El fin de la “torta marmolada”
Estamos ante un cambio de época que es a la vez una oportunidad. Las superposiciones en servicios, gasto e impuestos entre los tres niveles de gobierno (nación, provincias y municipios) explican en buena medida el mal funcionamiento del Estado.
Los politólogos lo llaman “torta marmolada”, para representar la idea de qué las funciones y los impuestos se mezclan y superponen. Todos quieren hacer todo, todos quieren cobrar tasas e impuestos y estos solapamientos son la fuente de déficit e ineficiencias en la gestión. Citando a Osvaldo Giordano (con quien compartí un panel en el Coloquio de IDEA): “¿Se imaginan querer construir una casa y para eso contratar a tres arquitectos, cada uno con su equipo? Se multiplica la burocracia y los malos incentivos, gastando siempre por encima de los recursos disponibles”.
En la Argentina de hoy están en discusión el tamaño del Estado y quién hace cada cosa. El gasto público era 25 puntos del PBI en 2004 y pasó a ser 40 a fines del 2023. El gobierno de Javier Milei con su prédica de déficit cero ya lo bajó al 32%. Pero más allá de eso, estamos ante una oportunidad de sincerar el Estado, reordenando gastos y potestades tributarias.
El desorden existente y los parches permanentes han llevado a abusos y a una creciente voracidad fiscal. Hemos visto aumentos injustificados en el impuesto a a los ingresos brutos, como el de La Pampa que frenó el Banco Nación con su actitud contundente de cerrar sucursales, o el de muchos municipios del conurbano bonaerense que crean tasas ridículas, gravan el combustible o aumentan la Tasa de Seguridad e Higiene a los supermercados o bancos.
Como dije en Mar del Plata, me dispuse a dar la cara y a dar un debate con este tema aunque se enojen mis colegas intendentes. Porque menos impuestos es más trabajo: la competencia tributaria y la transparencia fiscal son buenas y necesarias.
Es hora de pensar un sistema tributario diferente donde podamos coordinar y probablemente unificar impuestos, cambiando radicalmente los incentivos, integrando todos los impuestos a la actividad en un sólo impuesto a las ventas que sume el IVA, ingresos brutos y tasas municipales, poniéndole coto a la creatividad y a la imprevisión.
Como señaló Osvaldo Giordano en IDEA, “fortalecer un impuesto tan importante como el IVA es parte de la agenda post motosierra, es el ordenamiento del Estado”. La descoordinación también resulta una mala señal a los vecinos y contribuyentes porque diluye las responsabilidades. Nadie sabe quién es el verdadero responsable de un bien o servicio público.
Como además los municipios tienen que dar la cara permanentemente ante los vecinos y cuentan con recursos escasos, esto abre la puerta a la creatividad con las tasas, muchas veces sin contraprestación de servicios clara. Esta etapa de la Argentina invita a ser disruptivos, a salir del status quo y a pensar afuera de la caja.
La Constitución Nacional no exige unanimidad de todas las provincias para renovar el sistema federal. No es fácil, pero no es imposible. Se necesita un nuevo acuerdo federal con nuevos incentivos: que cada provincia se financie con los impuestos que recauda. Definir funciones de cada nivel de gobierno y también potestades tributarias, bloqueando la dependencia de la coparticipación con la que cuentan muchos municipios y lleva al clientelismo y el feudalismo. Se puede y se debe trabajar en un nuevo acuerdo que reúna a una mayoría de las provincias con el gobierno nacional para acercar, más temprano que tarde, un proyecto transformador al Senado
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