
Ricardo Latour / asesor
Hace años me contrataron para evaluar un campo en la Cuenca del Salado. Su dueño, con orgullo, me mostraba sus vacas, que, a pesar de la gran genética, abortaban por falta de comida y quedaban ahí echadas por lo débiles que estaban. Hasta las pajas vizcacheras estaban arrasadas como si fuera "el piquete del consumo". La genética empieza por la boca. Si no les damos de comer a las pobres vacas, su respuesta será acorde. ¿Qué conclusión saco en el presente ciclo seco? Que las reservas son insuficientes, por supuesto. Que deberíamos suplementar cuando no alcanza. Que la condición corporal de los rodeos, principal reserva forrajera en ganadería extensiva, es un patrimonio por cuidar tanto como la sanidad. Y que la gente en general no ajusta la carga de su campo hasta que ya es demasiado tarde. Esperamos demasiado la lluvia que no llega. No me quedo sin pasto en invierno: cuando las lluvias de febrero no llegan, ahí me quedo sin pasto. Hay un tema fundamental que tomo en cuenta cuando planteo la carga de un campo, que es inexorable. Para producir un kilo de pasto expresado en materia seca, la planta forrajera necesita que "pasen" por su interior entre 800 y 1000 litros de agua, para poder fotosintetizar y respirar. Poniendo un ejemplo para la Cuenca del Salado, si con 800 mm tenía una receptividad de 0,75 vacas por hectárea, con 500 mm difícilmente pueda "aguantar" media vaca por hectárea en el mismo campo. En lo personal, hago ajustes de carga en los campos ganaderos con anticipación, para tratar de no tener sorpresas. Tengo que tener grasa en la vaca y/o rollos y/o efectivo para comprarlos o racionar.
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