Alumnos de Neuquén usan ceniza volcánica para mejorar cultivos
Cuando el volcán Calbuco erupcionó en abril de 2015, tiñendo de gris todo a su alrededor y afectando gravemente la ganadería y la agricultura del lugar, nadie podía imaginar que un año más tarde, esa misma ceniza sería motivo de aprendizaje y crecimiento. Los alumnos del CEI San Ignacio, de la Fundación Cruzada Patagónica, en el Valle de San Cabao, en Junín de los Andes (Neuquén), descubrieron que podía tener efectos positivos en el desarrollo de ciertos cultivos.
Acostumbrados a hacerle frente a la adversidad e impulsados por su afán de cuidar el medio ambiente, los alumnos de 4° año, Félix Aliaga, Jeremías Porma y Patricio Arce, con apenas 17 años y acompañados por su profesora de ciencias, Ana Prieto (52), decidieron investigar si esa ceniza que tanto daño había causado en su comunidad podía convertirse en algo útil.
Volver a empezar
"La ceniza tiene un impacto fuerte en la vida de los lugareños. Volver a empezar es difícil", explica esta docente que hace 20 años vuelca su compromiso y su pasión en esta escuela patagónica que brinda educación integral (primaria, secundaria y agrotécnica) y albergue a 200 estudiantes.
Partiendo de la hipótesis de que la ceniza volcánica podía ser de gran utilidad para la horticultura (sobre todo porque tiene la capacidad de retener la humedad), los tres jóvenes emprendedores pusieron manos a la obra sembrando rabanitos en diferentes sustratos (cenizas volcánicas del Calbuco, compost, guano y suelo del lugar sin cultivar) para comparar cómo resultaba su crecimiento en cada caso.
El objetivo era demostrar que la siembra en ceniza podía contribuir al ahorro de agua, un recurso fundamental que escasea en la zona, "sobre todo durante el verano y comienzos del otoño donde la disponibilidad del agua disminuye afectando la producción agropecuaria y el consumo humano", según expusieron los chicos en su trabajo de investigación.
Luego de realizar varias pruebas en huerta al aire libre e invernadero, y medir los resultados a través de diferentes técnicas, pudieron confirmar la hipótesis inicial y decidieron presentar su trabajo en el certamen del Premio Argentino Junior del Agua, organizado por la Asociación de Ingenieros Sanitarios (Aidis) Argentina en el marco del 20º Congreso Argentino de Saneamiento y Medio Ambiente, quedando seleccionados entre los 10 finalistas (el año anterior habían ganado el primer premio con otro trabajo vinculado al agua).
Esto les permitió viajar a Buenos Aires para asistir a este congreso en el que diferentes escuelas exponían sus trabajos en relación al cuidado del medio ambiente.
"Esta experiencia fue una forma nueva para mí de ver el mundo. Me ayudó a tomar conciencia del uso del agua y la contaminación", explicó Félix, quien sueña un futuro como científico. "Me conmueve ver cómo el mundo y nuestro país hacen todo lo posible para conservar tanto la salud de los ciudadanos como la escasa agua potable que hay", continuó.
"Para mí lo que vivimos significó algo muy importante ya que tuvimos la posibilidad de exponer nuestro proyecto y a la vez, conocer otros muy interesantes", contó Martín.
Al respecto, la docente Ana Prieto reflexiona: "La enseñanza de ciencias y la educación ambiental están muy poco desarrolladas en las escuelas primarias rurales. Los alumnos conocen pocos conceptos de física, química, biología, sistemas de información geográfica. Este tipo de experiencias permite revertir esta situación", explica Ana, remarcando uno de los ejes fundamentales de esta escuela que cree que el "aprender haciendo" es clave para una educación de calidad que asegure un futuro próspero a los jóvenes.
Por eso todas las materias técnicas cuentan con instalaciones y actividades para que los alumnos pongan en práctica los contenidos vistos en el aula: invernadero y huerta, pasturas para los animales, colmenas, sala de faena, carpintería, taller de electricidad, corrales, etcétera, y tienen como resultado productos que luego se comercializan.
Cómo colaborar
Fundación Cruzada Patagónica
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