Finalmente, Los Toldos, la localidad salteña a la que siempre se llegó a través de Bolivia, estrena un camino que la conecta con Santa Victoria Oeste. LUGARES lo recorrió y estuvo también en El Nogalar de Los Toldos y Lipeo.
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“¿Por dónde llegaron? ¿Son los de la camioneta blanca embarrada?” pregunta doña Francisca en su puesto del pequeño mercado municipal de Los Toldos, asombrada porque vio en el Facebook del dueño de las cabañas donde nos alojamos la foto de nuestro vehículo recién llegado por la flamante RP 7. En esta pequeña localidad salteña están todos pendientes de la apertura del nuevo camino que finalmente los une vía territorio argentino con Santa Victoria Oeste, y que, en teoría, finalmente los sacaría del aislamiento.
Porque hasta hace poco, entrar a Los Toldos –a 500 kilómetros de Salta capital– exigía ir hasta Orán, salir a Bolivia por el paso de Aguas Blancas, hacer 110 kilómetros por la ruta pavimentada Panamericana N° 1 en territorio boliviano, y volver a entrar a nuestro país cruzando el río Bermejo por el puente de La Mamora. Este sinsentido nacional quedó en evidencia durante la pandemia: con las fronteras internacionales cerradas, a Los Toldos el gobierno salteño debió hacerle llegar provisiones y combustible por medio de puentes aéreos durante muchísimos meses. Entonces se tomó la decisión política de concluir el tramo de unos diez kilómetros de ruta y puentes que se venía reclamando desde hacía décadas.
Hubo felices inauguraciones, actos de gobierno, pero, ¡ay!, por el momento el nuevo camino es solo apto para camionetas 4x4. Aún falta consolidar y, aunque se esté en pleno hormigonado de cinco puentes, con las lluvias de verano es probable que Los Toldos vuelva a quedar aislado. Como comenta doña Francisca en el mercado, “el camino se mira y no se toca”. Por ende, desde el punto de vista práctico y aunque no haya colectivos, los toldeños siguen usando el clásico camino a Orán, donde siguen cubriendo sus necesidades.
Camino de transición
Ya nos habían advertido que el Parque Nacional Baritú –nuestro objetivo de viaje– es una de las figuritas difíciles del norte salteño. Que solo lo visitan unas 1.700 personas al año y que en verano es un parque complicado porque no alcanza con llegar a Los Toldos. También hay que cubrir los 26 kilómetros que lo separan del pueblo y que, como mínimo, se hacen en una hora de camioneta. Sin embargo, aunque el parque más septentrional de yunga fuera nuestro destino buscado, todo lo que lo rodea sumó a la experiencia de internarse finalmente en el verde.
Unas breves lluvias nocturnas bastaron para que el viaje hacia Los Toldos desde Yavi se tornara algo incierto. “Nos espera un largo día de transición entre la puna y las yungas”, anuncia nuestro guía, Santiago Carrillo, cuando arrancamos temprano. Santiago tiene años de años al volante por los caminos del norte del país. Conoce cada porción de paisaje, pero aún se sigue sorprendiendo de lo que ve como si fuera el primer día. Al rato de andar, dejamos la puna y nos internamos en los primeros cordones de la Cordillera Oriental. En el abra de Lizoite, a 4.100 msnm, entramos a Salta desde Jujuy: el camino es de montaña con curvas, contracurvas y precipicios; hay vicuñas, zorros y vizcachones de la puna.
Los 107 kilómetros que separan Yavi de Santa Victoria Oeste nos llevan unas cuatro horas y otras cinco nos insumirá ir desde ahí hasta Los Toldos. La nube baja no nos deja ver. “Se descuelga del cerro”: así la describe María Aurelia Limay –pastora de 70 años a quien levantamos en medio de la nada para acercarla a su rancho–, y que, al parecer, quiere decir que viene mal tiempo. La señora lo dice seria, con la mirada fija en las cumbres, y le creemos. “Ya estaba cansadita: cuando vi la camioneta pensé ojalá me levanten y no sean gente mala”, comenta. Le preguntamos cuánto tarda en llegar. “Camino nomás, nunca sé cuándo llego”, responde tranquila.
Cada abra de las tantas que pasamos es un poco más baja y húmeda que la anterior. En los valles de altura se ven quintitas, hombres trabajando con su azada la tierra, puestos de pastoreo, pircas de piedra, vacas que son como cabras aferradas a la roca. Ya en el bosque nuboso seguimos, literalmente, en medio de la nube. Garúa. El camino es sinuoso y a la camioneta le cuesta aferrarse al suelo arcilloso. Baila. La experiencia y el buen criterio del conductor nos tranquilizan. “Si hay que volver, se vuelve”, dice Santiago. Pero no. El alma nos vuelve al cuerpo cuando, nueve horas y unos 200 kilómetros después, Delfo Ramírez y María Elda Guardia nos reciben en las Cabañas El Nogalar, un oasis de tranquilidad en Los Toldos que tomaremos de comodísima base los próximos días para explorar el Parque Nacional y sus alrededores.
