Las sanciones y EI acercaron a Irán a sus enemigos de siempre
Desde la revolución islámica de 1979, que depuso al último sha de Persia, las relaciones entre Occidente e Irán estuvieron marcadas por una extrema tensión. Pero el surgimiento, el año pasado, del grupo jihadista sunnita Estado Islámico (EI), antagonista tanto de la teocracia chiita como del resto de la región, y el efecto sostenido de las sanciones impuestas desde 1996 al parecer sentaron las bases para el deshielo de las relaciones entre Teherán y Washington
De esta manera, las negociaciones para llegar a un acuerdo nuclear con Irán se convirtieron en una de las prioridades de ambos países, que nunca estuvieron tan cerca de lograr un acuerdo a pesar de la oposición del gobierno de Israel.
"Un arreglo con Irán ayudaría, en teoría, a limitar su programa nuclear. Pero lo que más podría proveer es alivio, a través de la quita de sanciones, para Teherán y de parte de Washington", dijo David Rothkopf, editor de la revista Foreign Policy, en un reciente artículo. "Y eso ayudaría a derretir el hielo de las relaciones entre Estados Unidos e Irán", agregó.
En este contexto las sanciones tuvieron un efecto negativo, especialmente en la economía de Irán, que depende fuertemente de las exportaciones de un petróleo que acumula importantes bajas desde hace un año. El embargo para la venta de crudo iraní y compra de alimentos generó una baja sostenida de sus ingresos, escasez y una depreciación del rial, la moneda nacional.
La inflación, que llega al 23%, y el auge de un mercado cambiario en negro son otros efectos de los últimos tiempos. Se suman, así, al delicado estado de una economía con casi un 15% de desempleo y un 20% de la población bajo el nivel de pobreza, según estimaciones no oficiales citadas por el Banco Mundial.
Sin embargo, la llegada a un acuerdo entre ambos países no asegura la quita de todas las sanciones, si no de aquellas instaladas para contener su desarrollo nuclear a partir de 2005 y aumentadas en 2012. Para Teherán, sin embargo, esta quita ya sería un alivio.
Por su parte, el presidente Hassan Rohani, un clérigo moderado que prometió revertir los problemas económicos, reemplazó en 2013 al más combativo Mahmoud Ahmadinejad, y desde entonces se concentró en las negociaciones para levantar las sanciones e incluso realizó un viaje a Estados Unidos, la primera vez para un mandatario iraní desde 1979.
Para avanzar en esta negociación, Rohani tuvo que aceptar poner limitaciones a la producción de uranio enriquecido y negar consistentemente que esté persiguiendo fines militares, algo que sectores más duros en Irán rechazan.
Por otro lado, Teherán trata de mostrarse como un actor valioso en la lucha contra EI y la estabilidad de Irak. "Estados Unidos e Irán tienen muchos y profundos conflictos, pero comparten un interés común en establecer un gobierno central estable en Irak", dijo a LA NACION Aron Lund, analista y editor del portal Syria in Crisis del Carnegie Endowment for International Peace. "Estados Unidos ha aceptado que ese gobierno estable deberá ser chiita y permanecerá bajo influencia de Irán."
En tiempos de Saddam Hussein, minorías chiitas y kurdas, entre otras, fueron brutalmente reprimidas en Irak. Desde su derrocamiento en 2003, y en el posterior caos, Irán, de mayoría chiita, apoyó a diferentes fuerzas políticas y milicias de esta denominación.
"Irán, por su parte, aceptó que Estados Unidos seguirá siendo un actor importante en la política iraquí, impidiendo que Bagdad sea controlada por Teherán. Éste es un arreglo con el que ambos pueden vivir", agregó.
Desde el comienzo de la ofensiva de EI, en junio de 2014, grandes porciones de Siria e Irak cayeron bajo su control. Una coalición internacional liderada por Estados Unidos lleva adelante ataques aéreos sobre el grupo extremista, pero el combate terrestre ha sido mayormente encarado por los ejércitos y milicias sirias e iraquíes.
Importancia geopolítica
Por otro lado, Irán es una de las pocas potencias extranjeras que participan activamente con fuerzas especiales en ese combate. "Irán tiene una importancia geopolítica en Medio Oriente respecto de grupos extremistas", dijo LA NACION Khatchik Derghougassian, profesor de seguridad internacional en la Universidad de San Andrés. "[El país] se torna importante para contener el extremismo sunnita, que a su vez puede ser visto como un intento por contener la expansión de Irán", agregó.
Pero el acuerdo nuclear todavía no fue cerrado y muchos, como el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, están decididamente en contra de un acercamiento, como mostró ayer éste ante el Congreso norteamericano.
La normalización de relaciones con Irán también es rechazada por otros polos de la región, especialmente Arabia Saudita, con quien mantiene una enemistad desde la revolución islámica del 79.
"Es probable un escenario de levantamiento de sanciones y una especie de normalización de las relaciones con Estados Unidos, incluyendo visitas oficiales", dijo a LA NACION la especialista en Medio Oriente Madawi Al-Rasheed, de la London School of Economics and Political Science.
"Esto definitivamente será considerado por los sauditas como una pérdida de su posición particular como único aliado de Estados Unidos en la región", agregó.
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