El largo invierno de los sobrevivientes del sismo en Marruecos
Largos meses han pasado desde que el sismo de septiembre redujera a su escombros su pueblo en las montañas del Alto Atlas de Marruecos, pero Abdallah Oubelaid, se pregunta amargado cuándo recibirá la ayuda gubernamental que otros han recibido.
Cada día él y otros habitantes de Douzrou, un poblado en un rincón montañoso a 80 km de Marrakesh, llegan a inspeccionar los escombros en busca de restos de leña para calentarse y cocinar, u objetos de valor que hayan pasado por alto.
Solo el minarete rosa y blanco se mantiene en pie entre las ruinas de la aldea, donde murieron unas 80 personas según los habitantes, una cifra sin verificar dada la falta de un balance oficial actualizado.
Las autoridades indicaron que unas 3.000 personas murieron en el sismo del 8 de septiembre, que afectó zonas de difícil acceso. Más de 60.000 viviendas en unas 3.000 aldeas resultaron dañadas.
Los sobrevivientes de Douzrou se refugiaron a algunos kilómetros de su pueblo, en un terreno rocoso a orilla de la carretera con vista a las cumbres nevadas.
De las 150 familias, unas 120 reciben ayuda estatal para la reconstrucción. Las 30 restantes están sin empleo y sin saber por qué fueron excluidas, cuentan a AFP.
"Cada vez que pregunto me dicen que va a llegar. ¡Pero tengo niños que alimentar y vestir!", reclamó Oubelaid, de 35 años, quien dice sentirse "amargado".
- Manifestaciones -
A fines de enero, el gobierno marroquí indicó que alrededor de 57.600 familias recibieron ayuda.
El gobierno "se planteó el reto de responder a las expectativas de la población local con la rapidez y eficiencia necesarias, mediante la movilización de diferentes servicios y organismos públicos", afirmó el primer ministro Aziz Akhannouch.
Pero es insuficiente para cientos de víctimas de la catástrofe en la provincia de Taroudant y la localidad de Taalat N'Yaaqoub, que se manifiestan desde enero para denunciar la lentitud de la reconstrucción y entrega de ayudas, en momentos que el invierno hace difíciles las condiciones de vida.
Una diputada de izquierda, Fatima Tamni, interpeló en enero al ministro del Interior, Abdelouafi Laftit, a quien reclamó que la reconstrucción seguía "sumida en la oscuridad y la improvisación", según el sitio noticioso Hespress.
Las autoridades explicaron que algunas solicitudes fueron rechazadas porque los solicitantes no vivían en las zonas afectadas o porque sus casas continúan habitables.
En las grandes localidades como Amizmiz, a unos 60 km de Marrakesh, hay obreros y retroexcavadoras trabajando.
La vida parece haber vuelto a la normalidad, a pesar de las decenas de carpas amarillas donadas por los servicios públicos, pegadas una al lado de otra en cada terreno disponible y cubiertas de lonas para resguardarlas de la lluvia y el frío.
- "Nos ha salvado" -
En su desgracia, los sobrevivientes de Douzrou han tenido la suerte de ver cómo, gracias a oenegés neerlandesas y marroquíes, se construyen pequeñas cabañas aisladas del frío, envueltas en láminas de aluminio cuyos reflejos plateados dan al campamento un aire lunar.
Con el viento de los últimos días, si no tuviéramos esto, habría muchas víctimas", afirma Hamed Oumhend, de 68 años. "Nos ha salvado".
El hombre recoge firmas para exigir la reconstrucción de Douzrou, pero más abajo de su ubicación actual.
Los habitantes, que están decididos a permanecer en sus tierras, saben que el nombre de su pueblo significa "bajo la piedra" en lengua bereber.
Viven con el temor de que se desprenda y vuelvan a vivir lo peor, porque a las difíciles condiciones de vida -sin médicos que los visiten y con suministros cada vez más escasos- se suma el impacto psicológico, señala Oumhend.
Todos los pobladores han perdido un ser querido y han tenido que salir adelante solos cuando la aldea fue golpeada por el sismo.
"Algunos debieron arrastrarse entre los escombros para salir de sus casas, algunos siguen traumatizados", afirmó. "Otros perdieron la razón".
cgo/ezz/hme/bfi/mas/zm