Delfo es oriundo de Los Toldos y Elda es maestra de Orán, y arrancaron alojando en la casa propia en el cuarto de visitas a los pocos turistas que se aventuraban por estos pagos. Cuando en 2006 les ofrecieron una casa familiar en desuso, próxima a la Reserva El Nogalar, en un predio superarbolado de un poco menos de una hectárea, no lo dudaron: la reciclaron y ampliaron hasta tener cinco cabañas disponibles. Luego empezaron a llevar a sus huéspedes al parque y a estar permanentemente atentos para lo que necesitaran.
Reserva Nacional
Lo anunció María Aurelia y lo confirmaron los pronósticos en los celulares. El tiempo no será el mejor para visitar el parque, pero la Reserva Nacional El Nogalar de Los Toldos, a unas escasísimas cuadras del pueblo, pegada a las cabañas y a la seccional del guardaparque, es una excelente opción para comenzar a vivir la yunga. Fue creada en 2006 y tiene una superficie aproximada de 3.275 hectáreas que protegen la selva de montaña y la cuenca del río Huaico Grande. Hay una concentración alta de nogales, que son alimento para las simpáticas ardillas rojas, y otros árboles de gran porte, como el cedro –hay ejemplares de más de cien años de edad que no se llegan a abrazar ni de a varios–, y pinos del cerro que, al subir en altura, dejan lugar a los bosques de alisos.
En el sendero Los Abuelos del Nogalar (que unimos con el llamado sendero de Trashumancia), nos envuelve un colchón y techo vegetal al caminar entre helechos y piedras redondeadas cubiertas de musgo. Plantas epífitas tapizan las ramas y cuelgan como cortinas; lianas y enredaderas trepan por los troncos buscando la luz. Tanta es la neblina y la humedad que ni un solo rayo de sol logra atravesar semejante densidad. Un pícnic solitario nos espera en la zona de acampe que usa la gente del pueblo, donde el canto de los pájaros es solo interrumpido por el sonar algo molesto de la usina hidroeléctrica del pueblo.
Por la tarde faldeamos cerros cubiertos de vegetación para acercarnos a la famosa frontera. Una veintena de kilómetros hacia el norte se encuentra el cruce internacional La Mamora-El Condado, donde los ríos Orozas y Condado forman la naciente del río Bermejo. Solo para acercarnos a Bolivia cruzamos el río por su lecho de piedra: el puente original se ve ladeado y en desuso, y el puente Bailey, que lo reemplazó, está siendo acondicionado.
Comunidades
Aunque hasta cruzar el río Lipeo –que se hace con el agua cubriendo una parte importante de los laterales de la camioneta, o por un puente peatonal colgante– no se esté dentro del parque, los kilómetros que se transitan por la RP 19 hasta llegar al ingreso son una muestra maravillosa de lo que se verá. Es todo yunga. Entreverado con el ruido metálico de las chicharras se anticipan, entre otros, los densos helechos, el yapú de cola amarilla y sus notables nidos en colonias colgantes, y la gigante pava de monte.
Una vez en Lipeo –comunidad originaria de nueve familias y una escuelita con, también, nueve alumnos–, donde está el portal de acceso al Parque Nacional, Roberto Aleman, guardaparque de apoyo o territorial desde hace 17 años y oriundo de una comunidad cercana llamada El Arazay, explica que de las 72.230 hectáreas que tiene la zona protegida se visita un porcentaje pequeñísimo en el sector noroeste. Con gran conocimiento del lugar, el guardaparque territorial brinda apoyo a los guardaparques técnicos y realiza tareas de mantenimiento, limpieza de sendas y cartelería. “Por el corazón del parque, con el monte más cubierto y denso con las lluvias, anda el yaguareté: hace un tiempo fui a ver un ternero que se había comido el tigre y vimos sus huellas”, asegura Roberto. Cuenta que verlo en estado natural es de lo más emocionante porque es tan raro: más frecuentes son el mono caí, el puma, la corzuela, el tapir. En el verano, a la vera de los senderos, llaman la atención los coloridos sapitos de panza roja.
El parque es un valioso santuario natural que conserva una gran biodiversidad. Sucede que el aislamiento geográfico, las escasas vías de tránsito y la ausencia de actividades productivas a gran escala permitieron que los ambientes naturales permanecieran casi intactos.
