Valeria Escobar es una entre cientos de personas que, todos los días, recorren los volquetes del principal centro de venta de frutas y verduras del país buscando lo que los puesteros tiran para llevarlo a sus mesas; la institución asiste con bolsones de comida a 220 familias y tiene otras 445 en lista de espera

El carro de Valeria Escobar tiene varios kilos de tomate y zapallo, algunos melones, seis o siete paltas, un pedazo de sandía, algunas cebollas y zanahorias, algunos morrones, duraznos y pepinos, tres brócolis y una bolsa con diferentes verduras de hoja. No tiene idea de cuánto cuestan hoy todas esas frutas y verduras. Pero de algo está segura: ella no podría pagarlas. Acaba de juntar toda esa mercadería en los volquetes de basura del Mercado Central. “Prefiero comer de la basura antes que salir a robar, dice desafiante.

Valeria Escobar exhibe parte de las frutas y verduras que juntó en los volquetes de desechos del Mercado Central
Valeria Escobar exhibe parte de las frutas y verduras que juntó en los volquetes de desechos del Mercado CentralAlejandro Guyot - LA NACIÓN

Valeria es, apenas, una entre cientos de personas que, todos los días, pivotan entre los volquetes de las naves del Mercado Central en busca de lo que van desechando los puesteros a lo largo de la jornada: frutas y verduras pasadas, picadas o que empezaron a pudrirse y que se tiran mezcladas con otras que aparentan encontrarse en buen estado.

“Hace años que vengo. Pero en los últimos doce meses se ve mucha más gente. Ves de todo: gente grande, familias con chicos y adolescentes solos”, asegura esta mujer enérgica que se convirtió en el único sostén de su casa cuando Lizandro, su marido, quedó ciego producto de un cuadro de diabetes. “Como soy epiléptica y nadie me da trabajo, hago de todo: cocino, ayudo en un comedor, junto latas. Y además voy al Mercado”, explica.

Valeria: “Como soy epiléptica y nadie me da trabajo, hago de todo: cocino, ayudo en un comedor, junto latas. Y además voy al Mercado"
Valeria: “Como soy epiléptica y nadie me da trabajo, hago de todo: cocino, ayudo en un comedor, junto latas. Y además voy al Mercado"Alejandro Guyot - LA NACIÓN

Estamos en el Barrio Diecisiete de Noviembre, ubicado en la localidad bonaerense de Villa Celina, un entramado de calles con construcciones en altura en el que Valeria vive hace unos veinte años. Hubo un tiempo en el que el sueldo de Lizandro, como soldador, hacía la diferencia. Pero eso quedó atrás y, desde hace años, las visitas a los volquetes se volvieron más asiduas: actualmente va cada cuatro o cinco días. A veces la acompañan Patricia o algunas vecinas.

La distancia con el Mercado Central es de unas quince cuadras. Que hoy sea su cumpleaños número cuarenta no impide que la mujer prepare su carro temprano para hacer la recorrida y lograr que toda la familia cuente con frutas y verduras para los próximos cuatro días. “Como se viene el fin de semana largo, los puesteros tiran bastante. Pero a veces la lluvia complica, así que quiero ir antes de que empiece a llover”, explica.

La distancia entre la casa de Valeria y el Mercado Central es de unas quince cuadras
La distancia entre la casa de Valeria y el Mercado Central es de unas quince cuadrasAlejandro Guyot - LA NACIÓN

En compañía de LA NACION, inicia el trayecto de calles angostas y bajadas pronunciadas empujando lo que alguna vez fue un carro de supermercado. En él carga bolsas, baldes, un bidón de agua y un cuchillo. Entre el barrio y los terrenos del Mercado, hay que cruzar la Avenida de Circunvalación sin ningún tipo de semáforo. Valeria corre como si el carro no pesara y ella no fuera la mujer menuda que es.

Una vez en el predio, Valeria divisa desde lejos lo que será su primer rescate: un zapallo entero, tirado en el piso, en las afueras de uno de los pabellones. Tiene un costado podrido que ella quitará con el cuchillo para quedarse con el resto.

