La escuela del Rugby
Recuerdo perfectamente a William Webb Ellis. Fue un gran jugador de cricket, pero se lo recuerda generalmente como proclive a buscar ventajas antideportivas en rugby. No lo citaría de ningún modo como una autoridad". Así describe al "padre" del rugby un compañero anónimo. Lo cita O.L. Owen, célebre periodista del diario The Times, en el libro "The Game goes on", de 1936. Webb Ellis, cuenta el mito, en lugar de patear la pelota, corrió con ella en las manos en pleno partido de fútbol. La trampa, acaso una Mano de Dios, pero made in England, dio nacimiento a un nuevo deporte. Se lo llamó rugby porque sucedió en Rugby, escuela de élite en Warwickshire, centro de Inglaterra. Fue en 1823. Treinta y cuatro años después, Frank Albert Mather y Richard Sykes, caballeros de la Inglaterra victoriana, también estudiantes de Rugby, acuerdan jugar un partido. Establecen reglas y marcan los límites con una tiza blanca. Se anotan cinco tries, afirman los únicos registros. Asisten cientos de personas al Liverpool Cricket Ground, en Edgehill. "Se impresionan por la conducta y dignidad de los caballeros -dice la crónica- y por la elegancia y encanto de las mujeres". Es sábado 19 de diciembre de 1857. El histórico partido tiene nombre pomposo: "Rugby vs. The World". Pasaron 158 años. A partir de este viernes, Inglaterra será sede de la Copa Williams Webb Ellis. El Mundo vuelve a Rugby.
Rugby, la escuela de la alta burguesía inglesa que inspiró al barón de Coubertin para reflotar los Juegos Olímpicos, dirigida por el pastor anglicano Thomas Arnold y su concepto del "Cristianismo Muscular", aportó seis de los 14 primeros dirigentes de la Rugby Football Union (RFU) creada en 1871. También estudiaron en Rugby los cinco primeros presidentes de la RFU. Igual que 10 de los jugadores de la selección inglesa que jugó ese mismo año contra Escocia en Edimburgo. Un total de 47 estudiantes de Rugby jugaron para Inglaterra desde 1871 y hasta 1995, cuando se declaró el profesionalismo. Entre ellos el legendario capitán Ronald Poulton-Palmer, fallecido en la Primera Guerra Mundial. Eran años agitados. Cerca de 60 rugbiers internacionales habían formado parte de fuerzas civiles para romper la huelga general de 1926. Otros 200 -cuenta Tony Collins en su formidable Historia Social del Rugby Union (Routledge, 2009)- se habían unido a la policía. El rugby, por su rudeza y fuerza colectiva, escribía Action, periódico de British Union Fascist (BUF), "es un verdadero deporte fascista". Peter Howard, capitán de la selección inglesa de 1931, era miembro de las Camisas Negras de Oswald Mosley, fundador del partido fascista británico. En la escuela de Rugby también estudió Philip Toynbee, hijo del historiador Arnold Toynbee y primer presidente de la Unión de Estudiantes Comunistas en Oxford. "Poniendo una bomba en el estacionamiento de Twickenham en un día de test match -llegó a escribir Toynbee- se terminaría el fascismo en Inglaterra por una generación".
"El Rugby Union -me dice desde Londres Gary Armstrong, sociólogo del deporte- sirvió en las escuelas privadas y clubes de la clase media para construir masculinidad en tiempos del Imperio Británico y fue parte integral de la cultura militar y policial durante décadas". Pero Twickenham, sede el viernes del debut de Inglaterra contra Fiji, ex colonia, será escenario central durante casi 50 días del nuevo intento del rugby inglés de ampliar sus bases. "¿Por qué no vemos postes de rugby en los parques públicos donde los niños juegan fútbol? Un triunfo será clave para que los niños se acerquen y conozcan el rugby". Lo dijo Bill Beaumont, otro legendario capitán inglés, actual director ejecutivo de la RFU. El informe en The Guardian habla de la dura competencia de la Rugby League (NRL), la liga profesional creada en 1895, cuando mineros y estibadores del norte más pobre exigieron dinero para jugar. Ocho trabajadores formaban parte de la selección inglesa en 1881. La escisión dejó la Rugby Union en manos de los estudiantes de colegios y universidades privadas. Amateurs. El mito de Webb Ellis dio legitimidad al relato. Un estudio de 2014 determinó que el 61 por ciento de los jugadores de la Rugby Union proceden de escuelas privadas (public schools). El dato se agranda si se advierte que sólo el 7 por ciento de los alumnos británicos asiste a escuelas privadas.
