Santaolalla: el hijo pródigo
Gustavo Santaolalla es el hombre orquesta del que todos hablan; competirá por el Oscar, el próximo domingo, por la banda de sonido del film Secreto en la montaña, de Ang Lee
Identidad; para mí, ésa es la clave", responde sin titubear desde su oficina de Surco Records, en Los Angeles, cuando se le pregunta por el secreto de su éxito. Gustavo Alfredo Santaolalla, como dice su partida de nacimiento argentina, es para la revista Times uno de los 25 latinos más influyentes de los Estados Unidos. Uno de los hombres cuyo nombre se repite ya no sólo en el mundillo de la música, sino en la mismísima meca hollywoodense, la que ahora lo tiene como uno de los candidatos a los premios Oscar por la banda de sonido de Secreto en la montaña, el particular western del taiwanés Ang Lee.
S-a-n-t-a-o-l-a-ll-a, deletreó su apellido de origen italiano en plena ceremonia de los Globos de Oro, cuando se alzó con el premio a la Mejor Canción, por A Love That Will Never Grow Old, que compuso junto a Bernie Taupin (habitual colaborador de Elton John), para el film Secreto en la montaña. Es cierto que los esfuerzos de los organizadores son cada vez mayores en esto de aceptar que los latinos estén involucrados en el mercado. Sin embargo, ni la bellísima puertorriqueña Rosario Dawson ni Mariah Carey pudieron con la correcta pronunciación de Santaolalla. "Mi apellido nunca fue fácil –aclara–; hasta en la escuela costaba que lo dijeran bien, pero yo siempre me tomaba el tiempo para que de una vez por todas saliera. Y acá no les va a quedar otra que aprenderlo", dice entre risas y vuelve a deletrearlo.
–Quizá la sorpresa llegue en la fiesta de los Oscar.
–Lo dicen bien y me llevo la estatuilla (risas). Ya estar nominado es un premio; no es que me haya puesto el cassette, pero es un placer. Sé que va a ser difícil.
El próximo domingo, el nombre de Gustavo tendrá como rivales en el rubro Mejor Banda de Sonido al español Alberto Iglesias, por El jardinero fiel; al italiano Dario Marianellio, por Orgullo y prejuicio, y al veterano John Williams, postulado por partida doble, por Memorias de una geisha y Munich, y que le arrebató a Santaolalla el Globo de Oro a la Mejor Banda de Sonido con la primera de estas películas. "Estamos hablando de Williams –repite su nombre como si sonara con mayúsculas–. Yo estoy dando mis primeros pasos."
La sorpresa mayor fue cuando su canción no figuró entre las candidatas al Oscar. ¿La razón? Es que se escucha en la película menos tiempo del que exige la Academia. Sólo aparece en la escena en la que Jake (Gyllenhaal) sube al auto y enciende la radio.
"No me siento mal por eso: son las reglas del juego. Pensá que la primera llamada que recibí luego de haber ganado el Globo de Oro fue la del presidente Néstor Kirchner. Yo, un tipo de Ciudad Jardín. Este es el resultado de toda una vida de trabajo. Ahora llegó el momento de cosechar lo que sembré."
Y no es que recién comience a sembrar: Santaolalla ya cuenta con 10 Grammy (premios a la música) por sus trabajos con Juanes, Café Tacuba y Molotov, entre otros, además de haber sido considerado el productor del año en 2005 por los Latin Grammy.
El jardín del Edén
Fue Ciudad Jardín, en Lomas de El Palomar, la testigo de sus comienzos, de sus búsquedas, de sus amores y descubrimientos. La misma en la que creció y donde aún hoy se encuentra la casa de su infancia, donde Orfelia, su madre, de 85 años, lo espera cada vez que pisa Buenos Aires (ver aparte). El barrio de casas bajas tipo chalet y de verdes frondosos cobijó al chico inquieto que a los cinco años recibió su primera guitarra y que, en uno de sus paredones, ya en la adolescencia, escribió varias canciones.
