Se trata de Martín Kodama, uno de los cinco herederos de Jorge Luis Borges, sobrino de María Kodama, a quien su muerte, el año pasado, le cambió la vida
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“Mi apellido es Kodama, aunque no lo creas, yo soy japo”, así se presentaba Martín Kodama ante clientes incrédulos que lo miraban atender en un restaurante japonés, intentando adivinar algún rasgo asiático en él. No pasaba demasiado hasta que llegara la inevitable pregunta. “¿Sos algo de María Kodama?”. “Sí, es mi tía”, respondía Martín, quien se convirtió en una de las personas más buscadas en marzo de 2023 cuando falleció la escritora y traductora, a los 86 años. Entonces se supo que la heredera de Jorge Luis Borges tenía a su vez cinco sobrinos herederos. Y Martín era uno de ellos.
-¿Cuál era tu parentesco con María Kodama?
-María era nuestra tía. Le digo María porque siempre la llamamos así... Ella era la hermana de mi papá, Jorge Kodama. Papá, como ella, nació en Argentina. Falleció en el 2017, el 17, la desgracia... Mi viejo viejo trabajó en la AFIP, no era contador, pero casi. Mi mamá, María Luisa Massini, es argentina. Nos criamos en Capital Federal. Típica familia de clase media, con el colegio a la vuelta de casa. Nunca fui el mejor alumno, para eso estaba mi hermana Victoria, que es abogada, que fue abanderada todo el tiempo... Encima, como iba un grado después que yo, todos le decían “no serás como Martín, ¿no?”. Lo mí no eran los libros, era demostrarles después. Mis hermanos y yo nacimos y crecimos cerca de la casa de María, en la calle Juncal.
-¿Les preguntaban por su relación con Jorge Luis Borges?
-En el colegio, todos. Cuando murió Borges, en 1986, fue cuando más querían saber. En aquel entonces era como decir “Maradona”, todos sabían quién era María Kodama, ahora ya no tanto... Pero tampoco es que vas, te parás y decís “Es mi tía”. Y tampoco es que leí Borges especialmente, cuando murió yo tenía unos ocho, nueve años. Hoy tengo 47. Sí, siempre parecí menos. Ahora está bueno, pero cuando era chico no. Pensá que cuando tenía 18 años, decían que tenía 13. Nací en Capital Federal, soy el segundo de cinco hermanos. Mariana es la más grande, vengo yo, después Vicky, Matías y Belén, que es la más chica.
-María Kodama era una estudiosa constante, ¿seguiste su camino?
-Sí, estudié, soy fotógrafo. Trabajé como fotógrafo para varios lugares, para el Gobierno de la Ciudad, para los shoppings, para Coto. En casa, para ellos que yo haya estudiado fotografía era un montón. Yo iba a clases de teatro, me tiraba más el arte. Por entonces tenía el pelo largo hasta la cintura. Mi viejo odiaba eso y los tatuajes. Imaginate, en Japón no gustan los tatuajes. Nunca me quiso enseñar cuál era el emblema familia para evitar que yo me lo tatuara.
-¿Qué recordás de tu abuelo?
-Mi abuelo, Yosaburo, era fotógrafo de sociales y trabajó en la revista El Hogar. Y se ve que revelaba los rollos, por que mi papá y María decían que era químico. Le gustaba el billar, jugaba en los 66 Billares, en la Avenida de Mayo.
-¿En tu familia mantenían la cultura japonesa?
-No, no teníamos relación, ni se hablaba el japonés. Pero en casa papá nos decía que Japón y sus tradiciones eran un sueño. Me acuerdo que cuando empezó a imponerse el sushi en Buenos Aires, en los 90, mi viejo comía y le encantaba. Cada vez que pasaba, mi viejo se quedaba hablando especialmente con el de la tintorería de la vuelta. Para él Japón estaba bien arriba.
-¿Cómo siguió tu vida?
-Trabajé como fotógrafo hasta 2011, hacía sociales. También coberturas de ceremonial y protocolo para la Ciudad de Buenos Aires. No siempre estuve así, con look rockero: a veces tocaba usar traje. Le saqué fotos al rey de Marruecos cuando Aníbal Ibarra era el jefe de Gobierno. Después me casé y como mi chica era de zona sur, de Lanús, me vine a vivir acá. Hoy estoy divorciado, pero me casé con papeles, tuve tres hijos (León de 14, Ciro de 13 y Gael de 9 años), casa, perro y me puse una juguetería. ¿Cómo llegué a la juguetería? Yo trabajaba en un estudio de fotografía Kodak en Belgrano, que me quedaba lejos, y mi cuñado importaba juguetes... Llegué a tener dos jugueterías muy grandes en Lanús. Y después, cuando fue el furor de las cervecerías, allá por 2017, abrí una cervecería y la pasé muy bien. Venían Duki, vino Cazzu, fue un furor. Fue mi época nocturna.