El problema, en rigor, no es sólo del rugby. El tan elogiado sistema deportivo de las escuelas inglesas tiene tanto de mito como Webb Ellis. Un tercio de los medallistas británicos de los últimos Juegos Olímpicos de Londres 2012 también se formó en escuelas de pago, según se jactó públicamente el premier David Cameron. Es un retroceso respecto de los Juegos de Los Angeles 84, donde seis de nueve medallistas se formaron en escuelas estatales. Dos terceras partes de las escuelas estatales, dijo un informe de 2014 de Ofsted, ni siquiera pueden darle un deporte competitivo a sus alumnos. El fútbol cambió su público porque la Premier League cobra los boletos más caros del mundo, pero no modificó la composición social de sus jugadores: el 94 por ciento viene de las escuelas públicas. La profesionalización del deporte, aunque resulte paradójico, hizo aún más elitista el acceso al alto rendimiento. El deporte, cada vez más industria, requiere una preparación más científica. Las escuelas privadas tienen las mejores instalaciones y perfeccionaron sistemas de becas y entrenamientos para talentos deportivos. Las estatales, afectadas además por recortes presupuestarios, simplifican la situación con una pelota de fútbol.
Los informes advierten sin embargo que las escuelas de élite como Rugby o Eton tampoco aportan ya más jugadores a la selección. Y buscan ejemplos de escuelas estatales como Campion, en Hornchurch, que tienen un histórico aprecio por el rugby. La RFU lanzó en 2012 el programa "Todas las Escuelas", que busca introducir el rugby en 750 escuelas estatales y conectarlas con clubes de la zona. Un siglo atrás hubiese sido también impensable que el presidente de la RFU fuera un exjugador histórico como Jason Leonard, que se educó en una escuela estatal y que en sus inicios era carpintero. Leonard, que jugó 119 partidos en la selección, tuvo la suerte de que a la escuela en Chadwell Heath, donde sólo se jugaba fútbol, llegó un profesor amante del rugby. "¿Cuántos Jason Leonard hay allí esperando su oportunidad?", se preguntó semanas atrás la BBC. Leonard formó parte del equipo que ganó el Mundial de Australia 2003. La hazaña es recordada en el documental "Building Jerusalem", estrenado semanas atrás. En las librerías asoma "The Oval World", el último libro de Collins. Un recorrido mundial del rugby de los últimos doscientos años. "Nunca me imaginé, por ejemplo, que el rugby tuviera tanta fuerza en Madagascar". Collins encuentra también que uno de los principales impulsores del rugby en Estados Unidos en los años '30 fue Boris Karloff, el actor británico famoso por sus películas de Frankestein y otras de terror.
Collins es el mismo autor de la historia social del rugby union que cruza en realidad la historia de la misma Inglaterra, de sus clases y de su democracia. De jugadores formados más de un siglo atrás para defender la clase y el imperio, hoy profesionales full time que sueñan ganar la Copa en su país. El Mundial de 2015, que forma parte de acontecimientos deportivos de categoría "protegida", como el Mundial de fútbol, Juegos Olímpicos y final de Wimbledon, entre otros, será televisado en abierto. Incluída la final del 31 de octubre en Twickenham, una fecha soñada por los Pumas. Se agotaron boletos, pese a que la reventa, según denunció la oposición laborista, subió cuarenta veces el valor original. "Si Inglaterra avanza -me dice Armstrong- el Mundial será fashion y habrá locura en esos días, pero no mucho más que eso". Algunos, como la persona citada por The Guardian este año en Twickenham, en pleno partido ante Escocia, acaso prefieran que todo siga así. "¿Aquí -preguntó esa persona entre copas de champagne- somos todos tories (conservadores), no?".
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