Ben Ross Schneider: “Hay que pensar cómo formar y motivar a los docentes y pagarles mejor”
Académico especialista en ciencia política y en economía del desarrollo, con especial interés en América Latina; hizo un máster en la Universidad de Columbia y completó su doctorado en la Universidad de California en Berkeley; es titular en el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts); fue docente en Princeton y Northwestern
Estancados en una cinta para correr, sin moverse del mismo lugar. Así describe Ben Ross Schneider, investigador del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) al escenario que hoy viven países como la Argentina. Es el concepto de la ‘trampa del ingreso medio’ que condiciona a estos países y limita sus posibilidades de crecimiento y desarrollo.
“Hace 50 años había un grupo de países con ingresos medios, y 50 años después, de 101 países solo salieron de ese grupo 13. Es decir que solo un 10% son los que consiguieron hacer el salto de ingresos medios a ingresos altos”, explica en diálogo con LA NACION el analista, quien dio una conferencia en Buenos Aires convocado por el think tank Fundar. “Si pensamos en una analogía, en el siglo 20 la idea era que los países iban llegando en una suerte de escalera mecánica, uno tras otro, pero todos iban a llegar por el mismo camino del desarrollo a ser de ingresos altos. Pero en el siglo 21 eso se volvió una cinta de correr. Todos están corriendo, pero no salen de ese lugar y nunca llegan al desarrollo. Esa es la trampa”, dice Schneider.
–¿Por qué los países caen en esta trampa?
–Hay varias causas. En primer lugar, es porque se fue ‘corriendo el arco’. Los países que llegaron a ser de ingresos altos en el siglo 20 lo hicieron con menos educación, menos inversión en investigación y desarrollo, menos tecnología; hoy se necesitan más de esos factores para llegar donde están ahora los países de ingresos altos. Hoy es difícil la competencia internacional, porque los países de ingresos medios tienen mayor costo en su mano de obra, pero la tecnología que poseen es menor, y eso lleva a que estén atrapados en el medio.
–En la Argentina aparece ese punto asociado al tipo de cambio y el nivel de competitividad. ¿Cómo afectan esos factores?
–Entre los países que están en la trampa, la Argentina es uno de los que tiene más volatilidad en términos de indicadores macroeconómicos, como el del tipo de cambio. Pero creo que este marco analítico de la trampa ayuda al pensamiento de largo plazo. Puede haber problemas de inmediato, como las políticas macro hoy en la Argentina, pero cuando uno piensa en cómo salir de la trampa, es más bien pensar qué se necesita hacer hoy para llegar en 10 años a la meta, no qué hacer este año para estabilizar la economía. Porque lo que veo es que en el análisis de la trampa no se habla de tipo de cambio, inflación, déficit fiscal o FMI.
–¿Y cuáles son esas variables que sí inciden?
–Creo que, en términos económicos, hay un consenso entre economistas. Lo necesario es mucho capital humano, mucha inversión ahí. También inversión en innovación tecnológica, en investigación y desarrollo. También, mejor intermediación del sistema financiero. Y lo de inversión en innovación no es solo para crear el nuevo Facebook o curar el cáncer, sino también para poder acompañar el ciclo tecnológico que está siendo desarrollado en países avanzados.
–¿Y cómo se puede avanzar en ese sentido con las carencias en cuanto a recursos y temas pendientes que tiene hoy un país como la Argentina, donde hay más de 40% de pobreza?
–Seguramente eso hace más difícil esa tarea, pero también más importante. Porque la única forma de que las personas puedan salir de situación de carencia es con capital humano. Sí, hay obstáculos y se hace más difícil, pero con esa realidad es aún más importante esa inversión. Ahora, la Argentina tiene el problema de que los chicos están en la escuela, pero las pruebas PISA muestran que no están aprendiendo lo que se aprende en muchos otros países, y eso da una idea de qué es necesario para aumentar el capital humano. Hay experiencias. Estoy trabajando en un proyecto sobre reforma educacional, y vi que en el caso de Brasil, los estados que más aumentaron su desempeño educacional fueron dos estados de los más pobres. Eso muestra que es posible.
–¿Y qué hace falta para mejorar en materia de educación?
–Es un tema complejo, que depende de cada sistema educativo. Pero el factor más importante según las investigaciones sobre educación es la familia y las circunstancias del chico. El segundo es el profesor. Entonces, hay que pensar cómo mejorar la formación de los docentes, cómo motivarlos, cómo pagarles mejor. Todo eso es importante.
–La pandemia afectó la educación, especialmente la de quienes no tuvieron acceso a dispositivos o herramientas para la virtualidad. ¿Qué efectos dejará la pérdida de clases?
–Aún no sabemos qué tanto están rezagados los niños que no pudieron asistir a clases de forma remota. Pero todo lo que era necesario antes de la pandemia es aún más necesario e importante ahora. Los profesores van a ser claves para cualquier recuperación. Es toda una generación con menos educación de la que tuvieron otras, y es sumamente importante reponer eso que se perdió.
–¿Cuánto condiciona ese deterioro de la educación a la fuerza laboral y a la capacidad productiva de la población?
–Hay un cálculo que se hace con el desempeño en las escuelas, que va de 0 a 6, y 6 es el mejor desempeño. Se advierte que quienes tienen 0 o 1 no tienen el mínimo de capacidades de leer, escribir y manejarse con números. A los 15 años dejan la escuela, salen al mercado de trabajo, no tienen la oportunidad de más educación y es imposible que tengan algo que hacer que no sea un trabajo de baja calificación, baja productividad y menor salario. Los números asustan, porque en América Latina de 30% a 40% de los chicos a los 15 años ya no alcanzan el nivel 2, salen de la escuela sin un mínimo de capacidades adquiridas.