"Me educaron para ser el mejor –dice de Orfelia y de Alfredo, su padre–. Y por ser hijo único siguieron mis pasos muy de cerca, acompañándome. La disciplina con la que trabajo y con la que encaro la vida se la debo a ellos. Me crié en una casa con valores muy católicos; hasta pensé en ser sacerdote, pero mi amor por la música fue más fuerte."
En el tocadiscos de 78 rpm de su casa siempre había un disco dando vueltas. "Ellos fomentaron esta pasión. A los 11 me compraron la guitarra eléctrica; después, la batería. Me escucharon haciendo zambas y chacareras, y después rock. Es que a los 13, cuando los Beatles entraron en mi vida, mi cabeza cambió."
–Sos una de esas personas que pueden decir que cumplió con el sueño del pibe.
–Puede ser; en realidad, me alucina analizar de qué manera la vida pega las vueltas y te lleva a ver hacia atrás para proyectarte en algo futuro. Pienso en el cine, en el viejo cine Helios de Ciudad Jardín, donde me internaba en los continuados de tres películas con varios paquetes de DRF, mis pastillas favoritas. Los miércoles pasaban westerns, filmes de aventuras, y sinceramente me fascinaba, no sólo el film en sí, sino todos los aspectos que encierra el cine. Hasta llegué a pensar en estudiar cine.
–¿Y qué pasó?
–Pasó la dictadura militar y la intervención al Instituto de Cine. Para aquel entonces ya tenía mi banda, Arco Iris [junto a Ara Tokatlián, Guillermo Bordarampé –a quienes conoció en la iglesia– y Horacio Gianello], y me aboqué más a la música. Hasta llegamos a tocar en el escenario del Helios para no más de 20 personas.
Con Arco Iris editó, en 1970, su primer LP, y dos años más tarde, el mítico Mañanas campestres, con el que profundiza su estilo autóctono en una exitosa combinación de rock y folklore. Pero Arco Iris fue más allá de lo musical: constituyó una comunidad mística que tenía como guía espiritual a Dana, hija de un diplomático y ex modelo de Jean Cartier, y reglas tales como despertarse al alba, meditar, no consumir drogas, ni carne ni alcohol, y no tener vida sexual. Vivencias de las que hoy Santaolalla prefiere no hablar. Su salida se produjo en 1975, y fue brusca; hasta se dice que huyó porque era la única forma de irse. Sólo quiere recordar aquella búsqueda musical y de identidad que se ligaba con la bossa nova, el folklore, el blues y el rock. "Tenía 16 años cuando empecé con Arco Iris, e intenté hacer música con cierta identidad; por eso digo que identidad es una palabra clave en mi carrera –reconoce–. Aquella mezcla de géneros es lo que hoy aplico como productor y músico, porque todo el tiempo busco que la música refleje quién es uno y de dónde viene. No sólo se trata de cantar en castellano."
–¿De qué se trata, entonces?
–De tocar en castellano, de que los sonidos que vos escuches te transporten a tu raíz, y las raíces tienen varios brazos.
En el mismo número en que la revista Time incluyó a Gustavo Santaolalla entre los 25 latinos más influyentes, el argentino señaló su satisfacción por la música latina, que ha ganado popularidad y que no sólo remite a "sombreros mexicanos y conga s".
–¿Creés que los Estados Unidos ve la música latina como algo más que un fenómeno?
–Es un fenómeno, pero no uno inventado. Hay una realidad irrefutable, y es que en los Estados Unidos cada vez hay más latinos: somos la primera minoría. También es cierto que la escena musical norteamericana necesita de nuevos sonidos; está muy gastada.
–¿No está el riesgo de que todo se ponga en la misma bolsa, de que lo latino sólo sea sinónimo de Ricky Martin, por ejemplo?
–Todo es importante, y no sólo se trata de ellos; pensá en el regreso de Carlos Santana, en la repercusión de Café Tacuba. Estoy seguro de que el movimiento cultural latino será similar a lo que hizo la comunidad negra en el siglo pasado.
