El desvelo del presupuesto
Cientos de personas mal dormidas discuten a gritos cosas que cuesta escuchar (y comprender). Es parte de la elite dirigencial encerrada en la mañana prorrogada de una noche sin fiesta. Aletargados y fastidiados por la falta de sueño, los diputados toman decisiones que afectan a 45 millones de personas. Discuten sumas que no entran en la calculadora del celular ni en la imaginación. Imposible representarse decenas de billones de pesos que van de un lado a otro. Al menos, no sin dividirlos por el verde común denominador que la mente de todos fija en 200.
Después de 24 horas, todo se resuelve (o se rompe) en poco más 400 segundos. Solo hay desconfianza. De eso se trata. Ninguno se animaría a darle la espalda a nadie en ese recinto que es símbolo de la convivencia democracia. Otra representación difícil para millones de argentinos. Tal vez solo sea producto de la falta de realismo, ya que no hay que esperar de la política más de lo que puede dar, según dice el filósofo español Daniel Innerarity en el Elogio de la desconfianza. Pero ¿qué cabe esperar? Apenas que dé “cauce a los conflictos sociales más profundos para que se vayan resolviendo y, en el peor de los casos, no empeorarlos”. ¿Será mucho para los estándares locales? Otro (pre)supuesto para el desvelo.