La rutina, ¿más temida que la infidelidad?
Según los terapeutas, la monogamia actual no le da tanta importancia a la exclusividad sexual y las consultas tienen que ver con el miedo al aburrimiento
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"Un cuerno se perdona... en 15 años, hasta lo alentaría como para que pase algo interesante en mi matrimonio", dice mientras suelta una risa fuerte, sonora, que se oye a varios metros a la redonda. En la mesa, sus tres amigas, que se juntaron a tomar un café y ponerse al día, festejan el comentario y hasta le dan su aprobación. Es cierto que todo forma parte de un hipotético mundo, donde nada de lo que se plantea en esa charla de mujeres es real, pero no deja de ser un signo de cómo han cambiado las relaciones amorosas. ¿Las parejas de ahora le tienen más miedo a la rutina que a la infidelidad?
El nuevo "cuco" dejó de ser el engaño y pasó a ser el hastío, que ahora es elegido como el fantasma más temido, incluso por encima de un engaño. Una encuesta reciente de Second Love, red social para infieles con más 300.000 usuarios en la Argentina, revela que el principal temor dentro de una relación de pareja es caer en la rutina (40%), por encima de la cuestión económica (35%) y la infidelidad (25%). Cuando se los consultó acerca de los motivos por los que han sido o serían infieles, el 67% adujo por la monotonía de su relación. ¿Otro dato? Las primeras infidelidades se cometen entre los cuatro y los siete años de relación, momento en que empiezan a verse las primeras grietas provocadas por el desgaste. Y, también, momento en que la mirada y la atención exclusiva hacia el otro cambian y se vuelven a posar sobre uno. Las preguntas no tardan en aparecer: ¿seguiré siendo atractivo para los demás? "A veces ser infiel sólo se trata de la reafirmación de la individualidad", sostienen en Second Love.
Digamos, para empezar, que la infidelidad ya no es sinónimo de ruptura (de hecho, incluso dejó de ser causal de divorcio en el nuevo Código Civil) y es algo que se perdona cada vez más, en parte porque las relaciones hace tiempo dejaron de ser "para siempre", pero sobre todo porque socialmente están más aceptadas que antes. Son varias las personalidades que se animan a hablar públicamente de cómo han superado o enfrentado una infidelidad. Pero son muchas menos las que se atreven a reconocer que su matrimonio es aburrido. Es lógico: lo primero vuelve a su pareja deseable; lo segundo la convierte en un ser poco interesante para el resto de los mortales.
"En las parejas ha disminuido el temor a la infidelidad y ha aumentado el de la rutina -apunta el psicólogo especialista en vínculos y comunicador Sebastián Girona-. Sin duda la rutina tiene mala prensa, y esto es porque en general se ve sólo su lado negativo: entregarse o rendirse al hecho de que las cosas son de una manera y no hay margen de cambio. A las parejas de varios años les preocupa especialmente que se pierdan la frescura, la sorpresa y la individualidad. En cambio, se ha desdramatizado el engaño, ya no se ve cono algo terrible. En esto tiene mucho que ver que hoy los vínculos son más líquidos, más cortos. El «para siempre» dura menos que antes", apunta el especialista, también autor del libro ¡No te aguanto más!, una suerte de manual para desarticular (a tiempo) los conflictos de pareja.
Otra cuestión que sin dudas influye es que se habla mucho más abiertamente del engaño. "Sin dudas, las infidelidades se conocen y se comentan mucho más. Cuando alguien lee que tal famoso perdonó una infidelidad, eso va entrando de a poco en el inconsciente colectivo -sostiene Girona-. Aunque el engaño por supuesto afecta y deja marcas en la pareja, la infidelidad ya no es sinónimo de separación", plantea.
Una oleada de nuevos estudios liderados por la antropóloga y bióloga norteamericana Helen Fisher hacen hincapié en la nueva monogamia, donde la exclusividad sexual no es tan importante. Pero entonces cobra mucha más importancia la monogamia emocional, es decir que ese compañero o compañera que uno eligió para transitar gran parte de la vida siga amándonos más allá de con quién quiera acostarse. Superada la amenaza de la infidelidad, entonces el gran enemigo a vencer vuelve a ser la maldita rutina.
