Alejandro Frigerio. “Todos podemos cometer actos que conlleven cierto grado de racismo”
El sociólogo y antropólogo Alejandro Frigerio considera que, a lo largo de 2020, el racismo fue tema de debate como nunca antes. La muerte del ciudadano afroamericano George Floyd, ocurrida el 25 de mayo último en Estados Unidos, sirvió de disparador para que amplios sectores de la sociedad argentina comenzaran a preguntarse cuánto de aquella violencia nos era realmente ajeno. Recientemente, tanto la sanción al jugador uruguayo Edinson Cavani como la difusión de tuits racistas de algunos miembros de los Pumas actualizaron la discusión.
“Vivimos en una sociedad que fue despiadada con el diferente durante mucho tiempo. Y todavía lo somos”, asegura este especialista, investigador principal del Conicet, cuyo radar siempre está orientado hacia la diversidad étnica, cultural y religiosa (su blog “Diversa” es un claro ejemplo).
Miembro del Grupo de Estudios Afrolatinoamericanos (Geala), con sede en el Instituto Ravignani, Frigerio está convencido de que el racismo está tan presente como invisibilizado en nuestra sociedad, y apela al compromiso individual en pos de superarlo: “No podés pedir que el Estado haga algo si vos no hacés nada”, sostiene.
Los argentinos, ¿somos racistas?
(Piensa.) Sí, somos bastante racistas. Es difícil hacer un ranking, pero somos mucho más de lo que creemos. Creemos que no es un problema local pero sí lo es. Cualquier persona que no sea percibida socialmente como blanca o que sea percibida socialmente como insuficientemente blanca te va a decir que sí, que sufrió una serie de episodios de discriminación o de disminución de su persona a lo largo del tiempo por ese tema.
El hecho de que cometa uno de esos actos de discriminación, ¿me convierte en una persona racista?
Yo prefiero hablar de actos o actitudes racistas. Las actitudes racistas están muy extendidas, lo que no quiere decir que las personas sean racistas.
¿A qué se refiere con actos o actitudes racistas?
Una de las formas más comunes en la Argentina es la extranjerización: pensar automáticamente que una persona negra no es argentina. Eso no me hace un racista. Pero es una actitud discriminatoria. El problema es que hay quienes creen que racismo es decir “negro de mierda”, es decir, tener una actitud hostil explícita. Pero hay formas más sutiles de sugerirle al otro, aun aunque uno no quiera -y muchas veces es sin que uno quiera- que es una persona diferente y probablemente inferior en base a su color o rasgos fenotípicos.
Hace pocos días se supo que la Asociación Inglesa de Fútbol sancionó al jugador uruguayo Edinson Cavani por agradecer un comentario con un “gracias negrito”. ¿Qué le pareció esta decisión?
Es una de estas instancias en que es conveniente diferenciar entre el caso específico y el comportamiento social más general. No dudo de que Cavani lo dijo “cariñosamente”. Hay que notar, sin embargo, que todas las personas afrodescendientes que opinaron al respecto (pero que en este caso no tuvieron acceso a los medios masivos) manifestaron que pese a cualquier “buena intención” que pudieran tener amigos o conocidos, les desagradaba ser llamados “negros” o “negritos” continuamente. Todas las personas cuya opinión fue reflejada en los medios son “blancas”, y desconocen que los afrodescendientes están bastante hartos de que los cosifiquen e infantilicen en base a su color de piel. Por otro lado, hay una norma específica en los reglamentos de la Asociación Inglesa de Fútbol (E3,2) que penaliza el uso de referencias a “raza”. Y en los países anglosajones las reglas están para ser respetadas.
Hay quienes, sin embargo, consideran esta decisión un exceso de corrección política...
