La Iglesia procura afianzar su mensaje a través de los medios
Cada vez más: el reciente Congreso de Comunicadores Católicos realizado en Mar del Plata reveló un crecimiento de las publicaciones confesionales.
El Congreso de Comunicadores Católicos clausurado en Mar del Plata la última semana, además de poner en el centro del debate la relación de la Iglesia con los medios masivos de comunicación (ver recuadros), permitió descubrir una realidad hasta entonces casi desconocida: la enorme actividad periodístico-religiosa realizada hasta en los puntos más remotos del país. Durante el congreso se censaron 219 publicaciones, de las cuales 40 tienen una tirada mensual certificada de 1.521.700 ejemplares, en tanto que otras 179 tienen una tirada estimada de 810.000 ejemplares.
Entre las primeras figuran El Domingo, una hoja publicada por los Sacerdotes Paulinos, que cada fin de semana distribuye en las parroquias 300.000 ejemplares; el Boletín Salesiano, con más de 60.000 ejemplares mensuales; Diálogo, con 50.000; Belén, revista familiar de los marianistas, con 15.000, o Consudec, con 8000 quincenales (4000 vendidos en quioscos).
Otras publicaciones se destacan no por la cantidad de copias, sino por su peso intelectual y cultural, así como por su continuidad. Es el caso de Criterio, fundada por Atilio Dell`Oro Maini en 1928, o Actualidad Pastoral, una revista de buena calidad gráfica, dirigida por el teólogo Vicente Vetrano.
En los últimos años desapareció el semanario Esquiú, que en su época de esplendor llegó a una tirada de 120.000 ejemplares semanales, y disminuyó la circulación de Pan y Trabajo, una revista popular del santuario de San Cayetano, que había superado los 40.000 ejemplares mensuales cuando la dirigía el hoy obispo Norberto Rodríguez Melgarejo.
Multiplicación
Pero, al mismo tiempo, hay una multiplicación de publicaciones menores como Jubileo, de Salta, con 40.000 ejemplares bimensuales, o Constructores, de Quilmes, con 20.000 por mes. Cristo Hoy, un suplemento semanal en colores del diario La Tarde, de Tucumán, que, con 20.000 ejemplares ahora empieza a entrar en otras provincias, parece tender a llenar el espacio que alguna vez ocupó Esquiú.
Además, quedan en el país dos diarios de definida alineación con la Iglesia, ambos fundados por sacerdotes: La Verdad, de Junín, con unos 10.000 ejemplares, y La Unión, de Catamarca, con unos 7000, a cargo de la Acción Católica.
Teniendo en cuenta que son muchas las parroquias que tienen sus propios boletines y que hay 2417 parroquias en el país, un equipo de trabajo interdisciplinario dirigido por la hermana paulina Ana María Martínez y asesorado por la socióloga Tatiana Merlo Flores calculó, con una media de 2000 ejemplares para la mitad de las parroquias, otros 2.400.000 ejemplares mensuales.
Además, hay 2268 colegios católicos en el país, muchos de los cuales tienen revistas para alumnos y ex alumnos. Un cálculo de mil ejemplares para la mitadde esos colegios agrega otros 1.100.000 ejemplares, aunque en estos casos, la periodicidad no llega a sermensual.
También es importante la presencia de un fenómeno nuevo: la existencia de las radios de la Iglesia a partir de mayo de 1991. Se otorgaron entonces por decreto licencias a una FM en Abasto para el arzobispado de La Plata, y otras dos (AM y FM) para el obispado de Lomas de Zamora: la radio El Sol.
El cambio se dio a partir de la interpretación de la ley de radiodifusión 22.285, que dio lugar a la resolución 858 de ese organismo en diciembre de 1990. Hasta entonces, la Argentina era uno de los tres países de América -junto con Uruguay y Cuba- que no permitían tener radios a la Iglesia.
Desde 1991 han sido dadas más de 230 licencias a obispados. Pero sólo operan efectivamente unas 65 FM y otras cinco AM (entre ellas, una en Mercedes y otra en San Justo).
En busca de nuevos caminos
Al clausurar el Primer Congreso de Comunicadores Católicos, monseñor Jorge Casaretto sintetizó el resultado de las deliberaciones concluidas hace una semana al afirmar que había sido un intento por encontrar caminos que permitieran mejorar la comunicación hacia el interior de la Iglesia y también la relación de la Iglesia con el mundo. Privilegió, así, el diálogo como instrumento de comunicación. Fue ciertamente esta búsqueda de "nuevos caminos" lo que caracterizó todas las reuniones y el ánimo de los participantes. Las ideas fundamentales siguen siendo las mismas de los últimos años expuestas en las más importantes convocatorias de la Iglesia latinoamericana: lograr una mayor formación de los comunicadores, una profesionalización de los medios y un acercamiento sin temores a la realidad que enfrenta cada una de las comunidades locales.
Lo dijo el cardenal Pironio en su mensaje, cuando afirmó que la Iglesia tiene que saber escuchar para poder anunciar y no mantenerse en la pura defensa de la verdad sin comprometerse en la audacia de la profecía; agregó que es preciso no ocultar los acontecimientos aunque sean dolorosos, pero sin limitarse exclusivamente a comunicar la destrucción y la violencia.