En cambio, para la psicóloga y terapeuta sistémica Cristina Benchetrit, directora de Espacio Olazábal, "no es cierto que la infidelidad haya dejado de ser el gran miedo. De hecho, es intrínseca al matrimonio. Si no fuera por la amenaza del engaño, cada uno dejaría de tener interés en el otro. La amenaza ayuda a que la pareja esté viva -sostiene-. Lo que ha pasado, quizás, es que se ha naturalizado un poco más y probablemente se haya vuelto menos central en la definición de lo que es importante en una pareja. Más que la rutina, el peor enemigo de la pareja es el aburrimiento, que no es lo mismo que la rutina, aunque a veces coincide".
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Precisamente el aburrimiento terminó de sentenciar la pareja de Lucía y José. En una de las primeras salidas, hace cinco años, él le había advertido que su problema era que se aburría fácil en las relaciones. De alguna manera le había anticipado que el final, más temprano que tarde, iba a llegar. Pero fue ella la que se aburrió primero. "Cuando nos separamos la gente se sorprendió, porque la verdad era que nos llevábamos bien. Podríamos haber seguido en ese estado años. Yo digo que estábamos en una suerte de comodidad. Pero empecé a sentir que no íbamos para ningún lado, que siempre estábamos en el mismo lugar, que hacíamos las mismas cosas. La rutina nos pasó por encima", reconoce sin miramientos Lucía Núñez luego de que decidió ponerle punto final a su relación de pareja. ¿El detonante? Un día que estaban en la cama, sin hacer nada. "Le propuse hacer un viaje, irnos juntos unos días. Lo necesitaba, me sentía ahogada. Me miró y me dijo que le daba fiaca y siguió leyendo el diario en el celular como si nada. Sentí que estábamos más por costumbre que por placer. Me costó tomar la decisión de cortar porque jamás discutimos. Pero el desgaste era insoportable".
En definitiva, Lucía logró salir airosa de lo que Girona define como "zona de confort": "Muchas parejas entran en ese estado de letargo. Eligen quedarse por comodidad: no hay riesgo, pero tampoco hay sorpresa -describe-. El temor de muchos es que la pareja se pierda en esa rutina de pagar cosas, buscar y traer a los chicos, ocuparse de la casa. Un indicador fuerte de que las parejas entraron en ese estado es cuando manifiestan que ya no vale la pena hablar de los problemas que tienen, cuando perdieron la motivación de conversar y poner en palabras lo que les pasa", ilustra el psicólogo.
Un mal silencioso
Aliada y necesaria en la organización de horarios, enemiga cuando todo se hace sobre la base de lo que ella manda y no hay margen para la sorpresa, la rutina se instala en la pareja como ese pariente que nadie invitó, pero que ninguno se anima a echar. Por eso, para algunos especialistas, la rutina es más peligrosa que la infidelidad: es un mal silencioso, muy distinto del sacudón que viene con el engaño. "La rutina es esa muerte silenciosa, lenta. La infidelidad es el piano que se te cae encima. Cuando se te cae el piano, es evidente que tenés que pedir ayuda. Pero con la rutina no sucede eso. Lo que vuelve más peligrosa la rutina es que es tolerable. Y cuando no la tolerás más, sentís que ya es demasiado tarde y no sabés cómo volver de eso", sostiene el coach de parejas Esteban Irigoyen, que suele comparar la rutina con el manejo de un auto. ¿Viste cuando subís, ponés la llave y arrancás? Es ir en automático, lo hacés casi sin pensar, mecánicamente. Es mantener el vínculo en un nivel superficial, sin profundidad -describe-. La profundidad se logra cuando estás plenamente conectado con el otro, con lo que le pasa, con lo que siente. Cuando damos todo por sentado, estamos operando en la superficie. Lo peligroso es que cuanto más automático es el vínculo más reactivos y menos receptivos estamos", define el fundador y director de Centro de Coaching del Amor.
