Anticipos
En medio de la sequía, con incendios horrorosos y cosechas devastadas, anticipé, en una charla familiar, que en uno o dos años, cuando el fenómeno opuesto, El Niño, se hiciera presente, íbamos a pasar de los incendios y los campos yermos a inundaciones bíblicas.
Tras el trágico temporal del fin de semana, el titular apareció finalmente en el diario. “De la sequía a la inundación”, decía, y aparte de compartirlo con los que habían estado presentes en aquella charla que ahora parecía tan profética como lejana, sentí una mezcla de resignación e incredulidad. Más allá de la coyuntura, que no necesita presentación, se supone que una de las características más notables de nuestra especie es la de poder proyectar y actuar de antemano. La Niña causó desastres en todo el mundo, pero podríamos haberla aprovechado para hacer obras que redujeran el impacto de otro fenómeno climático, uno que tardaría entre uno y dos años en llegar. Pero no. Como un hado ineludible, en la Argentina parece existir solo la coyuntura. Vivimos al día. Y desde que era pequeño (eso pasó hace mucho) oigo sobre las inundaciones en varias provincias. El cambio climático empeora El Niño y La Niña. Pero sobre todo los empeoramos con la falta de planificación.