La caminata con Roberto lleva en subida, a lo largo del río, a las termas del Cayotal, donde miembros de la comunidad arman unos piletones para canalizar el agua termal. Ellos serán también quienes se encargarán del mantenimiento y manejarán el ingreso. Ofrecen, además, servicios de guía. Roberto explica que el parque tiene un manejo compartido de hecho entre Parques Nacionales y las comunidades originarias de Baritú (apenas fuera de él) y Lipeo (dentro), que estaban afincadas en el lugar antes de la creación del parque y que tienen animales de granja para autoconsumo y cultivos de maíz, maní, ají y poroto. “¿Hacia dónde van?”, preguntará al día siguiente el jefe comunal don Nieves cuando encaramos nuevas sendas. Quiere ver si puede confiar. “Como en un matrimonio”, insiste jocoso.
Las camionetas de los guardaparques y de la Municipalidad son muy útiles para la gente local. Sin ellas la vida les sería más complicada, ya que todos se mueven a pie o en moto. Sí aprovechan cada viaje de los guardaparques (entre Los Toldos y Lipeo, entre Lipeo y Baritú, entre Baritú y Los Toldos) para hacer un trayecto, o en días en que la nueva mercadería llega al pueblo de Los Toldos compran en almacenes y dejan sus compras con nombre ahí para que los de la Muni se los acerquen.
Otro día en el parque
“Cardoso, María”, dice ella una y otra vez cuando se le pregunta el nombre. María es hija de Norato, el baqueano que solía hacer las guiadas a varios senderos del parque desde la comunidad de Baritú, donde viven 30 familias. Lleva a su bebé Gael colgado de su espalda. El bebé aguanta las cinco horas de caminata bajo el rayo del sol sin quejarse. María hizo muy recientemente el curso para ser guía (“nos enseñan cómo tratar con los turistas”, dice), y junto a Anahí, Reina y Jairo (que también quieren aprender a guiar) nos guía hacia El Angosto, entre árboles embarbados y helechos que ellos llaman “ala de cuervo” (con los que tiñen las lanas para tejer), por un sendero que bordea el río que cada tanto atravesamos haciendo equilibrio sobre las piedras. Quedamos cansados.
Cubrimos los 44 kilómetros de regreso a Los Toldos en camioneta en dos largas horas. La buena noticia es que llegó mercadería a la localidad y es más fácil conseguir fruta, verduras y algo de carne para un asado en las cabañas. Porque en Los Toldos –de unos 2.000 habitantes– no hay mucho comedor, salvo alguna pizzería y sandwichería; por eso, los tres complejos de cabañas que hay ofrecen la posibilidad de cocinarse.
También oreó, con el sol de los últimos días, la ruta provincial que conduce de vuelta a Yavi, y aunque LUGARES no suele ir y volver por el mismo trayecto, para conocer más y más, el camino de tierra y ripio se presenta ahora despejado y firme, y sin la carga del “¿llegaremos?”, la experiencia y los paisajes parecen definitivamente otros.
Datos útiles
Cómo llegar
- CORPACHAC VIAJES T: (0388) 407-5977. scarrillo@corpachac.com.ar - carrillo.santiagom@gmail.com - Instagram: @carrillo.santiagom Es la agencia de Santiago Carrillo, avezado guía jujeño.
Circuito Parque Nacional Baritú
- Día 1: Salida desde San Salvador de Jujuy hacia Yavi. Noche en la posada boutique Tika.
- Día 2: Rumbo hacia la Cordillera Oriental para llegar a almorzar en Santa Victoria Oeste. Recorrido hacia Los Toldos con noche en Cabañas El Nogalar.
- Día 3: Reserva Nacional El Nogalar de Los Toldos.
- Día 4: Se visita la zona norte del Parque Nacional Baritú por los senderos que bordean el Río Lipeo, las Termas del Cayotal y la comunidad local. De tarde, el sendero de los Cedros Centenarios y la Comunidad de Baritú. Alojamiento en casa comunitaria.
- Día 5: Trekking hasta el Angosto o a los helechos arborescentes en la zona del río Baritú. Regreso a Los Toldos y noche en las cabañas.
- Día 6: Camino de regreso a la Quebrada de Humahuaca. Noche en el Hotel Huacalera.
- Día 7: Día libre y traslado al aeropuerto de Jujuy.
- Por pasajero en base cuádruple: $151.000. Incluye todos los traslados y excursiones en camioneta 4x4 en servicios privados, con guía/ chofer de dedicación exclusiva. Combustible, seguros y viáticos, y 6 noches de alojamiento. No incluye: pasajes aéreos ni comidas.
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