La relación hacia afuera
Otro tema que estuvo presente en Mar del Plata fue el de la relación de la Iglesia con los medios masivos de comunicación social: diarios y revistas, radios, canales de televisión, a través de los cuales llega la información a todos los rincones del país. Una relación no siempre fluida generó un insuficiente aprovechamiento de los medios por parte de la Iglesia y un enfoque a veces politizado y arreligioso de cuanto a ella concierne por parte de los medios. Por eso la idea de un intento franco de encontrar caminos para mejorar la relación de la Iglesia con el mundo, privilegiando el diálogo como principal instrumento de comunicación, abre posibilidades de mutuo beneficio en el futuro;al igual que el propósito de defender y ampliar la libertad de expresión como valor indispensable para la defensa de la dignidad de la persona, más allá de los inevitables riesgos que puedan afectarla.
Sobre estas bases sería posible abrir una nueva etapa, una relación franca y abierta de la Iglesia con los medios, a partir de un conocimiento cada día mayor, de una mejor comprensión y fundamentalmente, de la falta de prejuicios, si tiene en cuenta que los temas directa o indirectamente vinculados con la fe interesan a la gran mayoría del país.
La etapa que se vislumbra, a la luz de lo expuesto en el Congreso, debería caracterizarse porque ninguna verdad se oculte ni se disimule, pero también porque el énfasis no recaiga solamente en lo conflictivo o en lo trivial.
Más cerca de la cultura contemporánea
Del temor y la vacilación de los inicios, cuando la ofensiva de los medios de comunicación provocaba inquietud en las tranquilas aguas eclesiásticas, a este momento en que la Iglesia se esfuerza por transitar nuevos caminos en el terreno de las comunicaciones. Un punto de inflexión en el que convergen y se entrecruzan líneas diversas. Por un lado, nos apunta el obispo Jorge Casaretto, presidente de la Comisión de Comunicación del Episcopado, está la necesidad de no dejar a los fieles inermes ante la entronización del consumo y del poder como los nuevos valores de nuestro tiempo. Además, hacer llegar su palabra precisa allí donde el ciudadano menos avezado puede volverse víctima de la manipulación informativa. Cristianos con criterio propio, dice Casaretto.
Por otro lado, el posicionamiento ya insoslayable de los medios como la nueva escena pública de este siglo. Una escena de la que ninguno de los actores sociales puede -ni quiere, seguramente- estar ausente. No sin el riesgo, al menos, de quedar demasiado lejos de la función.
En su actitud hasta ahora más indecisa respecto de los medios, la Iglesia católica vio multiplicarse en radio y televisión -y en estadios repletos de gente, después- la palabra de otras religiones acaso más audaces a la hora de difundir su mensaje.
Aunque Casaretto y, con él el conjunto de la Iglesia, prefiere eludir el uso de los medios con fines directos de evangelización -"un mensaje es una vivencia, no un producto para vender"- es indudable (él lo admite) que el desembarco (y el éxito) de estos llamados pastores electrónicos fue por lo menos un toque de alerta.
Desafíos
El desafío de la Iglesia, percibe Casaretto, es definir su relación con la cultura contemporánea, de la que los medios son protagonistas. Y no quedar, además, aislada en esa imagen algo estática y anacrónica que ella misma ayudó a construir a fuerza de asociarse repetidamente con actitudes prohibicionistas. Un signo de los nuevos vientos lo acerca el affaire con el film "La última tentación de Cristo", en el que la Iglesia sorprendió con una apertura que marginó a la derecha a los sectores más tradicionales y a veces fundamentalistas de su propio entorno. Otro signo acaba de ofrecerlo la decisión de invitar al congreso de comunicadores a periodistas no vinculados con ella. Invitarlos y escuchar lo que tenían para decir. Porque para la gente de prensa, pese a que reconoce la valiente y solidaria acción pastoral junto a los pobres, la larga tradición que unió a muchos hombres de la Iglesia con ataques a la libertad de expresión, poca sensibilidad ante realidades como el divorcio o la anticoncepción o la cercanía con expresiones políticas de corte autoritario eran cuentas pendientes que no favorecían acercamientos.
La ecuación, por otra parte, no es difícil. Si la gente está cada vez más cerca de los medios, permanecer lejos de ellos no parece ser la opción más acertada. De todos modos, sería injusto pensar este giro en términos de puro maquillaje mediático. En todo caso, si hay en juego una cuestión de imagen, dice Casaretto, es el resultado de una autocrítica sincera que lleva a la Iglesia a preguntarse por qué tanta gente abandona sus templos.
Para decirlo con Bartolomé de Vedia, el mundo religioso comparte la perplejidad del fin de siglo. Desde la Ilustración en adelante, la Iglesia desarrolló un mecanismo muy aceitado para defenderse de sus oponentes. Pero el gran desconcierto de hoy es que se ha quedado sin enemigos, ante la indiferencia y el pragmatismo de la sociedad posmoderna. Frente a esa fatiga espiritual, frente a esa apatía, los medios bien pueden convertirse en socios de lujo para la enorme tarea pastoral.
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