Nuevas fronteras en salud mental
Es necesario derribar estigmatizaciones y avanzar hacia la promoción del derecho a una vida sana, empezando por reglamentar la ley nacional
Como cada 10 de octubre, celebramos hoy el Día Mundial de la Salud Mental. La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en junio pasado el más grande informe de los últimos 20 años sobre el tema. Ya para 2019 el mundo albergaba a unas mil millones de personas con algún tipo de trastorno –mayoritariamente depresión y ansiedad–, un escenario preocupante sobre el que se montó la pandemia.
Se estima que solo en el primer año de crisis sanitaria hubo un 35% de incremento en patologías de esta clase, con un 66% de aumento también en el gasto en medicación antidepresiva. Los profesionales reconocen que los efectos devastadores de un fenómeno como el que atravesamos se prolongarán inevitablemente por años, lo cual confirma la importancia de estar mejor preparados para canalizar estas problemáticas.
Ya para 2019 el mundo albergaba a unas 1000 millones de personas con algún tipo de trastorno, mayoritariamente angustia y depresión
Por fuera de los limitados presupuestos asignados por la mayoría de los países a la atención de esta grave cuestión, que no supera el 2%, no es menor que haya también que ocuparse de la escasez de personal sanitario especializado en estas delicadas patologías. Cuando una persona experimenta fallas en los mecanismos de adaptación y no encuentra alternativas, no hay tiempo que perder de cara a evitar situaciones trágicas. Conocer y detectar los síntomas aleja las posibilidades de atender y prevenir un eventual suicidio. Hablar permite canalizar las emociones y reducir la tensión psíquica que amenaza la vida de quien atraviesa un cuadro tan doloroso. En la Argentina hablamos de unos 12 mil pacientes identificados por el censo 2019 que todavía aguardan junto a sus familias la reglamentación completa de la controvertida ley aprobada en 2010.
Ante el encierro impuesto por el Covid, a todos nos consta que la tecnología cobró mayor dimensión en distintos frentes. Así como las redes fueron instrumento de conexión entre las personas aisladas, en China por ejemplo se usó la inteligencia artificial para encontrar en ella señales que evidenciaran riesgos para la salud mental de las personas.
Se calcula que hay más de 10 mil aplicaciones disponibles para lidiar con problemas de salud mental, 24 horas al día, los siete días de la semana. Las fronteras se corren día tras día en estos campos y se encienden los debates en torno a su calidad y la afectación a la privacidad y seguridad de los pacientes cuando los algoritmos ganan protagonismo.
Se estima que, solo en el primer año de pandemia, hubo un 35% de aumento en patologías de esta clase
Todo indica que progresivamente podrán incluso ser robots los que se sumen a la tarea de evaluar y tratar muchos problemas de salud mental, planteando nuevos desafíos a los gobiernos que habrán de fijar las normas en torno a tan delicadas cuestiones éticas. La OMS insiste en que las necesidades son altas y las respuestas insuficientes o inadecuadas. Aunque hoy pueda parecer lejano o dudoso, lo cierto es que no debemos descartar que la tecnología pueda acercar, también en el campo de la salud mental, un montón de beneficios para la humanidad.
Entre nosotros, la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) propone actividades en un marco de reflexión que busca profundizar el conocimiento de la ley nacional cuyo cumplimiento debe exigirse, derribar prejuicios y generar consensos para instalar el tema en agenda, dejando de lado las estigmatizaciones y promoviendo que el derecho a la salud mental sea una realidad sin más demoras.
LA NACION