Por su parte, Mauricio J. Strugo, psicólogo especialista en pareja y familia, autor del libro Padres o pareja: el quiebre de la pareja al convertirse en familia, coincide en que la infidelidad dejó de ser el cuco que era antes.
"Hace un tiempo el engaño era tomado como un motivo de separación. Hoy suele ser el puntapié para acercarlos a un espacio terapéutico, para pensar por qué les sucedió esto", dice Strugo, que agrega que el temor de las parejas está asociado a "la rutina que nos aplasta con todas las obligaciones reales y las que nos fabricamos muchas veces para no vernos realmente".
Inmersos en un laberinto de responsabilidades, deberes y obligaciones, "tenemos que cumplir, cumplir y cumplir, y entonces la pareja se va quebrando y se convierten en socios para seguir manteniendo la estructura familiar y económica, pero con poco o nada afectivo de por medio -plantea Strugo-. Hoy vivimos más que nunca preocupados por pagar cuentas y cumplir horarios, y cuando tenemos un momento para conectarnos personalmente seguimos conectados a los distintos dispositivos, cuesta mucho el contacto desde la mirada, y ni hablar del tacto".
Precisamente la falta de contacto fue lo que encendió las alarmas de Agostina Pedra, economista y madre de dos niñas, de 7 y 9 años. "La verdad es que con Ariel siempre fuimos muy demostrativos y cariñosos. Nos besamos, nos abrazamos delante de las chicas. Pero de pronto, no sé por qué, reparé en esa falta de contacto amoroso. Si bien no había mermado el sexual, noté que casi no nos abrazábamos como antes. Justo coincidió con que los dos estábamos con mucho trabajo y encima nos agarró en medio de una mudanza. Pero me asusté y se lo dije: «¿Qué pasa que ya no nos abrazamos?». De pronto, eso que tanto nos gustaba había desaparecido", reconoce Agustina, que asegura que se espantó más cuando acudió, preocupada, a sus amigas. "Casi que se me rieron en la cara. Para ellas era lo normal. Ahí vi hasta qué punto uno se va alienando".
A veces -dicen los especialistas-, basta con posar nuevamente la mirada en el otro para volver de esa rutina que se torna insoportable por momentos. "Cuando le das a una persona plena atención, llevás esa conexión a un nivel más elevado. En cambio, cuando tu nivel de atención es bajo y sólo «estás» con esa persona, se pierde la magia, y la gente cree que hay que agregar magia por otros lados. Es entonces cuando planeamos viajes, salidas, programas alternativos. Creemos que el problema está en el nivel del hacer, pero en realidad está en el nivel del ser", afirma Irigoyen.
Girona asegura que esa falta de mirada, de cariño, de comunicación, es especialmente reclamada por la mujer, que busca en todo momento sentirse amada, acompañada. "En el hombre el gran tema es la pérdida de libertad, la lucha por tratar de conservar espacios propios, sociales y compartidos. La armonía con esos deseos o búsquedas es el verdadero nutriente de la pareja".
Para Benchetrit, en general hay un impulso natural a la búsqueda de novedad que no necesariamente es algo mejor. "Las personas tenemos sed de aventura. El gran tema es que también buscamos la seguridad, y ambas cosas parecen no ir de la mano. Entre esa dicotomía nos movemos siempre -explica la directora de Espacio Olazábal-. Una pareja necesita de pasión, de riesgo, de temor. Pero es mucho más que eso, y la rutina puede ser una aliada a la hora de solucionar detalles de convivencia por acuerdos establecidos. Teniendo resuelto lo básico, queda en la creatividad de cada uno crear y reclamar espacios".
Ya lo dijo el escritor y filósofo de la frustración y del fracaso Emile Cioran hace más de 50 años: "No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan meticulosamente como el tiempo".
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