Paul Marcinkus, el "banquero de Dios", murió en EE.UU.
Fue un oscuro personaje del Vaticano
ROMA.- A los 84 años, murió anteanoche "el banquero de Dios", el arzobispo norteamericano Paul Marcinkus, uno de los sacerdotes más poderosos y controvertidos que haya trabajado junto a un papa y uno de los grandes testigos de las oscuras tramas entre el Instituto para las Obras Religiosas (IOR) y el Banco Ambrosiano.
Famoso por haber quedado en el centro de uno de los escándalos más graves de la historia de la Iglesia Católica -el colapso del Banco Ambrosiano, en los años 80-, Marcinkus murió en Phoenix, Arizona, según anunció ayer la diócesis de esa ciudad al Vaticano.
De ancestros lituanos, Marcinkus nació en Cicero, cerca de Chicago, el 15 de enero de 1922. Sacerdote desde 1947, fue uno de los hombres de confianza de Pablo VI y de Juan Pablo II, a los que les organizaba los viajes (estuvo junto a Karol Wojtyla en la Argentina, en 1982).
De altura imponente -1,90 metros- este prelado, que estuvo a punto de ser purpurado si no hubiera sido por el "crack" del Banco Ambrosiano, era amante de los cigarros cubanos y del golf, que en los últimos años jugaba en Sun City, el suburbio de las afueras de Phoenix, adonde se había retirado en 1991. Allí, también se lo veía en la pequeña parroquia de San Clemente. Desde hace tiempo, sufría de problemas cardíacos.
Como guardaespaldas de Pablo VI, después de impedir en el aeropuerto de Manila, en 1970, que un desequilibrado intentara apuñalarlo, la prensa italiana empezó a llamarlo "gorila". Personaje que no cabía en los esquemas del Vaticano, en donde permaneció cuarenta años, "generoso y siempre de buen humor", luego de haber trabajado en la sección inglesa de la Secretaría de Estado -puesto en el que llegó a comprender a la perfección cómo funcionaba la compleja "máquina" curial-, Marcinkus pasó a ser secretario del IOR.
Designado obispo en 1969, alcanzó el ápice del poder como presidente del IOR, conocido como el Banco del Vaticano, entre 1971 y 1989, cargo por el cual tuvo bajo su control las finanzas de la Iglesia Católica. "No se puede llevar adelante una Iglesia con avemarías", dicen que respondió, cuando se le insinuó que estaba más concentrado en las cifras que en las cuestiones espirituales.
Eficiente y determinado
Con un estilo eficiente y determinado de manager, Marcinkus había conquistado rápidamente la confianza de los mayores centros internacionales del poder financiero. Su obsesión era la diversificación internacional de las inversiones.
En 1982 fue involucrado en el colapso del Banco Ambrosiano (por un valor de 1300 millones de dólares), institución con nexos cercanos al IOR, en una intrincada trama de operaciones fraudulentas, lavado de dinero de la mafia, en la que también tuvo que ver la famosa logia masónica P2, de Licio Gelli. Sin embargo, nunca fue arrestado, ya que los miembros de la Santa Sede poseen inmunidad.
Juan Pablo II -bajo cuyo papado fue presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la ciudad del Vaticano- debió pedir su alejamiento cuando el escándalo salió a la luz.
Fue vinculado con el banquero italiano Michel Sindona y el propio director del Banco Ambrosiano, Roberto Calvi; dos personajes asesinados en forma oscura.
Golpeado por el "crac" del Ambrosiano, el 30 de octubre de 1990 el arzobispo Marcinkus presentó su renuncia a Juan Pablo II. "Siento la necesidad de volver al trabajo pastoral. El ministerio pastoral siempre fue mi aspiración", le escribió al pontífice polaco, antes de retirarse a Sun City, un suburbio de Phoenix, Arizona.
Después del escándalo, Juan Pablo II reformó el IOR, criticado por su excesiva independencia en tiempos de Marcinkus, que hoy es manejado por un consejo de cardenales.
Marcinkus, que en un libro fue vinculado con un supuesto complot para asesinar a Juan Pablo I, siempre negó los cargos en su contra. "He sido acusado de asesinar a un papa y de estar envuelto en el caso del Ambrosiano. Ambos cargos son absolutamente infundados. Me repito a mí mismo que quizá sea la forma en que Dios tiene de asegurarse de que yo ponga mi pie en la puerta del paraíso. Si pongo mi pie, no puede cerrarme la puerta".
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