Acciones paradas
MADRID.– Noche de domingo en el Camp Nou, con Barcelona aún sin independizarse. Si está siendo larga la desconexión con España, qué no ocurrirá cuando tenga que irse Messi. El argentino apareció con el Balón de Oro, que es el niño que lleva de la mano una vez al año. El Barça se puso detrás de un cartel que decía Messi5 mientras la tribuna le mostraba una enorme pancarta. Dicho lo cual, el primer balón que tocó fue para lanzar un penal. También lo anotó. Era el minuto 5 y Leo reparó en que el rival era el Athletic de Bilbao (dice la leyenda que, un día, Garrincha preguntó por qué había tanta gente en el campo, y le dijeron que era la final de la Copa del Mundo).
Contra el Athletic, el 10 tuvo su momento golazo 2015 para llevarse la Copa del Rey. Aconsejado por las cosas que guardan la belleza de lo irrepetible, se echó a ratos a la derecha quizás volviendo a soñar aquel gol, regresando a la quiebra, la velocidad de aquella noche ardiente de junio. Más retrasado que de costumbre, Messi jugó a echar el anzuelo en medio de la defensa vasca: coleccionó socios en la telaraña de piernas para entrar con paredes y tumbar puertas. Desde el centro tiró la bola al corazón de la muralla, y en ese pinball enloquecido se concedió alguna ocasión. La más clara, sin embargo, vino por banda y se la regaló un brasileño. Neymar hizo otro de esos controles suyos (acabará parándola con el brazo, aburrido) y se fue al área llevado por una locura muy distinguida que adorna al antiguo mohicano. Su centro, fortísimo, lo dejó pasar Suárez y lo remató Leo de primeras al cielo frío de Barcelona; alto, altísimo.
Poco después el astro se encontró mal, casi indispuesto, por decirlo de un modo victoriano, y se ausentó para la segunda parte. Pronto, como en cada movimiento del argentino, que con cada desaparición provoca pánico en la Bolsa, salió el club a calmar a los mercados. No pasa nada, dijeron. Sigan comprando acciones.
jt
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