
Todo bicho que camina... puede ser un negocio
Moscas para controlar plagas, escarabajos para usar como alhajas o incluso grillos empaquetados para comer; los insectos se venden por gramos o en millones de unidades, y también se exportan

Los más osados viajeros se habrán animado a la entomofagia, es decir, al consumo humano de insectos. Sin embargo, además de formar parte de un nutriente almuerzo, pueden utilizarse para el control biológico de plagas y hasta como collares. Sí, existe un mercado de insectos.
En Mendoza, a 100 kilómetros de su ciudad capital, se encuentra la bioplanta del Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria de la provincia (Iscamen). ¿Qué se produce allí? Unos 200 millones de moscas por semana irradiadas con energía atómica, que se utilizan para controlar la mosca de la fruta en el territorio mendocino y patagónico. Desde aviones se lanzan paquetes con miles de machos esterilizados y así se evita que dejen descendientes al copular, algo que en la jerga especializada se denomina autocontrol de plaga. El modelo es referente en la región y la Argentina no sólo no es la excepción, sino que hasta exporta moscas a Brasil y a España.
Es que la Argentina está a la vanguardia en cuanto a las investigaciones relacionadas al control de plagas mediante el uso de insectos, una técnica que ya demostró tener una gran eficacia. El principal beneficio que se obtiene gracias este método de regulación es la prescindencia de agroquímicos.
El doctor Eduardo Botto investiga hace 45 años el asunto en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y resalta lo importante que es para la salud del consumidor y la integridad del medio ambiente. Sin embargo, su uso todavía no es masivo y existe una brecha con respecto a su aplicación.
"Falla la transferencia del laboratorio a la sociedad", sentencia Guillermo Cabrera Walsh, doctor en Biología y director de la Fundación para el Estudio de Especies Invasivas (Fuedei). Por ese motivo, muchas veces es el mismo Estado el que directamente provee estas soluciones a los productores.
Un gran potencial
Si bien el mercado a nivel local aún es pequeño, en Burzaco existe la primera bioplanta de abejorros polinizadores, clave en el proceso de fertilización de muchas plantas. Luego de cinco años de investigaciones, la alianza Brometán-Biobest logró la comercialización de estos insectos y hasta su exportación a Uruguay, con planes de hacer lo mismo a otros países de la zona.
El packaging es semejante al de una caja de zapatos de doble piso y allí dentro hay una reina madre y 100 obreras. ¿Cuánto cuesta? Unos 350 dólares. Son casi 35 pesos por abejorro. "Para un buen tratamiento se necesitan entre seis a 10 colmenas por hectárea", explica el ingeniero Pablo Raimondo, gerente general de Brometán, quien añade: "Permiten, por ejemplo, que los tomates o arándanos sean más pesados y con una mayor calidad".
Existe otra biofábrica en la región que está en Chillán, a alrededor de 400 kilómetros al sur de Santiago de Chile. Se trata de BioBichos, que llega a producir un millón de avispas sin aguijón al mes para combatir la polilla del tomate o de la manzana. Sin embargo, su especialidad son unos insectos denominados crisopas (una especie de mosca verde de ojos dorados que habita especialmente en zonas de gran vegetación y agrícolas), de los que llegan a tener casi dos millones al mes. Se venden a US$ 145 los 10.000 huevos, incluye el transporte y la aplicación. "El gran problema es la corta vida, porque a veces no llega a la semana", relata Marcos Gerding, fundador de la compañía.
Los insectos son parte de la diversidad de la naturaleza, pero también pueden ser introducidos para mejorar la productividad de hortalizas o estar presentes -literalmente- en el plato. En Oaxaca, al sur de México, hay puestos callejeros que ofrecen a los gritos: ricos, crocantes chapulines (grillos) con limón y sal. Un "biocanapé" que puede incorporarse a la dieta de alguien poco impresionable. La recolección es artesanal, se venden por peso e incluso se consiguen por Internet. El precio es de unos $ 20 los 100 gramos.
Claro que la ingesta de insectos es una costumbre milenaria que se mantiene en algunas culturas y que llamó la atención de Neil Whippey, un británico que decidió fundar Grub para venderlos empaquetados, listos para el consumo humano. Los comercializa a través de su página de Internet en llamativos paquetes transparentes de 45 gramos. Los grillos se consiguen por US$ 16, mientras que los bocaditos de chocolate con grillos están a 7 dólares. En todos los casos aclara que, una vez abierto el paquete, hay que consumirlo antes del mes; e incluye recetas para innovar a la hora de la cena.
Collar de escarabajos
De todas maneras, no hace falta ingerir insectos para estar en contacto con ellos. Una de las leyendas mayas más conocidas cuenta la historia de una princesa enamorada de un guerrero que fue convertido en escarabajo. De ahí deriva el uso de insectos vivos con incrustaciones como colgantes. Se los conoce como makesh y se los puede encontrar, entre otros lugares, en la península de Yucatán, al sudeste de México.
Son -ni más ni menos- que escarabajos vivos con piedras fijadas en su caparazón y con una cadena para poder usarlo alrededor del cuello. Aunque despertó el reclamo de varias asociaciones ecologistas, aún se consiguen en mercados informales y en negocios como Esencia Maya, en Mérida (España), que los vende entre US$ 7 y 14 dólares.
Pueden ser parte de la cena, hacer las veces de alhajas o tener un rol fundamental para controlar una plantación de tomates. Para algunos, los insectos pasan desapercibidos; para otros, son causa de fobias. Pero lo cierto es que ya tienen precio. Y todo bicho que camina... puede ser un buen negocio.
350
Dólares
Abejorros polinizadores
Es lo que cuesta una colmena compuesta por una reina y 100 obreras. Se calculan de 6 a 10 colmenas por hectárea