-¿Cuando incursionaste en la gastronomía japonesa?
-En la pandemia cierro el bar, me retiro y vuelvo a vender juguetes por Internet. Cuando volvieron a abrir los comercios cayó la venta online. Entonces vi un aviso del restaurante El Quinto, de Quique Yafuso, que necesitaban personal. Envié mi currículum y cuando fui a la entrevista conocí a Quique, también nikkei, descendente de japoneses como yo, y eso lo cambió todo. Llegué, me senté y me dijo “te llamo por tu apellido”. Ahí hicimos conexión. A él le llamó la atención que fuera Kodama, reconoció el apellido japonés, y empezamos a hablar. Me preguntó, obviamente, por María. Le dije “sí, es mi tía” y me contó que ella iba a comer al lugar. Ahí empecé.
-Un nikkei en un lugar de sushi, no puede ser casulidad.
-Me dijo “voy a apostar por vos” y arrancamos. Fui gerente y ahí di mis primeros pasos en la gastronomía japonesa, en 2022. Hacía dos turnos porque necesitaba plata para poder mudarme a Capital y estar más cerca del trabajo. Ayudaba en El Quinto, también su restaurante Haiku, e iba aprendiendo todo. No me quedé quieto ni un segundo. Me metí en la cocina y aprendí todo, desde hacer los pedidos hasta el más mínimo detalle de la gastronomía. Al mismo tiempo, iba conociendo más sobre mis raíces japo.
Me acuerdo que una vez estábamos en el local y vino a comer un escritor especializado en Borges. Se sentó justo con un libro suyo en la mano. Yo, que hablo con todo el mundo, le dije “ése es mi tío”. Si, aBorges le decíamos “tío”. “Ah, vos sos sobrino de María Kodama”, me respondió. ¿Ves? La gente que conocía a Borges sabía de nuestra existencia.
Los herederos y conexión Japón
María Kodama nació en Buenos Aires el 10 de marzo de 1937. Hija del químico japonés Yosaburo Kodama y de María Antonia Schweizer, de ascendencia suizo-alemana, inglesa y española. Una orgulllosa nikkei -como se denomina a los descendientes de japoneses- de segunda generación que solía participar de eventos de la colectividad. La escritora incluso llegó a explicar que, aun cuando era porteña, se sentía japonesa. “Uno no es del lugar donde nació, sino del lugar donde fue educado. Y mi padre, que nació, se crio y educó en Japón, puso todas esas reglas en mi cabeza. Por lo tanto, por educación, soy japonesa”, aseguraba.
El 26 de abril de 1986, María Kodama se casó con Jorge Luis Borges. El matrimonio duró unas pocas semanas: el 14 de junio, el aclamado escritor falleció en Ginebra, Suiza. Se llevaban 38 años. Kodama, siempre discreta y moderada, murió el domingo 26 de marzo de 2023, a los 86 años. Muchos se sorprendieron al saber que tenía un hermano, e incluso cinco sobrinos. Y así como María Kodama fue la heredera universal de Jorge Luis Borges, su “samurái”, la guardiana de sus escritos y de sus derechos, tras su muerte fueron sus sobrinos quienes heredaron toda la obra.
-¿Cómo era María Kodama?
-Era copada. Teníamos una relación normal, no es que mi viejo y ella estaban peleados ni nada. Es más, el año que falleció mi papá, María le dedicó un libro. En “Relatos”, que trata sobre un joven samurái, se lee “A Simio con todo mi cariño”. No se por qué pero lo llamaba ‘Simio’... Recuerdo que dos días después de que falleció mi viejo hicimos juntos el trayecto en auto hasta donde estaba enterrado. Hablamos mucho, era una copada. Nos pusimos a charlar del bar del subte que le gustaba, de música, porque ella vivía cerca del Shamrock... En su casa tenía anotados nuestros cumpleaños.
-Al morir María, sacaron a relucir su nexo japonés y se dijo que le dejaría parte de sus bienes a la Universidad de Sofía, en Tokio, ya que hasta entonces no se le conocían herederos.
