El experto alemán que fue fustigado y odiado por sus estrictas reglas y que ahora lidera la lucha contra el coronavirus
Karl Lauterbach, al frente del Ministerio de Salud, es un famoso epidemiólogo cuya tarea más urgente será convencer a miles de alemanes a inocularse contra el virus
BERLÍN.- Más allá del flamante canciller, una de las figuras del nuevo gobierno de Alemania que más atención concita es el ministro de Salud, un médico conocido en todo el país que ha recibido amenazas de muerte por sus consejos draconianos para el manejo de la pandemia.
Su nombre es Karl Lauterbach, un hombre de 58 años títulos de salud público y epidemiología de la Universidad de Harvard que durante la pandemia se convirtió en el equivalente alemán del norteamericano Anthony Fauci, por su presencia contante en la televisión y en las redes sociales de su país. Se hizo conocido por sus recetas estrictas sobre el modo en que Alemania debía protegerse de la propagación de la enfermedad.
De hecho, antes de su nombramiento, hubo una campaña en Twitter que bajo el hashtag “queremos a Karl” reclamaba su designación al frente de la cartera de salud.
Ahora Lauterbach controla el gigantesco Ministerio de Salud y su presupuesto de 56.000 millones de dólares, mientras Alemania enfrenta una nueva ola de contagios e internaciones por coronavirus, y la perspectiva de más casos por la variante ómicron. El viernes, el Parlamento alemán aprobó la ley de obligatoriedad de la vacuna para todos los trabajadores de salud, que entrará en vigor el 15 de marzo.
“La obligatoriedad de la vacuna es necesaria porque es totalmente inaceptable que al final del segundo año de la pandemia, la gente que vive en hogares de ancianos muera innecesariamente porque los encargados de cuidarlos no se quieren vacunar”, dijo Lauterbach ante el Bundestag, el Parlamento alemán, en defensa de la ley.
La tarea inmediata de Lauterbach es lograr la aplicación de 30 millones de vacunas más antes de fin de año —ya sean primeras dosis, segundas o refuerzos—, una meta que se propuso el gobierno anterior y que el actual ministro se comprometió a cumplir.
Lograrlo es tanto un tema logístico —el ministro es responsable de hacer llegar las dosis a los gobiernos locales— y de decisión política. Y con los índices de vacunación muy por debajo de la cota necesaria para alcanzar la inmunidad de rebaño, nadie descarta una ley que obligue a vacunarse a la población en general.
Hasta ahora, el 71% de los alemanes recibieron al menos una dosis de la vacuna, pero el movimiento antivacunas sigue siendo muy fuerte y organiza protestas con regularidad. Hay encuestas de opinión, sin embargo, que muestran un aumento del apoyo a la vacunación obligatoria. Según uno de esos sondeos, la aprobación a la vacunación compulsiva supera el 57%.
En Alemania, las medidas de cumplimiento obligatorio son polémicas, y los detractores de Lauterbach dicen que sus predicciones sobre la pandemia pueden ser exageradas, y lo cierto es que algunas de ellas lo han sido. Tuvo que desdecirse, por ejemplo, de su oposición a los eventos deportivos incluso sin público, y esa era apenas una de las muchas medidas draconianas que defendía hasta hace unos meses.
A pesar de la experiencia y eminencia de Lauterbach, al principio no era seguro que se quedaría con el cargo, y según los medios alemanes, los líderes partidarios temían que su estilo sin concesiones fuese una señal de que no sabía trabajar en equipo.
Sin embargo, en noviembre Lauterbach demostró ser capaz de alinearse, con su apoyo al proyecto de ley que reemplazó la legislación existente sobre cuarentena y confinamientos por nuevos requisitos de vacunación e hisopados, una medida que iba a contramarcha de sus posiciones pasadas.
“La ley que da por terminada la emergencia sanitaria contiene muchas medidas que ayudarán a los gobiernos locales a abordar la pandemia”, dijo en ese momento en el programa político de entrevistas de Markus Lanz.
El cambio generó cierta confusión y retrasos en la implementación de la nueva reglamentación, y los gobiernos locales tuvieron problemas para encontrar una base legal que les permitiera responder a la cuarta ola de contagios, que ha marcado un récord, con decenas de miles de contagios diarios. La legislación aprobada el viernes reinstauró muchas de aquellas medidas.
En la conferencia de prensa que siguió a la jura y toma de posesión del cargo del miércoles, Lauterbach prometió que será la ciencia la que dicte la política sanitaria. “Como yo la veo, la política sanitaria solo puede tener éxito cuando se basa en la evidencia médica”, dijo el ahora ministro.
Sin embargo, Jonas Schmidt-Chanasit, virólogo del Instituto Bernhard Nocht de Medicina Tropical, advierte que no hay que enfatizar tanto los antecedentes científicos de Lauterbach, sino recordar que actualmente es un político.
“No hay que olvidar que hoy es un político, y discute con intenciones políticas”, dijo Schmidt-Chanasit. “Y la separación entre la ciencia y la política es crucial, porque obviamente existe un conflicto de intereses.”
Schmidt-Chanasit advierte que Lauterbach, por ejemplo, puede terminar respaldando las posiciones del Partido Socialdemócrata (SPD) aunque no concuerdan con su formación científica.
La pandemia es solo uno de los graves problemas sanitarios que aquejan a Alemania. El país enfrenta el envejecimiento de su población, escasez de enfermeras, hospitales financieramente al límite, falta de recursos para la investigación y la salud pública, y una imperiosa necesidad de digitalizar la información, sin mencionar los problemas salariales y de condiciones laborales en el sector de la salud.
“El ministro de salud carga con todo ese fardo. Después del canciller, es uno de los trabajos más desafiantes, y no solo por la pandemia”, dijo Ulla Schmidt, legisladora jubilada del SPD y última ministra de salud de ese partido, cargo que ocupó de 2001 a 2009.
Por William Glucroft
Traducción de Jaime Arrambide
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