–De hecho, llegaste a decir que uno de tus sueños era que Surco [la compañía discográfica que dirige con Aníbal Kerpel desde 1997] se convirtiera en la Motown latina.
–Un buen sueño. Con Surco instalamos la música hispanohablante en un buen lugar, con un excelente sonido, que pueda competir de igual a igual con los artistas anglos.
El estudio de Surco Records está ubicado a una cuadra de su casa, en el barrio Echo Park de Los Angeles, su ciudad adoptiva desde hace más de 25 años y donde vive con su mujer, la fotógrafa Alejandra Palacios y sus tres hijos, Ana [de su anterior relación con Mónica Campins], Luna y Don Juan Nahuel. "Debo de ser uno de los pocos que tienen el privilegio de ir caminando al trabajo", se jacta, y no es para menos, en la ciudad de las autopistas. Llegó a los Estados Unidos en 1978, cansado de la dictadura militar, de las amenazas y de pasar días enteros en las comisarías por llevar el pelo largo. No fue fácil. Los primeros dólares los ganó en Nueva York haciendo jingles y soundtracks publicitarios, un poco heredado del trabajo de su padre, un publicitario de la agencia Walter Thompson en Buenos Aires. Este trabajo fue su salvación, y poco a poco comenzó a instalarse en el mercado de la música, nuevamente con la banda Wet-Picnic, un grupo new wave que tocaba en pubs de Los Angeles. Luego, en 1982, regresó a la Argentina para la mítica De Ushuaia a La Quiaca, que hizo historia: un trabajo antropológico junto a León Gieco que reunió creaciones folklóricas de todo el país.
Música de películas
Aunque el currículum de Gustavo Santaolalla diga lo contrario, la primera banda de sonido la realizó en la mismísima Ciudad Jardín, y se trata de un corto, Las estatuas, que musicalizó sólo con batería. Pero su real ingreso en el mundo de la música de películas se produjo en 1981, con She Dances Alone, film de Robert Donnhelm sobre la vida de la hija de Nijinsky. Hasta el ’99 se dedicó casi exclusivamente a la producción artística, hasta llegar a Michael Mann, el director que incluyó un tema suyo, el instrumental Iguazú (canción del álbum Ronroco), en El informante. "Ronroco y la película de Mann me abrieron varias puertas y me acercaron a gente a la que admiro –cuenta–. El Negro (Alejandro González Iñárritu) escuchó el disco y me ofreció hacer la música incidental de Amores perros." A partir de ese momento, su historia con Hollywood fue otra. Así llegaron 21 gramos, de Iñárritu; Diarios de motocicleta, de Walter Salles; Secreto en la montaña, de Ang Lee, y Tierra fría, de Niki Caro.
"Me encantan los desafíos, y las bandas de sonido te empujan a una permanente búsqueda", confiesa.
–¿Vas a preparar un discurso de agradecimiento para el domingo?
–Lo tengo que preparar. Odio a esos que suben y dicen que no lo prepararon porque no pensaban ganar. Lo quiero tener preparado por las dudas, porque hay que agradecer a quienes te acompañaron. Es importante, es el fruto de uno lo que están reconociendo, y además hay que agradecer en el tiempo que ellos te dicen.
¿La leerá en castellano?
Fotos nota: Graciela Calabrese / Gentileza Orfelia Santaoalla
Para saber más
www.imdb.com
www.rock.com.ar
En el cine
Alejandro González Iñarritu
"Gustavo es uno de los pocos músicos que de verdad toca el corazón con una sola nota. Espiritualmente consigue hacer hablar a los personajes a través de la música. Es un mago."
- González Iñárritu y Santaolalla trabajaron juntos en los filmes Amores perros, en uno de los cortos que integran 11 de septiembre y en 21 gramos. En la actualidad están preparando Babel. "Viajé a Marruecos, Tijuana, Tokio y Los Angeles, que es donde se filma la película, para empaparme de los sonidos", cuenta Gustavo.