–¿Cómo se integran el sector público y el sector privado en el camino que debería recorrerse?
–Depende de cada país y de cada situación, pero en general sirve la colaboración público-privada. De un lado, le ayuda al sector público a conocer cuáles son las situaciones reales de las empresas y a poder, de esa manera, diseñar políticas de apoyo. Al mismo tiempo, a los empresarios les da una visión más clara de lo que el gobierno quiere hacer, si hablamos de políticas de inversión y desarrollo. Es lo básico. Puede haber, especialmente si hay un enfoque más de sector o de algún producto, lo que llaman estrategias ‘mission driven’, como cuando se trazó la meta de llegar a la Luna y por 10 años en Estados Unidos se hicieron cosas con ese objetivo. El caso que conozco en la Argentina es el del malbec. En los 90 se decidió aumentar la calidad para poder competir en mercados internacionales y eso se hizo paso a paso, con el Gobierno y con los productores. Tenían la meta claramente definida y se habló de qué hacer año a año para llegar. En eso, la colaboración público-privada puede tener impacto.
–¿Qué sectores de la economía tienen dinamismo?
–Muchos de los países en la trampa exportan recursos naturales. Normalmente, exportar recursos naturales no requiere mano de obra muy capacitada, pero está la posibilidad de introducir mucha más tecnología y es una manera de aprovechar los recursos que ya existen, donde el país tiene más ventajas, porque no hay muchos otros países que tengan esa posibilidad, como el caso de la soja, que Asia importa. Está lo que llaman la agricultura de precisión, por ejemplo. Hay gran margen para inversión en esas áreas.
–Dice que la trampa del ingreso medio es un tema menos económico que político. ¿Por qué?
–Eso viene de la idea de pensar cómo mejorar el capital humano, la inversión en investigación y desarrollo. Todo requiere instituciones que hay que crear: escuelas, universidades, laboratorios. Hay que formar a la gente. Todo eso requiere inversión de largo plazo, pienso en 10 años. Hay que pensar quiénes podrían apoyar tal esfuerzo, que en gran parte tendría que venir del Estado. Y hay que pensar cómo. La mayoría de los países en la trampa son democracias, los gobiernos cambian, y es importante pensar políticas de más largo plazo. Para eso, pienso más en coaliciones y en cómo se podría negociar entre partidos, entre empresarios y sindicatos y con el Gobierno. Creo que se necesita algo así, un pacto o colaboración con esa idea en la meta, de llegar a un objetivo. Por eso se trata de un proceso político previo a todas las iniciativas de salida de la trampa.
–¿Cómo se conjuga eso con la situación de las democracias hoy, con el crecimiento de líderes que cuestionan las instituciones, con la apatía que se ve en las sociedades?
–Es muy difícil. La investigación que hice enfoca mucho en cómo están más fragmentadas las sociedades en los países en la trampa, y por varios motivos. Entre los empresarios hay distintos intereses entre multinacionales y locales, entre los trabajadores hay disputas entre formales e informales. Pero no me gusta terminar en el pesimismo. Hay que pensar y ver cuáles fueron las experiencias exitosas en algunos sectores o países, y hay casos en Europa de países que estaban retrasados e hicieron un gran esfuerzo de concertación entre gobierno, trabajadores, sindicatos y empresarios. No hay tanto de eso en América Latina. Y este tipo de colaboración sale un poco del conflicto político partidario; no es liberal o de izquierda, sino entre sectores.
–Países como la Argentina tienen urgencias como la pobreza, la inflación. ¿Cómo se compatibiliza trabajar en esos temas coyunturales con la necesidad de planificar a largo plazo?
–Creo que el enfoque de la trampa del ingreso medio es la idea de no perder la visión de 10 años. Porque se puede pasar todo el tiempo en las emergencias de corto plazo, y hay que resolver esa emergencia, pero hay que estar pensando en políticas o programas de más largo plazo.
–Mencionó el tema de la informalidad laboral. ¿Cómo se puede avanzar en una solución?
–La reforma laboral para acabar con la informalidad va a ser una transición difícil. Existe esta correlación que indica que si existe regulación mayor del mercado laboral, entonces habrá siempre incentivos para algún empleador o algún trabajador de decir: vamos a trabajar en la informalidad. Habrá que bajar el costo de las regulaciones. Ahora bien, al mismo tiempo hay que pensar cómo proteger a los trabajadores que van cediendo esos derechos, y creo que hay que crear mecanismos de seguridad laboral. Y sería un seguro de desempleo la herramienta más importante, junto a otros apoyos. Se pueden bajar las indemnizaciones y aumentar el seguro de desempleo, pero sé que va a ser muy difícil. Lo de una cuenta para el trabajador ha funcionado más o menos en Brasil y en Chile, pero lo que pasó fue que cuando los empleados se quedaron sin trabajo, no habían hecho las prestaciones suficientes para ayudar en momentos de desempleo. Es otro problema de carácter político.
–¿Qué rol pueden tener los organismos internacionales?
–Pueden tener un papel muy importante. No tanto aportando dinero, porque los flujos privados de capital son mucho más importantes, sino, mucho más, con apoyo técnico.
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