La réplica, traída de Francia, es motivo de orgullo para los habitantes de General Pirán, una localidad bonaerense sobre la ruta 2
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La ruta 2 esconde un secreto que pocos conocen, una excentricidad y a la vez un misterio, pero que es motivo de orgullo de los habitantes de General Pirán, en el Partido de Mar Chiquita: en su única plaza en el centro un monumento llama la atención, no se ve a San Martín, ni a ningún prócer patrio. Con tres metros de alto y una base de 75 centímetros, una réplica de la Estatua de la Libertad traída de Francia señala hacia el norte. “El mito popular dice que fue hecha con restos de la original”, dice María Villavicencio, miembro del Museo de General Pirán.
Poco se sabe de la estatua, solo rumores y pocas certezas históricas. “Es parte natural de nuestro pueblo”, señala Villavicencio.
La estatua cruzó el océano Atlántico y se erigió el 22 de mayo de 1910, para celebrar el primer siglo de nuestra emancipación de la corona española. El fundador del pueblo, Antonio María Pirán era un admirador del arte francés, y como regalo, la donó a su pueblo. “La trajo de París”, asegura Villavicencio.
No reparó jamás en gastos y por esta razón, los historiadores y viejos habitantes del pueblo han sugerido que podría haber sido hecha en los talleres del propio Frederic Auguste Bartholdi, el escultor que creó, quizás, la estatua más icónica del planeta, en la entrada a la Bahía de Manhattan, en la desembocadura del río Hudson, y que se hizo para celebrar la fraternidad del pueblo estadounidense con el francés: la Estatua de la Libertad de Nueva York.
La de Pirán, cuenta el mito local, está hecha con matrices originales. Jamás se halló el taller parisino que la forjó en bronce. Es una copia de gran calidad.
“La tenemos en la plaza desde 1910, para nosotros siempre ha estado presente”, cuenta Villavicencio. A metros de la estatua se halla el mástil y aquí se hacen todos los actos de las fechas patrias y eventos comunales. En el Museo se conserva la portada de La Voz de General Pirán, el periódico local que en su edición del 9 de julio de 1910, publica la cobertura del acto de mayo. “Ha sido inaugurada la Estatua de la Libertad, copia reducida de la de Bartholdi, que se alza en el puerto de Nueva York”, se lee.
“Es un homenaje a la solemnización patria”, dijo el fundador del pueblo en su discurso frente a la flamante estatua. “Fue una fiesta llena de significación y que tuvo el prestigio de una amplia sanción popular”, describe el artículo del medio local. En una foto se puede ver el monumento y a un buen número de vecinos alrededor de él.
Pirán se hizo cargo de todos los gastos y el pueblo donó los dos medallones que tiene alrededor del pedestal, uno representa las armas nacionales con la inscripción: “El vecindario a la Emancipación Argentina”, y el otro un busto del padre del fundador.
“No sabemos si existe otro pueblo que tenga una estatua como la nuestra en el país”, confiesa Villavicencio. El Museo es una entidad formada por vecinos que trabajan ad honórem. “Lo hacemos así, de manera voluntaria para mantener nuestras raíces e historias”, dice.
Antonio Pirán fue el hijo del general José María Pirán, nacido en 1804 y fallecido en 1871. Participó en numerosas batallas, como la de guerra del Brasil y acompañó a Lavalle en la revolución de 1828, derrocando a Manuel Dorrego. “Su padre combatió por la Libertad”, dice el artículo.
Antonio amasó una gran fortuna. No solo donó las tierras para que se fundara el pueblo, sino que también la iglesia, que tiene un estilo gótico y es una réplica de una que está en Reims.
“Es uno de los edificios más bellos de la provincia”, aseguran desde el municipio. Tiene un Cristo en su interior tallado a mano de tamaño natural, de madera blanca de África. Donó también la escuela, y los principales edificios que permitieron que funcionara la localidad. La estación de tren fue el centro de todo el movimiento, las casas –muchos siguieron diseños europeos y siguen en pie– se construyeron alrededor de ella.
La pequeña Francia bonaerense
General Pirán, su plaza, la estación y las construcciones más antiguas están en el fondo, en la antípoda a la ruta 2, por donde se accede a la parte más moderna. Está en el kilómetro 323.
