Qué porcentaje de parejas se divorcia y cuánto suelen durar los matrimonios
Pasaron casi cinco años desde que Juan, de 43 años, se divorció de la madre de sus dos hijos, y dentro de tres meses volverá a casarse. Mientras abraza a su futura esposa, cuenta que era muy joven cuando contrajo su primer matrimonio y que el amor se desgastó a los 11 años de convivencia. Está convencido que el divorcio fue un nuevo comienzo en su vida y que siempre está la oportunidad de empezar de cero y ser feliz.
El caso de Juan se ajusta al promedio. Según las cifras publicadas por la Dirección General de Estadísticas y Censos del gobierno porteño, analizadas y clasificadas por LA NACION DATA, el mayor número de divorcios en la ciudad de Buenos Aires se produce cuando el cónyuge tiene entre 35 y 44 años y cuando el matrimonio tiene una duración de 10 años en adelante.
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En diálogo con LA NACION, Pedro Herscovici, médico psiquiatra especializado en terapia familiar y de pareja, y miembro de la Asociación de Psicoterapia Sistémica de Buenos Aires, explicó que la causa de este fenómeno “no tiene que ver con lo que algunos llaman la crisis de los 40, sino con que la gente tiende a separarse cuando se casa joven porque el crecimiento en paralelo está menos asegurado”. Y agregó: “Indudablemente hay más tendencia a divorciarse porque hay etapas evolutivas que se desarrollan de forma dispareja”.
Sin embargo, la edad de los porteños a la hora de contraer matrimonio aumentó un 19% respecto a 1990. En la actualidad las mujeres se casan a los 33 años en promedio, mientras que los hombres lo hacen a los 34.
Al respecto, la licenciada Sonia Kleiman, psicóloga y directora de la Maestría en vínculos, familias y diversidad sociocultural del Hospital Italiano, manifestó: “Eso habla muy bien de la paridad de género que se está construyendo en la Argentina. Hay un espectro amplio de proyectos además de formar familia, muchos jóvenes primero quieren estudiar, trabajar y vivir solos. Casarse era el eje central del siglo pasado, no de este”.
Con respecto a los factores socioeconómicos que influyen en la decisión de casarse, el número récord de divorcios y matrimonios ocurrió en 1988, el año posterior a la sanción de la ley que permitió a los cónyuges separados de hecho, conseguir el divorcio vincular y volver a contraer nupcias.
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Por otro lado, hace 13 años que la mitad de los que se casan se divorcian. Esto equivale a un total de 15 divorcios por día. “Es que vivimos en una época vertiginosa, apenas aparecen los conflictos que requieren trabajo, disolvemos la situación para no enfrentarla. Ya no es hasta que las muerte los separe, las personas procuran elegir más, eligen con quien vivir y cómo”, declaró Kleiman.
¿Otra fecha llamativa? El 2002 fue el año con menor cantidad de separaciones legales. “Después de épocas de crisis económicas, la gente no tiende a separarse porque tiene que resolver cuestiones en conjunto. Las parejas se divorcian cuando consiguen cierta autonomía económica que se los permite”, remarcó Herscovici. En contraste, el año con el número más bajo de matrimonios fue 2014.
Matrimonio igualitario
La aprobación del matrimonio igualitario en 2010 modificó la radiografía. En 2016 los matrimonios entre mujeres aumentaron un 17% y un 5% en el caso de los hombres, respecto a 2015. Mientras que los matrimonios heterosexuales disminuyeron un 1,10%.
La licenciada Kleiman explicó que hubo tanto prejuicio y rechazo para aceptar que la heterosexualidad normativa era algo impuesto y creado por un dispositivo sexual o religioso, que ahora el matrimonio igualitario es vivido como un logro. Y añadió: “Es lógico, el matrimonio tiende a legitimar a nivel pareja y a nivel social”.
La opinión de un especialista
Por Pedro Herscovici, médico psiquiatra especializado en terapia familiar y de pareja, y miembro de la Asociación de Psicoterapia Sistémica de Buenos Aires.
Lo que hace funcionar un matrimonio en el día a día es la inteligencia emocional desarrollada en conjunto por la pareja. Según recientes investigaciones sobre el tema (J.M. Gottman y colaboradores) ello resulta de una dinámica interpersonal que produce un balance positivo en los afectos mutuos. Dado este capital afectivo los miembros de la pareja se pueden entender, valorar y respetar más entre sí.
Las personas que viven en un buen matrimonio viven así también más, mejor y más sanos en comparación con aquellos que terminan infelices matrimonialmente o que generan un mal divorcio. En los matrimonios con alto nivel de hostilidad latente o manifiesta los que también sufren las consecuencias negativas son los hijos.
Mucho se ha escrito sobre la comunicación marital y la importancia de la satisfacción a ese nivel. Las parejas producen diferentes estilos para encarar sus diferencias. Algunos evitan peleas, otros pelean mucho mientras que otros acuerdan en el desacuerdo. Ningún estilo aparece necesariamente mejor que otro si funciona para ambos. La mayoría de las diferencias matrimoniales no se terminan “resolviendo” sino que en el mejor de los casos se modulan afectivamente de manera adecuada. El mal manejo de las inundaciones emocionales producidas por los inevitables conflictos matrimoniales es uno de los mejores predictores de divorcio de la pareja. El divorcio emocional se genera cuando prima un sentimiento negativo que diluye lo positivo. Cierto tipo de negatividad acumulada que no se modula es letal, pues editará lo presente, lo pasado y lo futuro.
El conflicto sin calmantes necesarios para reparar el vínculo resulta pues destructivo. De allí la importancia de aprender a nivel de pareja cómo desarrollar, reconocer y rescatar los movimientos reparatorios y el control de las escaladas interpersonales.
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