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Secretos de familia: la relación de la Bruja Juan Ramón con su hijo Sebastián y los picados de los domingos
LA PLATA.– Villa Elisa, las canchas sobre la calle 419. Todos los domingos por la mañana, la cita es impostergable. "¿Qué pasa, no dormiste bien anoche?", acusa el Verón delantero... al Verón lanzador, si el pase no cae servido. " Sebastián se prendía en mis picados hasta los 12 años, después dejó de venir y ahora, que se retiró, se volvió a sumar. Juega conmigo y si no me la tira bien, me enojo", provoca con una sonrisa. Bruja padre pica todavía, desafiando sus 74 años. "Yo sigo jugando arriba y él es el que me tiene que asistir. Se junta una linda banda y hay de todo, desde jóvenes hasta el "Coco" Rulli que ya pasó los 80 años. El "Bocha" Flores ya no viene más porque la última vez estuvo como 20 minutos sentado en la ducha y no se podía parar…"
La pasión por el juego se explica mejor desde estas anécdotas. El viejo Verón era de Gimnasia. Sí. Pero el padre de Juan Ramón. "No entendía de fútbol", lo desautoriza la Bruja, con humor, al abuelo de Sebastián. Es más, JR era hincha de Boca porque el campeón del 54 lo atrapó, casi tanto como su admirado "Pepino" Borello. Pero el apellido Verón es Estudiantes, ese wing zurdo que provocó que en los 60/70 se vendieran escobas como souvenirs por las calles platenses.
Y eso que entre el debut en 1962 y su consolidación en primera, en 1965, pasaron tres años de postergaciones… "Mientras tanto seguí laburando en el frigorífico Armour, en Berisso. Yo estaba en la cámara fría y acomodaba las medias reses que luego se llevaban a los barcos. Trabajaba de 9 de la noche a 3 de la mañana. Tenía 18 años, ya había debutado en primera y no jugaba, y como me había casado, tenía que llevar el mango a casa. Hasta que llegó Osvaldo [Zubeldía], cambió todo en el club y pidió que me hicieran un contrato. Ahí dejé el frigorífico".
La Bruja jugaba con el 11 en la espalda. "Sebastián tomó ese número desde las inferiores, sin decirle nada a nadie. Un día apareció con la 11 y no se la sacó más", cuenta JR. Como la vendita por debajo de la rodilla que llevaba Sebastián, un sello de su carrera sin dolencias a la vista. Verón padre también utilizaba esa cinta, pero por necesidad, por unas molestias en los meniscos. Como el 11, otro homenaje silencioso. "Nunca lo hablamos, ocurrió, simplemente sucedió", resume Juan Ramón.
–¿Qué logros se disfrutan más, los propios o los de un hijo?
–Son cosas distintas. Cuando se consigue algo importante, ya sea uno o en este caso un familiar tan cercano, igual se disfruta mucho.
–A los dos, a usted y a Sebastián, les costó mucho dejar el fútbol…
–Pero es lógico, ¿cómo no va a ser difícil dejar el fútbol si lo más lindo es jugar? Yo tenía más de 40 años y para seguir un poco más me fui a jugar al Federal, a un equipo de Madariaga. Me retiré cuando, con un planchazo, me fracturaron la tibia. Después de esa burrada, porque fue una patada sin sentido, nunca más jugué en un club. Tuve algunas experiencias como entrenador, pero como jugar no hay nada. Ninguna actividad vinculada al fútbol llena ese vacío.
–También a Sebastián lo tuvo como jugador cuando usted dirigió en las inferiores.
–Entrenar a los chicos fue la tarea más grata. Ahora veo algunos partidos de inferiores, veo la cantidad de errores técnicos que hay y me quiero matar. ¡No se pueden errar tantos pases! Pero vuelvo a Sebastián, sí, lo dirigí tres años y salimos campeones en 8va división. Él comenzó muy chico en Estudiantes, tuvo que empezar con la categoría de Palermo, que era dos años más grande, porque la suya ni siquiera se había formado.
–¿Alguna vez se sintió eclipsado por Sebastián?
–No, jamás. A cada uno le fue bien en su época y disfruté las dos. A Sebastián le digo que le faltaron dos minutos para igualarme…, lo cargo. ¡Cómo sufrí esa final del mundo con Barcelona, en 2009, dos minutos faltaban…! Acá en Estudiantes hay muchos ídolos y los hinchas no se la pasan buscando quién es el N°1, como en Argentina pasa con Maradona y Messi. Además, no hay forma de compararnos porque él jugaba en el medio y yo de delantero. Él no hubiese podido jugar en mi lugar y yo en el de él, menos. A mí correr tanto para atrás no me gustaba. Una vez jugamos contra River, en el año 75, nos dirigía Bilardo. y le dije a Carlos que a Comelles yo no lo podía seguir. Podía ayudar un poco, pero marcar en serio, no. ¡Y menos a Comelles, que era una máquina!
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