¿Los últimos avances en inteligencia artificial que avanzan en la intervención de las fotos digitales impactarán también en nuestra memoria personal?
Los famosos se sacan fotos en los premios, los estrenos, las conferencias de prensa. Nosotros en los cumpleaños, las vacaciones, los encuentros de fin de año y los comienzos de clases. Estamos en temporada alta de photo opportunity familiar.
En mi familia tenemos la tradición de llenar un jarrón de recuerdos a fin de año. Cada uno pone sus papelitos con los momentos que quiere destacar y los leemos el 1° de enero. Como mi memoria es frágil, el celular es mi aliado. Miro las fotos del año para traer a mi cabeza los momentos imperdibles, que sin embargo se perdieron en mi mente.
Creo no ser la única. Las fotos que sacamos conforman en gran medida nuestra memoria. Lo sabe Google, que hace poco cambió el eslogan de Google Photos de “el hogar de tus fotos y videos” a “el hogar de tus recuerdos”.
"Las fotos que sacamos conforman en gran medida nuestra memoria. Lo sabe Google, que hace poco cambió el eslogan de Google Photos de “el hogar de tus fotos y videos” a “el hogar de tus recuerdos”"
La tecnología lleva mucho tiempo entrelazada con nuestra memoria, en un proceso que se fue volviendo más íntimo a medida que todos tuvimos una cámara de fotos; luego, una de video, y, finalmente, un celular con todo eso más un editor de imágenes. Se escribieron millones de comentarios y se hicieron miles de estudios etnográficos sobre el impacto del Photoshop y los filtros de Instagram en nuestra cultura.
Pero ahora hay novedades. Apple publicó este mes un modelo basado en Inteligencia Artificial que permite a los usuarios editar fotos con simples instrucciones verbales. Podría ser “hacé los cielos más celestes” o “borrá los dedos que se hayan metido en la lente”. Lo pusieron a disposición como código abierto. Google anunció en noviembre que su servicio Photo Stacks puede elegir la mejor foto en una de esas secuencias que sacamos a repetición para asegurarnos de que nadie quede con los ojos cerrados.
Parece que alrededor de un tercio de las fotos que guardamos son variantes, duplicados tomados en un mismo momento. Ahora la tecnología puede elegir las mejores y ocultar las demás. Los estudios etnográficos se tendrán que actualizar. Porque, hasta ahora, la preocupación por las fotos alteradas era el afuera: cómo editamos las imágenes para ser vistas por otros; cómo eso establece estándares irreales de belleza y felicidad, o promueve la desinformación. Pero ahora se trata del impacto hacia adentro, en nosotros mismos: si todas las fotos en nuestro archivo se editan de forma automatizada, ¿no se alterarán nuestros propios recuerdos?
El cerebro humano se parece bastante a un repositorio digital. Las neurociencias conocen bien este paralelismo gracias al trabajo pionero de un grupo de investigadores argentinos encabezados por Iván Izquierdo que, a mediados de 2000, publicaron varios trabajos sobre la consolidación de la memoria.
Izquierdo y sus colegas descubrieron que los recuerdos almacenados son estáticos y difíciles de alterar. Pero cuando los traemos a la mente se vuelven lábiles, vulnerables. Es igual que un archivo en un disco rígido. Ahí adentro no cambia. Pero en cuanto lo abrimos y lo tenemos en la pantalla, podemos modificarlo y volver a guardar una nueva versión. Lo mismo sucede cada vez que le contamos a alguien algo que nos pasó: generamos una nueva versión que se guarda en el cerebro y se convierte en la nueva –y única– historia que recordamos.
Las fotos digitales ofrecen una buena metáfora para entender el cerebro, pero son más que un auxiliar explicativo. Ver una foto es –de alguna manera– reabrir un recuerdo. Muchas veces no sabemos si nos acordamos de algo que pasó o de la foto que vimos después. Si la inteligencia artificial va a jugar con eso, jugará a la vez con nuestra historia. Mucha de la discusión sobre IA se enfoca en cómo cambiará nuestro mundo en el futuro. Tal vez deberíamos pensar cómo cambiará nuestro pasado.
* La autora es directora de Sociopúblico
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