Esta pequeña Francia en la pampa bonaerense también tuvo su moneda propia. Pirán las acuñó en un taller de aquel país. Se usaban para pagar a los trabajadores de su campo. El pueblo se fundó el 16 de febrero de 1890, su benefactor soñó a lo grande. Quería que este territorio fuera un epicentro de la producción agropecuaria en la provincia. El primer nombre que piensa para la naciente comunidad fue Centro Agrícola General Pirán, pero las tierras que donó no eran suficientemente buenas, se inundaban con facilidad y debió aceptar la realidad y lo modificó como General Pirán.
La Estatua de la Libertad, la neoyorquina, se llama originalmente “La Libertad iluminando el mundo” y se la colocó en la Isla de la Libertad, fue inaugurada el 28 de octubre de 1886, para el centenario de la Independencia norteamericana. La analogía con la de General Pirán es directa: en aquel entonces el pueblo francés le donó al estadounidense el monumento. Es obra del citado Bartholdi y la estructura interna fue diseñada por Alexandre Gustave Eiffel, el mismo que creó la torre parisina. Las medidas son de 46 metros de alto, pero si se toma desde el pedestal, 92.
Hasta hace poco la Estatura de la Libertad de Pirán tenía un distintivo mayor que sus dimensiones con respecto a la de Nueva York, un hornero había entendido que no había mejor lugar para hacer su nido que en la propia cabeza. Su hogar de barro constituyó una marca argentina en la francesa escultura, desde la altura tenía una vista privilegiada de la realidad del pueblo. Se decidió sacarlo y nuevamente la Libertad lució señorial y marginada de la criolla ave.
“Llama mucho la atención al que visita al pueblo”, dice Villavicencio. Por ruta 2 no hay señales ni ningún cartel que haga mención al monumento. Los viajeros pasan indiferentes. La estación de tren recibe la formación que va hacia Mar del Plata (a 87 kilómetros). “La vida es muy tranquila, tiene el encanto de un pueblo pequeño”, cuenta Villavicencio, acerca de su lugar en el mundo.
Las calles arboladas y espaciosas distinguen los rasgos típicos de un pueblo de la campiña bonaerense. “El que no es familia, es amigo, el saludo es nuestra moneda corriente”, agrega.
Por qué, quién la trajo y cómo puede estar la Estatua de la Libertad en la plaza principal son las preguntas frecuentes que los turistas le hacen a Natalia Lescano. Ella es vecina de Coronel Vidal, la ciudad cabecera del Distrito y con “Almacén de Tours” realiza salidas por sus pueblos.
“Tienen un encanto único”, se refiere a las localidades. El territorio está dividido en aquellas que están tierra adentro y las que están sobre la costa, como Santa Clara del Mar, Mar de Cobo y Mar Chiquita, donde además se encuentra la Laguna homónima que recibe agua de cursos de agua dulce y del mar. Es una albúfera.
“Detrás del mostrador nos recibe el pulpero más viejo de la provincia”, cuenta Lescano. Una de sus excursiones más celebradas son las que hace hasta la Pulpería La Esquina de Argúas, datada en 1817 y una de las más antiguas de Buenos Aires. Generoso Villarino es el pulpero y a sus casi 90 años sigue al frente de este histórico edificio. Su piso de tierra, el mostrador con reja, el techo a dos aguas, las paredes de barro y las estanterías con bebidas incunables, logran que el tiempo sufra una desviación y se detenga. “Podemos imaginar las carretas y paisanos en el camino de tierra”, cuenta Lescano.
“Generoso cuenta historias mientras sirve un aperitivo”, describe la escena Lescano. Placeres sencillos en el silencio del campo. “Mar Chiquita es un destino para todos los gustos”, resume.
“Ver la Estatua es algo de todos los días, la plaza es el paso obligado de todos los que salen a pasear”, cuenta Villavicencio. Acostumbrados a verla en películas en el cine y en la televisión, los vecinos de General Pirán se sienten orgullosos de ella, aunque aún gran parte de su historia sea un misterio que ha desvelado a historiadores y curiosos.
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