Walter Salles
"Santaolalla es uno de los artistas más brillantes con los que tuve el placer de trabajar [Diarios de motocicleta]. Además de su talento sin fronteras, es un humanista, un hombre que tiene una visión del mundo que acaba impregnando el trabajo que hace. Por eso, y por su capacidad de conceptualización, él se convierte no solamente en el autor de brillantes bandas sonoras, sino también en el coautor de las películas para las cuales compone. Es un crack que juega en las once posiciones del campo, y en todas se destaca."
Ang Lee
"Trabajar con Gustavo fue un placer –dice el realizador taiwanés de Secreto en la montaña–. Comúnmente, el director no conoce el trabajo del compositor hasta comenzada la filmación, pero él me entregó la música tres semanas antes del rodaje; fue estupendo, porque filmé con la música en la cabeza.""Lo conocí luego de escuchar sus trabajos para Amores perros, 21 gramos y la maravillosa obra que hizo para uno de los cortos de 11 de septiembre, junto al también argentino Osvaldo Golijiov."
El rock
Arbol
"Es como un integrante más de la banda porque tiene una manera de laburar muy al detalle; tira ideas y percibe hacia dónde ir. Aprendimos mucho a su lado, y empezamos a darnos cuenta de la relevancia de la producción, porque es importante que un disco suene bien, que tenga nivel. Yo aprendí muchísimo porque ahora también estoy produciendo, junto a Gustavo, a grupos como Semilla, que fusionan el folklore, el rock y el hardcore."
- Pablo Romero, cantante y compositor
Molotov
"Trabajar con Gustavo fue una muy buena experiencia. Cuando grabamos nuestro primer álbum, ¿Dónde jugarán las niñas? (con el que debutó el sello Surco), aprendimos mucho de él: aportó arreglos, sonidos, estructuras; se involucró al ciento por ciento. Para toda banda que esté buscando un lugar dentro de este medio es importante encontrar su identidad, y definitivamente él es uno de los mejores ejemplos de que la identidad latina está abriendo espacios."
- Ayala, integrante de la banda mexicana
Bersuit Vergarabat
"Para hablar de Gustavo me gustaría remitirme al primer contacto, que fue el más difícil y el que marcó el cambio en el rumbo de Bersuit. Fue complicado, porque veníamos de experiencias difíciles y nos encontramos con un tipo muy preciso y seguro de lo que quería lograr. Marcó un gran cambio. Me estoy remitiendo al año ’98, cuando grabamos Libertinaje. A partir de ahí seguimos trabajando juntos."
- Juan Subirá, integrante de Bersuit y que además acaba de participar en el disco Bajofondo 2, que se editará en mayo de este año.
Tango: tradición y vanguardia
Lágrima Ríos
"Para mí es un gran honor haber conocido a este hombre. El me convocó para ser parte de este proyecto maravilloso que es Café de los Maestros (una especie de Buena Vista Social Club). Tuve la oportunidad de compartir un espacio con Nelly Omar, Virginia Luque, Leopoldo Federico, Mariano Mores, Atilio Stampone y Osvaldo Requena. Nunca imaginé que Gustavo tuviera ese gesto con una mujer de 81 años. Toda la vida le voy a estar agradecida."
Virginia Luque
"Cómo no iba a hacer lo que hizo con el tango, si es un hombre que convierte en oro todo lo que toca. Su trabajo no tiene fronteras ni géneros. Nunca se había hecho algo tan importante con el tango como lo que emprendió Santaolalla, porque él es consciente de que el tango es universal."
Luciano Supervielle
"A Gustavo lo conocí cuando comenzó con Bajofondo Tangoclub (proyecto de tango electrónico), por haber salido a tocar mucho por todo el mundo. Me permitió tener ese intercambio musical, compositivo, que existió desde el principio. Gustavo es como el pulmón de la banda."
- Santaolalla le produjo a Luciano su primer disco solista, Bajofondo Tangoclub presenta a Supervielle.
Proyecto 2006
Imparable
El 20 de marzo, Santaolalla vendrá a la Argentina a recibir el premio Personalidad del Año, que le otorgará la Cámara Argentina de Productores e Industriales de Fono videogramas (Capif). Asimismo, está preparando varias bandas de sonido (ver recuadro En el cine), el nuevo disco de Bajofondo Tangoclub, además de producir el álbum de Antonio Carmona, ex Ketama.