El primer rescate de Valeria es un zapallo que encuentra tirado en el piso
El primer rescate de Valeria es un zapallo que encuentra tirado en el pisoAlejandro Guyot - LA NACIÓN

Cada vez que viene, su rutina consiste en visitar los volquetes de las afueras de cada uno de los pabellones en los que se venden frutas y verduras. Debe esquivar autos, camiones, compradores mayoristas y minoristas y gente que, como ella, viene a llevarse lo que puede entre los desechos..

Quienes, recorren uno a uno los distintos volquetes como si fueran góndolas de supermercado se van pasando datos: “En aquel hay cebolla de verdeo. En el de más allá están volcando tomates”, se dicen. También están los que esperan los descartes sentados cerca de algún contenedor puntual, preparados con bolsas y un cuchillo para limpiar lo picado o podrido de cada hallazgo y quedarse con el resto.

Todos los días, cientos de personas recorren los volquetes de desechos del Mercado Central buscando llevarse las frutas y verduras que desechan los puesteros
Todos los días, cientos de personas recorren los volquetes de desechos del Mercado Central buscando llevarse las frutas y verduras que desechan los puesterosAlejandro Guyot - LA NACIÓN

Susana es de las que optan por la segunda opción. Cuenta que es la primera vez que viene. Es empleada doméstica por horas pero su patrona se fue dos semanas de vacaciones y no le paga nada por estos catorce días en los que ella no puede trabajar. “Vine con una amiga desde Merlo porque algo tengo que comer mientras tanto”, explica con un dejo de fastidio.

Cerca suyo está Liz, que viene desde González Catán. Dice que toda la vida trabajó informalmente así que, a pesar de tener la edad para jubilarse, tiene que seguir trabajando. “Soy empleada doméstica y mi esposo también trabaja. Pero la plata no alcanza. Me pagan dos mil pesos la hora. Lo que hice ayer se me fue en un poco de carne y algo de pan. Así que viniendo acá me garantizo la fruta y la verdura”, explica.

Liz es empleada doméstica y prefiere salir de espaldas a la cámara: "Me pagan dos mil pesos la hora. Lo que hice ayer se me fue en un poco de carne y algo de pan. Así que viniendo acá me garantizo la fruta y la verdura"
Liz es empleada doméstica y prefiere salir de espaldas a la cámara: "Me pagan dos mil pesos la hora. Lo que hice ayer se me fue en un poco de carne y algo de pan. Así que viniendo acá me garantizo la fruta y la verdura"Alejandro Guyot - LA NACIÓN

Desde 2021, el Mercado Central cuenta con el Programa de Reducción de Pérdidas y Valorización de Residuos, que consiste en la separación de los desechos de los puesteros para rescatar las frutas y verduras aptas para consumo humano con finalidad social: sus destinatarios son familias que padecen algún tipo de vulnerabilidad socioeconómica o bien comedores comunitarios. La mercadería no apta es utilizada para producir compost.

“Acompañamos con la entrega directa de productos frutihorticolas. Los alimentos donados se encuentran en buenas condiciones higiénicas y sanitarias, y cumplen con los estándares de calidad e inocuidad vigentes de acuerdo al Código Alimentario Argentino y resoluciones de SENASA”, explicaron fuentes de la institución, quienes informaron que, actualmente, el centro asiste a 220 familias con 8 kilos de mercadería semanal y tiene otras 445 en lista de espera. Además brinda 12.000 raciones diarias a comedores y merenderos.

Ocho de los doce pabellones del Mercado Central están adheridos al Programa de Reducción de Pérdidas y Valorización de Residuos de la institución, que rescata las frutas y verduras aptas para consumo humano y las distribuye entre 220 familias
Ocho de los doce pabellones del Mercado Central están adheridos al Programa de Reducción de Pérdidas y Valorización de Residuos de la institución, que rescata las frutas y verduras aptas para consumo humano y las distribuye entre 220 familiasAlejandro Guyot - LA NACIÓN

Hasta el momento, ocho de los doce pabellones están adheridos al Programa de Recuperación de Pérdidas. Gracias a esta iniciativa, recuperan el 22% de lo que los puesteros desechan. Los cajones con lo que no sirve para vender son entregados a empleados del Mercado, que los reciben en las afueras de cada nave, para seleccionar y separar lo que sea apto para consumo. El resto, es considerado desecho para compostar y se tira. En los cuatro pabellones restantes, en cambio, los puesteros desechan las frutas y verduras no aptas para vender en el volquete más cercano. Estos contenedores suelen ser los más disputados.

