Una estética del dolor
La estadounidense Joyce Carol Oates relata su viudez en un texto autobiográfico con toques de ficción
Después del reconocimiento obtenido por La hija del sepulturero y Mamá , la estadounidense Joyce Carol Oates (Nueva York, 1938), en un alarde de su capacidad para la revisión autobiográfica, presenta en Memorias de una viuda la historia de la muerte de su esposo, el notable editor, ensayista y profesor universitario Raymond Smith, y del primer año de su viudez.
Por su originalidad narrativa, se trata del relato de un relato. Al cabo de un año del inesperado deceso de su esposo, la prolífica escritora que es Oates, devenida personaje, empieza a narrar el presagio de la muerte de su marido después de que ambos sobrevivieran a un brutal accidente automovilístico. La recuperación de Ray Smith se complica con un cuadro bacteriano en los pulmones. Internado en el hospital de Princeton, el anciano editor, mayor que su esposa, pretende continuar con su trabajo en la revista literaria The Ontario Review . Parece, en un primer momento, evolucionar favorablemente, pero el avance bacteriano, agazapado, se hace inflexible y la neumonía, mortal. Después de cuarenta y siete años de matrimonio, Joyce debe enfrentarse a una nueva condición, inesperada y temida, que desde un principio es planteada en Memorias de una viuda como un estado incomprensible y doloroso que afecta la identidad, que desarticula la vida cotidiana y acentúa su lado más vulnerable. Desde el complejo tramiterío del funeral hasta el ritual de las condolencias, la novedad desafía la entereza psicológica de la autora. Más aún, se convierte en un importante reto para su trabajo de novelista. Para continuar su labor docente en la Universidad de Princeton, y para recuperar la imaginación creadora, Oates debe aprender a convivir con ese papel desconocido, que multiplica todavía más su soledad. La voz narradora se desdobla: es Joyce, la de carne y hueso, pero es también una entidad ficcional que reflexiona sobre la identidad, la culpa, el abandono, el futuro. Y así, entre la precariedad anímica y el llanto, surge el metarrelato de lo trivial y extraordinario que tiene toda viudez.
El equilibrio justo entre evocación y reflexión redunda en un inusitado énfasis de la condición emotiva del recuerdo, que la autora ya había explorado en Mamá . Narrativamente la propuesta es diversa: incluye correos electrónicos escritos por la protagonista a celebridades de las letras estadounidenses, mensajes de condolencia, diálogos con médicos, enfermeras, amigos y parientes. Sin embargo, se destaca una voz que va más allá de lo anecdótico, en un registro casi sobrenatural que en puntuales notas (en itálicas) va registrando la evolución de su actual identidad. Oates se vale de esta estrategia narrativa que, paradójicamente, logra una extraña compatibilidad entre la evocación autobiográfica y lo estrictamente novelístico.
Más allá de la temática de la viudez, la autora busca un pacto entre memoria y supervivencia. Algunos días después de la muerte de Ray, escucha un mensaje grabado en el contestador telefónico que nunca supo que se había realizado. Es un mensaje que dejó su esposo, llamando desde el hospital, en un momento de lucidez y de transitoria mejoría. La repetida reproducción de esas palabras avala la irrupción de revelaciones e iluminaciones de conciencia: aquella voz es sólo un retazo artificialmente perpetuado de su esposo muerto, pero también es casi una sinécdoque de la condición inasible del ser amado, siempre evanescente, reflexión que la narradora refuerza con un antiguo concepto de William James según el cual somos una multiplicidad de personalidades en la medida en que alguien que no somos nosotros nos observa.
Con todo su arsenal de experimentos narrativos, el libro logra narrar con precisión la historia visceral de un gran amor y de su inconsolable pérdida. Entre los fantasmas del pasado y los temores expresados a media voz, la voz narradora modera su omnisciencia y se formula una pregunta sin respuesta: ¿es ella en verdad la persona que quedó sola y los demás tratan de consolar y acompañar?
Memorias de una viuda es un duelo a la vez emotivo e intelectual. Más que nunca, con una prosa crepuscular que mitiga la ausencia pero nunca se propone como simple ejercicio terapéutico, Joyce Carol Oates logra dar forma a una singular estética del dolor.
MEMORIAS DE UNA VIUDA