-Para nosotros, ella solo era la hermana de papá. Yo de eso, no se nada, pero al pensarlo, yo creo que María era una persona que sabía de papeles, de documentos y todo. Que si decidió esto, es que porque ya lo había pensado así.
-Hubo interés internacional. Incluso en el entierro se comentaba que María no tenía herederos. Evidentemente, no los vieron.
-No fuimos. Me acuerdo, incluso, que ese día fue mi cumpleaños. Sí fuimos a las misas... Pero hoy todo eso lo manejan mis hermanos. Yo trato de mantenerme fuera y de no mezclarlo con la Fundación.
-¿Les había anticipado algo sobre sus últimos deseos?
-En la familia no hablaba de eso, nadie. En casa mismo no se hablaba de la muerte, era un tema tabú, no sé si por budismo o qué, pero se miraba para adelante y se disfrutaba la vida. Porque ponerte a hablar de un testamento es ponerte a pensar en tu propia muerte.
El día que Kodama se transformó en omakase
María Kodama era muy cuidadosa de los derechos de autor, el copyright de Borges y de su nombre. Él incluso decía que ella era su “samurái”. Tras la muerte del escritor, se encargó de difundir su obra y de cuidar su legado. Hoy es labor de sus sobrinos cuidar del suyo. “Todo eso queda en manos de mis hermanos, que saben y lo están haciendo muy bien”, asegura Martín.
Martín Kodama, mientras tanto, emprende una nueva etapa en su vida. La apertura de su propio restaurante japonés, Kodama Omakase, en Banfield, lo mantiene ocupado a tiempo completo. “Decidí volverme al barrio para estar más cerca de mis hijos”, explica mientras recorre el lugar, ubicado en un primer piso.
- ¿Qué pensaría tu tía, tan cuidadosa del copyright, al ver que abriste un restaurante de sushi?
-No lo pensé, buena pregunta, pero creo que lo vería bien. Le gustaba la gastronomía.
-¿No dirán que al ponerle “Kodama” te estás aferrando al nexo con tu tía?
-No, porque su apellido también es el de mi viejo y el mío. También lo hablamos con mis hermanos, les pregunté qué les parecía. Incluso hablamos sobre dar esta entrevista, porque somos bajo perfil, pero todos dijeron que sí. Hoy siento que abro Kodama Omakase como una suerte de homenaje a mi padre y a nuestras raíces japonesas. Una conexión a la que, en el pasado, no le presté la debida atención y a la que hoy, a medida que voy conociendo, me interesa cada vez más. Además María lo tenía registrado así que lo mantenemos, incluso dimos con que en algún momento tuvo o planeó tener un lugar gastronómico, le hubiera gustado.
-Se lucen cuadros, libros, diccionarios de Borges y Kodama, ¿planea ser un restaurante temático?
-No, aunque sí lo fui decorando con piezas, libros y obras de María. Estas sombrillas, por ejemplo, me las acaba de mandar mi hermana que las usó en la Fundación. También vas a ver exhibidos cuadros, libros y objetos, muchos de ellos de sus viajes. Esa katana -señala-, por ejemplo, no es real pero pensé que quedaría bien.
-¿Por qué un omakase?
-Quise poner el restaurante de cocina japonesa, con un poco de todos los lugares donde trabajé, combinar todo lo bueno de distintos lugares donde trabajé (El Quinto, Haiku, Fabric, Yatai Yatoi) y lo que me gusta. Los sabores de uno, el concepto de street food en el menú de otros, con platos como tiraditos, karaage o sushi, y además un sector privado, omakase, para comer a gusto del itamae (el sushiman) con lo mejor que tengamos en el día. Todo con la experiencia en cocina de mis socios, que ya tenían su lugar, Doozo Sushi, en la zona.
-¿Te cambió la vida?, ¿te aparecieron amigos nuevos en busca de inversiones?
-Tuve un par de llamados de gente de la que hace años no sabía nada, pero tengo los pies sobre la tierra. Yo busqué a mis socios -Marcelo Silva y Marcelo Nohara- quienes se encargan de todo lo que es la cocina y así abrimos hace una semana. Incluso ya nos pusimos en marcha y participamos en la semana de gastronomía japonesa, Gastro Japo Food Week, con los gastrononómicos de Club Gastro Japo. Ellos están con la cocina y yo a full con los proveedores, los pedidos y el manejo, tengo que trabajar.
-¿Tenés que trabajar?
-¡Claro que sí!
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