Con el correr de los minutos, el carro de Valeria se va llenando con diferentes variedades de frutas y verduras que busca en todos los volquetes del Mercado Central
Con el correr de los minutos, el carro de Valeria se va llenando con diferentes variedades de frutas y verduras que busca en todos los volquetes del Mercado CentralAlejandro Guyot - LA NACIÓN

Pero Valeria, al igual que el resto de las personas que están allí por las mismas razones que ella, no deja contenedor sin revisar. A veces, lo hace, estirando las manos todo lo que puede hacia el interior del volquete. Si no llega hasta donde quiere, no duda en saltar y meterse. No es la única. Adentro de los volquetes se ven hombres, mujeres y hasta chicos, como una manera desesperada de recuperar todo aquello que queda en el centro, allí donde no se puede llegar estirando la mano desde el borde. Cada vez que consigue algo, lo lava, lo limpia y lo embolsa. Si es verdura de hoja verde, la huele antes de decidir si se la llevará o no.

Cuando no logra alcanzar lo que quiere desde el borde, Valeria lo hace desde el interior del volquete
Cuando no logra alcanzar lo que quiere desde el borde, Valeria lo hace desde el interior del volqueteAlejandro Guyot - LA NACIÓN

“Esto también sirve”, dice mostrando una semilla de palta. “La rallo y la tomo con el mate. Hace muy bien a los riñones”, explica a quien quiera oírla. Un chaparrón detiene temporariamente su marcha, así que aprovecha para limpiar todo lo que lleva recolectado. Un hombre mayor le pide uno de los morrones que acaba de levantar y ella accede.

La lluvia interrumpe temporariamente la recorrida y Valeria aprovecha para limpiar lo que consiguió. En la imagen, un hombre le pide un morrón y ella se lo da
La lluvia interrumpe temporariamente la recorrida y Valeria aprovecha para limpiar lo que consiguió. En la imagen, un hombre le pide un morrón y ella se lo daAlejandro Guyot - LA NACIÓN

Cerca suyo, dos autos están cargados hasta el tope. Uno con tomates y el otro, con limones. Cuentan que muchos de los asistentes se llevan la mercadería y la venden en sus barrios. “Todo el mundo sabe que son frutas o verduras de los volquetes. Pero siempre es mucho más barato que lo que se compra en la verdulería”, explica Susana.

Cerca del mediodía, Valeria vuelve a su casa con el carro lleno. Dice estar contenta porque lleva frutas para su única hija, que está haciendo el CBC para Ingeniería
Cerca del mediodía, Valeria vuelve a su casa con el carro lleno. Dice estar contenta porque lleva frutas para su única hija, que está haciendo el CBC para IngenieríaAlejandro Guyot - LA NACIÓN

Cerca del mediodía, Valeria da por terminada la recorrida. Está contenta porque lleva frutas para Patricia, su hija de 18 años y su mayor orgullo. “Se recibió de maestra mayor de obras y quiere ser ingeniera civil”, cuenta mientras desanda las 15 cuadras y vuelve a su casa. Una vez allí, dispone una mesa en la vereda y encara una limpieza más profunda de lo que trajo, como una manera de garantizar que a su cocina llegue todo limpio y sanitizado. Todo indica que pasará su cumpleaños cocinando.

Más información:

  • Quien desee colaborar para mejorar la situación de Valeria y su familia puede contactarse con Cesarina Portillo Galeano, referente de “Las Estrellitas”, el comedor comunitario del barrio, al 11 4080-1268
  • Los que necesiten unirse al programa de asistencia del Mercado Central pueden contactarse con el área de Acción Comunitaria al 11 6094 9583
  • La Red del Banco de Alimentos es otra organización que lucha contra el hambre. Podés colaborar con ellos ayudando a clasificar alimentos o donándolos si sos productor. Conocé más en su sitio web.
Cargando banners ...