Olvidar las claves o las contraseñas ya no es un problema
Soluciones para gestionar la identidad en Internet y redes sociales
NUEVA YORK.- "Si quiere evitar que le roben la identidad, use claves largas que contengan dígitos, puntuación y nada de palabras reconocibles. Invente una clave distinta para cada sitio. Y cambie todas sus claves cada 30 días". ¿Estos comentaristas de seguridad alguna vez se escuchan a sí mismos?
Esos consejos son imposibles de seguir. Actualmente tengo nombres de cuentas y claves para 87 sitios (bancos, aerolíneas, blogs, comercios, correo electrónico, Facebook, Twitter). ¿Cómo puede alguien memorizar 87 claves complejas y largas?
Hay soluciones. La mayoría de los navegadores Mac y de Windows ahora ofrecen recordar las claves. Ese servicio no funciona en todos los sitios, y por lo general es de poca ayuda con teléfonos o tabletas. La única solución decente es instalar un programa de memorización de claves dedicado (como Roboform, KeyPass, LastPass, 1Password, y así siguiendo). La semana pasada, uno de los mejores fue perfeccionado: Dashlane.
Dashlane tiene dos recursos básicos. Primero es un memorizador de claves. Cada vez que tipea su nombre de cuenta y clave en una página y toca enter, aparece Dahslane, ofreciendo memorizar la información y llenar los casilleros correspondientes la próxima vez que quiera ingresar en ese sitio.
De hecho también ofrece loguear sin escribir su clave sino cliquear log in . De hecho, Dashlane acaba de eliminar por completo el bloqueo al ingreso. Cuando va a Facebook, Twitter o Gmail, simplemente cliquea el marcador y entra en el sitio.
El segundo recurso inmenso de Dashlane es aún más sorprendente. También puede llenar otros tipos de formularios de sitios en la red como nombre, dirección, número de teléfono e incluso la información de su tarjeta de crédito.
En las compras online sólo hay que cliquear en la ventana del número de tarjeta de crédito y Dashlane presenta imágenes de las tarjetas de crédito: Visa, MasterCard, American Express o lo que sea, e incluso PayPal.
Cuando se cliquea la que se quiere usar, Dashlane instantáneamente escribe el número de la tarjeta, el nombre, la fecha de expiración e incluso el código de seguridad, en las ventanas correspondientes. Cada vez que compra algo online se ahorra entre 30 segundos y cinco minutos.
Hasta aquí Dashlane parece diseñado al servicio de la comodidad y eso es así. Pero por supuesto que, detrás de escena, su meta es la seguridad.
Ningún sistema está totalmente libre de fallas. Pero Dashlane señala que jamás ve sus claves o la información de su tarjeta de crédito. Todo queda guardado en su propia computadora, codificado por el método de encriptado AES-256, una norma de código abierto aprobado por la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos.
Para abrir Dashlane tiene que ingresar su clave maestra así como un código que Dashlane envía por mensaje de texto al teléfono. Es molesto, sí, pero le amarga efectivamente el día a cualquiera que quiera adivinar o robar la clave maestra.
La versión 2.0 también agrega un panel de seguridad conveniente, que identifica claves reutilizadas y débiles. Hay versiones de Dashlane para iPhone y Android, que también son gratuitas.
El otro gran cambio en Dashlane 2.0 no es tan alegre. Es cierto, Dashlane puede sincronizar todas las claves entre computadora y celular por vía inalámbrica. Pero ese recurso ahora cuesta US$ 20 al año ¿Una tarifa anual? ¿De veras? Eso parece mucho de parte de una compañía que hasta ahora parecía llamativamente amigable con los clientes.
Pero nada es perfecto. Cada vez que Dashlane guarda una clave, también le pide que la ubique en una categoría (e-mail o medios sociales, por ejemplo) y que la asocie con una de sus direcciones de correo electrónico. La compañía dice que eso es conveniente -usted puede continuar y no prestarle atención- pero sigue siendo una molestia cada vez.
De todos modos, quejarse más que un minuto de las limitaciones de Dashlane es como quejarse de los impuestos al ganar la lotería. Ahorra tiempo, molestias infinitas y es gratis. ¿Qué más?
Traducción de Gabriel Zadunaisky
The New York TimesTemas
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