Los racismos y las luchas antirracistas toman diferente forma en los distintos países. No creo que haya “excesos de corrección política”; la crítica a la “corrección política” suele encubrir el deseo de poder seguir clasificando a las personas de la manera en que el privilegio (de clase, de “raza”, de fenotipo apropiado) del hablante le permita. En el fútbol inglés parece haber una “tolerancia cero” hacia ciertas conductas. En la Argentina y Uruguay, por el contrario, hay muy poca conciencia social acerca de los comportamientos racistas o discriminatorios. Creo que hay formas “cariñosas” de referirnos a las personas que muchas veces reflejan una asimetría de poder en la relación y cuyo empleo continuo es percibido como despreciativo por quienes las reciben. ¿Cuántas personas no estarán realmente hartas de que las llamen “negrito”, “gordita”, “pelado”, “fosforito”?
Más allá de las denominaciones, ¿en qué actitudes cotidianas usted identifica racismo?
Esta idea de que las personas son buenas para ciertas cosas y malas para otras. Se dice que los negros son buenos para bailar, tienen mucho ritmo, juegan bien al básquet; pero serían malos empleados, poco confiables. Que les gusta divertirse, que son buenos sexualmente pero no lo son para relaciones serias y prolongadas. Todos somos pasibles de cometer actos que conllevan cierto grado de racismo. Y esto es por la poca conciencia que tenemos en el país sobre temas raciales.
Sin embargo, es frecuente que se crea que no hay racismo en nuestro país porque no hay crímenes de odio ni proliferan actitudes hostiles.
Es lo que se dice todo el tiempo. Nosotros pensamos que, para que haya racismo, tiene que haber una situación como la de los Estados Unidos o el apartheid sudafricano. Y no es así. El racismo se expresa de muchas maneras. En América Latina, en casi todas las sociedades, se expresa de una forma mucho más sutil pero muy presente y, especialmente, lo sienten las personas que son víctimas de ese racismo. Las personas blancas de clase media difícilmente se van a identificar porque no lo sufrieron y no lo sufren. Y como no lo ves tan abiertamente pensás: “bueno, es un chiste”. Pero un mismo chiste sobre el color de la piel o algún rasgo físico que se recibe a lo largo de toda una vida se convierte en algo pesado que afecta la identidad de las personas, sus posibilidades de conseguir determinados trabajos, su bienestar cotidiano.
¿De qué otras maneras se puede vulnerar ese bienestar?
Hay dos formas muy importantes de segregar a la gente por su fenotipo y por su tono de piel sin hablar de raza que son la “portación de rostro” en encuentros con la policía y el requisito de la “buena presencia” cuando uno busca trabajo. La “buena presencia” muchas veces es si tenés un fenotipo lo suficientemente blanco o no. Y la “portación de rostro” básicamente es que la policía puede discriminar a una cantidad de gente que no luce lo suficientemente blanca. Fijate el lío que hubo con los rugbiers, que muestra claramente cómo funciona el racismo en la Argentina.
¿Cómo leyó ese episodio?
Hubo indignación y está muy bien. Pero después de la primera ola de indignación la reacción fue: “y bueno, eran chicos”. Otra reacción fue: “se la están agarrando con ellos porque son rugbiers, se la están agarrando con el rugby”, o “se la están agarrando con determinada clase social, y esto en realidad tiene intenciones políticas”.
¿Faltaron interpretaciones más profundas?
Lo que nadie se preguntó fue: ¿por qué una cantidad de pibes de esa edad sistemáticamente hacía tuits racistas? ¿Qué pasaba con las familias, con los amigos, con toda la gente que puso fav a esos tuits y los compartió? Hubo una aprobación social importante. Entonces la pregunta no es si tal pibe es racista o no, o si está bien que fuera racista antes pero ahora ya no, sino qué es lo que hacía que ese racismo que se podía expresar en pibes de quince o dieciocho años fuera bien recibido y fuera posible. Porque los pibes que acá se burlan de la mucama son los que en el interior están saliendo a “chinear” y a iniciarse con empleadas domésticas, chicas más pobres. Este tipo de cosas se expresan en un tuit y en una violación en manada.
¿Por qué hay tanta dificultad para pensar el racismo en términos locales?
