Guerra de monedas: los inicios de un conflicto global
Los precios del Bitcoin se han estabilizado en los últimos días en torno a US$ 37.000 por unidad, lejos del máximo histórico de más de US$ 60.000, que alcanzó el mes pasado; la lógica que desarrolló la moneda virtual trastocará los sistemas financieros del mundo
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En diez años los criptoactivos pasaron literalmente de ser monedas digitales de gamers, a convertirse en el cambio fundamental del sistema financiero y conformarse como un elemento estratégico de cambio, que involucra a la geopolítica y a los principales reguladores internacionales.
La profunda crisis de confianza de las nuevas generaciones en estados, entidades financieras e instituciones de todo tipo, da un poder creciente a los sistemas descentralizados.
La tensión se encuentra en el temor por parte de gobiernos, multilaterales y bancos de una adopción masiva de activos digitales privados por una nueva generación de milennials que desconfían en la emisión descontrolada de los bancos centrales. China y los Estados Unidos son los primeros que han considerado esto. Es así como Michael Morell, ex director de la Agencia de Inteligencia Central (CIA) ha señalado la importancia de aprovechar al blockchain, a las fintechs y al Bitcoin como fuente altamente efectiva de recopilación de inteligencia y de lucha contra el crimen. La designación reciente de Michael Mosier como director de Fincen (el organismo más importante de prevención de lavado y financiamiento de terrorismo de los EE.UU.) lo demuestra. Mosier fue director de Chainalysis y es experto en análisis, compliance e investigación de criptomonedas y blockchains. La agenda es clara.
Los Estados han comenzado lentamente a entender los desafíos de estas nuevas tecnologías. Las regulaciones son difíciles de aplicar y no hay suficientes recursos humanos valiosos que puedan ser atraídos por los gobiernos.
Es la primera vez en la historia que monedas privadas y activos digitales desafían al poder tradicional. Un cambio profundo y exponencial basado en la tecnología y en la confianza.
El elemento de discordia se centra en la privacidad, vital para la aceptación de los sistemas de pago en la economía digital.
Todas las monedas de reserva global han durado unos 100 años. Primero el real español, luego el florín holandés, el franco francés, la libra esterlina y a partir de 1920 el dólar. La pregunta que todos se hacen es ¿Cúal será la próxima moneda de reserva global?
En el escenario actual todos los países han impreso dinero en enormes cantidades sin precedentes, para mantener sus economías a flote, tal como fue el caso de Estados Unidos, donde más del 20% de los dólares existentes fueron emitidos en 2020.
Las billeteras de siempre han sido reemplazadas por teléfonos inteligentes y los metales de las monedas y el papel billete han sido alternados por ceros y unos de mensajes digitales.
En Suecia más del 90% de las transacciones se hacen de forma instántanea con una plataforma llamada Swish. En China más de 800 millones de personas diariamente transaccionan en yuanes usando la plataforma WeChat. Unas 200 millones de billeteras virtuales existen para criptoactivos. Tanzania, Kenia, Bangladesh e India han logrado avances inéditos en el uso de pagos a través de teléfonos móviles.
Claramente el dinero del mundo y otros activos están en un proceso acelerado de desmaterialización, pero no todos los activos digitales son iguales. Existen distintas tecnologías que van desde sistemas centralizados a descentralizados, en donde las claves siguen siendo la confianza, la seguridad y la privacidad.
En la actualidad más de 20 Bancos Centrales se encuentran en proceso de creación de monedas digitales denominadas CBDC´s (Central Bank Digital Currrencies). Esto es la continuación del status quo monetario, con la enorme diferencia de que el uso de estas monedas permitiría a los Estados controlar el dinero que poseen las personas, su localización, las transacciones e inclusive deducir impuestos de una forma instantánea; o bien eliminar del sistema las tenencias de dicha moneda digital. Si el Estado considera a una persona o a una entidad como elemento que atenta contra sus intereses, puede congelar o remover de circulación sus activos en todo momento. Las CBDC´s hacen más eficiente la toma de decisiones en políticas monetarias y disminuyen los costos transaccionales. El elemento de discordia se centra en la privacidad, vital para la aceptación de los sistemas de pago en la economía digital.
En un punto intermedio encontramos a una clase de activos digitales no emitidos por bancos centrales. Se denominan monedas estables (stable coins). Las stablecoins más populares mantienen una relación 1 a 1 con el dólar, el euro, el oro, u otros commodities. Su adopción ha tenido un crecimiento espectacular pues se pueden transferir en instantes a cualquier punto del mundo con un costo ínfimo. En menos de dos años esta clase de activos han pasado la capitalización de mercado de los 80.000 millones de dólares, convirtiéndose en una plataforma de crecimiento global del ecosistema de las criptomonedas.
Las stablecoins más innovadoras funcionan bajo un esquema de caja de conversión pero sobrecolaterizado con criptomonedas.
Hoy, los sistemas descentralizados son los que lideran el cambio. Todos los activos digitales existentes son creados por una empresa, una fundación o el Estado con la excepción de uno: Bitcoin.
Su respaldo económico es la confianza de millones de personas, inversores institucionales, y lo que le da valor a todo bien: el mercado. A esto, se suma su respaldo técnico que son las matemáticas y el blockchain y un sistema de consenso realmente descentralizado. El Bitcoin es un activo digital que puede considerarse con total certeza escaso, y además posee liquidez global y es bastante anónimo.
Otro activo digital programable y descentralizado (en modo diferente a Bitcoin), pero con un potencial formidable, es el Ethereum. Sobre esta plataforma se han creado miles de otras criptomonedas. Es como una super computadora en expansión.
La profunda crisis de confianza de las nuevas generaciones en estados, entidades financieras e instituciones de todo tipo, da un poder creciente a los sistemas descentralizados.
Los ecosistemas de blockchain y cripto están muchos pasos adelante, e inclusive la industria se plantea sistemas de custodia de activos digitales en el espacio, usando nanosatélites y abriendo la puerta a una nueva industria prácticamente imposible de regular.
Aún no sabemos si el futuro les pertenece a las monedas digitales privadas o a las estatales. Lo más probable es que lo compartan, dependiendo del país y de quienes tomarán las decisiones frente a una industria que cambiará todo. Sobre lo que no hay duda es que en el siglo XXI los billetes y las monedas serán parte de museos y de colecciones privadas, como parte fundamental de la historia económica de las naciones.
Ex representante argentino ante GAFI. UIF Activos virtuales y director de Trustlink.io
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