadas y sospechas de maniobras de corrupción hacen más complejo el escenario para enfrentar esta crisis que se originó con una nueva crecida del río Uruguay. Una funcionaria municipal aporta un dato que sirve de ejemplo: heredaron una deuda millonaria en gastos de GNC, pero ningún auto de la flota carga gas.
En los centros de evacuados las miradas se cruzan en medio del tedio que genera vivir en un lugar artificial, montado para pasar el tiempo. “Los chicos son los únicos que la pasan bien porque pueden jugar. Nosotros estamos tratando de que las horas pasen y el río baje, para poder volver y empezar de nuevo con nuestras rutinas. Es desesperante esta situación si se alarga, pero los pronósticos son alentadores”, afirma Fernanda Ponce, mientras conversa con un vecino. Por lo menos el sol salió a pleno y el clima enciende el ánimo en el lugar, donde los dramas se repiten con cada inundación.
Del otro lado de frontera, en la que el río sirve de límite, en Uruguay, la situación también es dramática, sobre todo más abajo en la zona de Paysandú, donde según el Sistema Nacional de Emergencias hay 1700 evacuados. En toda la cuenca, la cantidad de personas desplazadas en ese país superan las 2800. En Salto, frente a las costas de Concordia, hay 580 personas evacuadas, casi la misma cantidad que en el lado argentino.
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