Los costos de ser vegano, paleolíticoo macrobiótico
Cada vez más personas optan por dietas especiales; el menú sube entonces su precio
Manuel Martí come por $ 1200 al mes; Mariano Caíno gasta en su ingesta mensual entre 2000 y 2500 pesos; Perla Herro destina unos $ 25 en medio kilo del equivalente a su pan, que es el arroz yamaní, y unos $ 85 en salsa de soja fermentada, mientras que Dolores Lezama desembolsa $ 700 solamente para su consumo básico de productos sin TACC (trigo, avena, cebada y centeno). Lo que marca la diferencia no es su poder adquisitivo, sino su elección alimentaria: el primero de ellos es vegetariano; el segundo, crudivegano, y la última, macrobiótica. A esta lista se le pueden sumar los veganos, paleolíticos (o, simplemente, paleo) y los celíacos, aunque estos últimos más que elección lo que tienen es una restricción por cuestiones de salud.
No es fácil hoy armar una reunión culinaria. Los tiempos han cambiado y hacer el tradicional asadito o las suculentas pastas puede traer más de un dolor de cabeza. Así como hay tribus urbanas que se caracterizan por sus gustos musicales o de indumentaria, hay muchas personas que se distinguen por su rutina alimenticia, que puede ir desde los que no comen nada que camine hasta los que no ingieren nada procesado o los que imitan la dieta del hombre de la era paleolítica.
Caíno es vegetariano desde hace 25 años, vegano desde hace 15 y crudivegano desde hace ocho. "Como alimentos 100% vegetales, locales y orgánicos", dice este diseñador y docente de cocina, que vive en Villa Devoto y tiene 39 años. "Una persona gasta mensualmente entre 2000 y 2500 pesos. A veces, un poco más, si comprás algo aparte. Principalmente comemos frutas [50%], hojas verdes [40%] y grasas [semillas, nueces, almendras, girasol]", detalla.
A la hora de hablar de la bebida, Caíno hace mucho hincapié en los licuados, porque, según explica, la mayor fuente de agua está en las frutas y las verduras. Más allá de lo que gasta en alimentarse, destaca que la mayor diferencia económica la ve en que no tiene que comprar remedios, no va al médico y casi no usa gas, porque no cocina, y sólo a veces calienta agua. "Quizá gastamos sólo $ 20 de gas", dice.
Manuel Martí es fundador de UVA (Unión Vegetariana Argentina) y cuenta que se podría hablar de un gasto de $ 40 por día. "Se trata de un menú ajustado, variado y saludable", comenta, al tiempo que aclara que él no es ovolactovegetariano (que son aquellos que comen huevo y lácteos).
¿Cómo es su menú? Desayuno: jugo o licuados de frutas naturales o leches vegetales con tostadas de pan integral y dulce. Almuerzo: cereales, legumbres y ensaladas, o pastas o milanesas de avena y verduras hervidas. La merienda es igual que el desayuno, y la cena, idéntica al almuerzo.
Perla Herro es macrobiótica, una forma de comer originaria de Japón basada en el principio de equilibrio del Ying y el Yang. No estima un total de lo que gasta, pero sí detalla el costo de ingredientes como el arroz yamaní ($ 25 el medio kilo); el miso, una pasta de cereal fermentada con soja orgánica ($ 70 el cuarto de kilo); mijo (29 el medio kilo); porotos aduki ($ 28 el medio kilo). "A pesar de estos valores, la dieta es económica, porque se ingieren pequeñas cantidades y no hay mucho desperdicio -dice-. El plato balanceado diario consta de cereal, verdura y sopa de miso."
Dolores Lezama tiene 28 años y hace cinco meses un estudio médico confirmó su celiaquismo. Se ve obligada a consumir alimentos sin TACC, algo que modificó sus hábitos, pero también su bolsillo, ya que los precios de estos productos son considerablemente más elevados que los comunes. "Sólo en lo que cubre mi consumo básico, debo gastar $ 700 por mes", confía. La obra social le reintegra $ 275 por mes y para eso debe completar un trámite y presentar los recibos. "Una caja de ravioles, que equivale a una porción, sale $ 50, al igual que cuatro figazzas", cuenta.
Otros no están obligados a cambiar su alimentación por una enfermedad, pero sí son impulsados por la convicción de que lo mejor es comer como lo hacía el hombre del Paleolítico; es decir, sobre la base de la recolección y la caza. "Nada de procesados", dice Lucas Llach, economista y practicante de la dieta paleo.
No es tanto qué comer, sino "qué no comer", explica Llach. Y lo que no comen básicamente es harina, sal, azúcar, lácteos y arroz. "Si hacés una dieta paleo con carnes variadas y mucho tubérculo, no se te hace tan caro. Alguno de los platos pueden ser puchero, que es la esencia de lo paleo. Los animales tienen cortes que muchas veces se desechan. Aprovechamos mucho los órganos, como hígado, corazón o riñones, que no son caros", argumenta Llach. "En postres, son comunes las uvas congeladas, que son como cápsulas de helados, no costosas", dice.
En los tiempos que corren es cada vez más difícil lograr el tradicional elogio de "un aplauso para el asador", pero con un poco de paciencia, información y dinero se puede llegar a dejar conformes a todos.