Pragmatismo o friendshoring y apertura o proteccionismo, los clásicos dilemas en el comercio exterior argentino
No está claro el beneficio económico concreto para los distintos sectores locales por ingreso de la Argentina a las Brics a partir de 2024, pero el comercio ya existe con todos los países involucrados; sí se trata de un statement geopolítico de naciones que quieren sumar poder global, Rusia y China entre ellos
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¿De qué lado estás? Mientras el mundo profundiza dos modelos de gobierno opuestos relacionados, entre otras cosas, con la democracia o la falta de ella y el respeto por las indispensables libertades y garantías individuales que supone un estado de derecho, algunos analistas sugieren hacer pie en la economía a la hora del comercio. Pragmatismo puro.
De hecho, la Argentina ya comercia con los países que integran y van a integrar los Brics: Brasil y China son sus dos socios comerciales más importantes, aunque con el gigante asiático la balanza comercial negativa es muy alta, fueron US$9500 millones en 2022. India es otro socio clave, con exportaciones por US$4542 millones en 2022 e importaciones por US$1849 millones y muchísimo espacio para crecer en este país de 1400 millones de habitantes.
Con Arabia Saudita e Irán, entre otros países que son o serán socios, el comercio existe, pero es muy poco. Rusia es un caso aparte por las sanciones internacionales que pesan sobre este país, en guerra con Ucrania. El comercio bilateral es muy pobre: exportaciones por US$498 millones e importaciones por US$277 millones en 2022, pero es un importante mercado para los limones argentinos, por ejemplo, con ventas por US$27 millones el año pasado.
Mientras, se acentúa a nivel global el “friendshoring”, un concepto muy occidental para hablar del comercio entre países que tienen valores similares, pero no hay que engañarse. El pragmatismo prevalece cuando las papas queman.
“En este momento, los Brics están adquiriendo un tono de mayor peso geopolítico, sobre todo debido a la invasión de Ucrania y a las tensiones entre China y Estados Unidos. La Argentina, que tiene que resolver sus temas en los organismos multilaterales de crédito, manejados por occidente, se está poniendo del otro lado”, advierte Irma Arguello, presidenta de la Fundación Iniciativa Republicana.
Para Daniel Funes de Rioja, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), el acuerdo, del que se enteró al mismo tiempo que el resto del país, es “una novedad”. Si se sabía que en su momento se había pedido al banco de los Brics un apoyo financiero. “La Argentina ha tomado una posición contraria a la invasión rusa a Ucrania. Por otro lado, con respecto a Irán hay cosas que no han quedado debidamente clarificadas con respecto a los atentados terroristas que sufrió la Argentina. Es un tema que hiere no solo a la colectividad judía sino a todo el país”, comenta el empresario.
¿Apertura comercial?
La comunicación oficial habla de las ventajas para la Argentina del acuerdo, ya que los países que integran el bloque representan el 42% de la población mundial, el 30% del territorio mundial, el 23% del PIB y el 18% del comercio mundial. Sin embargo todavía no se conocen los términos económicos del acuerdo, si es que los hay.
El especialista en comercio internacional, Marcelo Elizondo, asegura además que si éste fuera un acuerdo comercial, no se podría llevar adelante porque el Mercosur lo impide y tendría que pasar, además, por el Congreso.
Si hubiera beneficios económicos (el presidente Alberto Fernández habló de integración y de abrir nuevos mercados), hay que tener en cuenta, a la hora del comercio, que deben ser para los dos lados; para ganar, hay que dejar (y querer) que el otro también gane. Esto no es un camino de ida, sino de ida y vuelta. Además, este país tiene una maraña de impedimentos, regulaciones, impuestos y trabas que dificultan tanto las importaciones como las exportaciones. ¿Por qué no empezar por aquí? “Hay que corregir la asimetrías internas que tiene la Argentina, porque de otra manera se abriría el comercio con las manos atadas desde el punto de vista laboral, regulatorio y fiscal. Los procesos de integración deben tener soportes financieros para la transición y tiempos de adecuación, en la medida en que el ingreso a los Brics implique un acuerdo también comercial, algo que todavía no está claro”, comenta Funes de Rioja.
Según las partes involucradas en el anuncio oficial, este acuerdo se estuvo trabajando desde por lo menos un año. Se trata de un contraste importante con las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea, que concluyeron en junio de 2019, y que habían sido iniciadas en 1995. Este pacto (del Mercosur con la UE) que. fue negociado con uñas y dientes por ambas partes, podría ponerse en marcha próximamente. El nivel de minuciosidad con que se detallan los puntos acordados para cada uno de los sectores productivos de ambos lados del océano es extremo. Para ello, se convocó a los representantes de cámaras y diversas entidades del sector privado y público, quienes dieron su opinión. En algunos casos, se les concedieron algunos años para adecuar su competitividad. Un abismo con respecto al veloz acuerdo de los Brics. Habrá que ver las condiciones y la letra chica, aunque por lo que se puede leer hasta ahora, el statement es más político que económico.
Tal como dice el analista Félix Peña, “lo que habría que hacer antes de que se formalice la incorporación de la Argentina a las Brics es juntar a las instituciones dedicadas al comercio para desarrollar un análisis de los impactos que puede tener esta acción para los próximos 5 años”.
“La Argentina, más que entrar a los Brics, necesita acuerdos de comercio. Tiene que urgentemente ponerse a aumentar sus exportaciones, generar condiciones de competitividad para que la industria exporte más e importar más para poder vender más al mundo y eso a través del Brics va a ser difícil de conseguir porque no es un acuerdo comercial”, opina Fernando Furci, a cargo de la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA).
Depender únicamente de las commodities, se sabe, es poco inteligente, porque hay componentes externos que no se pueden atenuar. Este año, el campo dio, una vez más, una muestra de que la fábrica a cielo abierto es riesgosa si es la única manera de recibir dólares del mercado. Se vio un impacto negativo de US$20.000 millones a causa de la sequía que no se recuperan, lamentablemente, con otras actividades por su falta de competitividad. Es el país todavía sin Plan B, aunque Brics comience con esa letra.

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