En agosto presentará en el Teatro Colón Café de los Maestros, la obra que reúne a glorias tangueras. Este trabajo incluye la publicación de un libro que plasma en imágenes ese encuentro, registrado por Retina, su editorial. Otro de los títulos que publicará este sello son los memoriales de los desaparecidos durante la última dictadura militar argentina, así como un ensayo fotográfico de Diego Levy sobre la violencia en las ciudades de Medellín, Río de Janeiro, Buenos Aires y el Distrito Federal de México.
"Siempre fue un chico precoz"
Estoy muy orgullosa del talento de Gustavo, pero aún más de la excelente persona que es. Es un ser maravilloso, medio cascarrabias, es cierto, pero nadie es perfecto", dice Orfelia, la coqueta mamá de Gustavo Santaolalla, que a los 85 años no deja de asombrarse por la capacidad de su único hijo. ¿El pálpito para el domingo 5? "No hay dudas, Gustavo se lleva el Oscar."
En las paredes de la casa de Ciudad Jardín se puede recorrer la vida del exitoso productor y músico. "Fuimos muy felices los tres", recuerda Orfelia, con profundo amor, aquellos días que compartió junto a su ya fallecido marido, Alfredo, y a su hijo, que, según ella, es idéntico al padre. "Mirá la foto que tengo ahí –dice marcando en un lugar de la cocina la imagen que abre la nota–. Con los 55 años que va a cumplir sigue durmiendo en la falda de su madre. Es un ángel, muy mamero."
Siempre fue un chico precoz y desenvuelto. "A los cinco dirigió la banda de preescolar; había que verlo ahí parado, impecable, dándole entrada a los triángulos, a los toc-toc y a las flautas –va marcando como si lo estuviera viendo–. Una vecina me dijo algo que nunca olvidé, y le hice caso: «Señora, cultívelo, porque ese chico lleva la música en el alma»."
Ya a los cinco años Gustavo tenía su guitarra; después comenzó a tomar clases, pero nunca aprendió a leer ni a escribir música. "Su oído es más fuerte", fue la respuesta de la maestra. Su capacidad hizo que esto no fuera un impedimento; más bien al contrario.
A mamá Orfelia, a papá Alfredo y a la abuela Margarita les gustaba darle al pequeño Gustavo todos los gustos; por eso tuvo la guitarra eléctrica a los 11 años y luego, la batería. "En esta casa siempre había música –recuerda–. Los chicos venían acá a tocar; con decirte que dos veces, con los parlantes a todo volumen, despegaron el cielo raso del living. Pero a mí no me importaba, porque la adolescencia es una etapa muy difícil. Pero bueno, después vino el asunto de Arco Iris y la separación; fue duro. Mi marido decía: «Tiempo al tiempo, nena», hasta que un día, junto a mi cuñado (su marido ya había fallecido en un accidente de auto), le busqué un departamento para que saliera de ahí y empezara una vida."
El pelo largo merece un capítulo aparte en el relato de Orfelia. "Cómo sufría al verlo con esos pelos. Intenté por todos los medios que se lo cortara; hasta fui al colegio alemán, donde hacía el secundario, a hablar con el rector para que insistiera, pero el hombre me decía: «Señora, lo que importa es lo que hay adentro, no lo de afuera». Por ese pelo estuvo infinidad de veces preso."
En el jardín de la casa tiene dos plantitas traídas de Mendoza, donde Gustavo compró un viñedo para producir malbec. "Este año voy a tener mi propio vino y un lugar maravilloso para visitar –adelantó a la Revista, desde Los Angeles, Santaolalla–. La finca se llama La Luna, por mi hija, y el malbec, Don Juan Nahuel, por mi nene." Orfelia estuvo por allí con toda la familia y ya le prometieron que cuando sea la hora de los vinos blancos el nombre no va a ser otro que Doña Orfelia. "¿Suena bien?"
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