Porque en la Argentina está esta idea de que somos un país blanco y que en un país blanco no hay razas. Y si no hay razas, no puede haber discriminación racial. Hay originarios, hay afros y hay blancos. Y después está toda esta cantidad de gente que se descalifica como “negros”, pero se dice que se los discrimina por otras cuestiones: por su pertenencia a cierto sector, porque tienen ciertos comportamientos culturales, porque escuchan cumbia, porque se visten de cierta forma. Hay todo un sistema de pensamiento, si se quiere, que niega lo racializado porque desde que construimos nuestra imagen ideal de cómo somos los argentinos, los argentinos somos blancos.
¿Esto ocurre también en cierto sector de pensamiento ilustrado?
Claro. Hasta los historiadores reconocidos te dicen que el racismo es el apartheid o lo que ocurre en Estados Unidos. Hay toda una ideología implícita que niega y lleva la discusión a otros terrenos, incluso desde el progresismo.
Así y todo, este año se habló más de racismo, ¿por qué?
Tras la muerte de George Floyd se empezó a discutir el tema del racismo de una forma en la que acá antes no se discutía. Grupos como Identidad Marrón, Diafar o la Comisión 8N empezaron a tener mayor visibilidad en medios masivos. Se habló mucho más pero, a su vez, hubo una reacción en contra. Por ejemplo, sale la noticia de que van a hacer una comisión en el Inadi para el reconocimiento histórico de la comunidad afroargentina y aparecen catedráticos en los medios negando el racismo.
Desde el Estado, ¿reconoce gestos o iniciativas para destacar?
Que se haya nombrado a María Fernanda Silva como embajadora en el Vaticano está bien, que lo hayan nombrado a Carlos Álvarez como director de Equidad Étnico Racial, Migrantes y Refugiados de la Secretaría de Derechos Humanos está bien. Que el gobierno reconociera en el caso de José Delfín Acosta un asesinato racista, también habla de un fuerte cambio. Que esté la Comisión para el Reconocimiento Histórico de la Comunidad Afroargentina del Inadi y la Mesa Interministerial de Políticas Públicas para la Comunidad Afro son cosas interesantes. Igual los afro que están siendo incluidos en el Gobierno tuvieron posibilidades que en general no tienen los afroargentinos cuyas familias tienen seis o siete generaciones.
En la Argentina, ¿hay instituciones en las que el racismo caló más hondo?
Creo que hay racismo en todos lados. En el sistema educativo, por ejemplo, necesitamos docentes que estén concientizados sobre todo esto. Que enseñen una historia de la Argentina que no diga que descendemos de los barcos. Necesitamos manuales escolares que no le den a estos temas una página como mucho. Tenemos una universidad gratuita, pero sigue habiendo mecanismos de exclusión que tienen que ver con la clase y que pueden tener que ver con la racialidad.
¿Una sociedad puede superar el racismo?
Es muy difícil pero las condiciones pueden mejorar. Una de las cosas básicas que hay que hacer, es reconocer que existe. Uno sigue viendo estas cosas como anomalías y no, no son anomalías. Son parte del tejido social habitual y eso hay que reconocerlo.
Si alguien de nuestro entorno tiene una actitud o hace un chiste racista, ¿está bien marcárselo?
Sí, pero no sé si podemos cambiar la actitud de alguien. O quizás sí, y podemos pedirle que no lo diga en público o delante de los más chicos. Si la gente siente que no hay permiso para decir ciertas cosas en público, es mejor. Quiero decir, si vos vas a pensar que alguien es un “negro de mierda”, no puedo cambiar que lo pienses, pero puedo esperar que no lo digas. Si determinadas expresiones no reciben aprobación social, como actitud mínima está muy bien. Además, es importante distinguir entre formas de racismo y actitudes que pueden no ser racistas pero sí ser discriminatorias. Vivimos en una sociedad que fue despiadada con el diferente durante mucho tiempo. Y todavía lo sigue siendo.
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