Amenazas contra árbitros, ratas arrojadas a hinchas rivales, cánticos hirientes... ¿Por qué odiamos?
El fanatismo en el fútbol lleva a situaciones extremas en los que se pasan todos los límites
En Bélgica, fanáticos del Sporting de Charleroi, encapuchados y vestidos de fumigadores, y con carteles que decían “desratización”, lanzaron el último sábado ratas muertas, pintadas de rojo, a las tribunas donde estaban hinchas del Standard Lieja, una de ellas para gente de movilidad reducida. El mismo sábado, en España, el odio estalló ya no en la Primera, sino en una Liga oficial juvenil. Cuatro jugadores de un club de Ceuta, y el padre de uno de ellos, emboscaron al árbitro Antonio Pozo tras el partido y lo molieron a golpes. Luis Medina Cantalejo, presidente del Comité Técnico de Arbitros (CTA) de la Liga española, advirtió sobre el creciente clima de odio y el precio que está provocando el discurso de ganar “como sea”. “En la categoría de prebenjamines”, advirtió, “los padres hablan incluso de comprar al árbitro”.
También en la Premier League inglesa, la Liga más millonaria del mundo, una víctima del club Liverpool pidió al gobierno que clasificara como “crimen de odio” los cánticos de otras hinchadas que todavía siguen burlándose de la Masacre de Hillsborough (96 hinchas aplastados y asfixiados casi todos contra las rejas, pura negligencia policial, el 15 de abril de 1989). Al cumplirse 34 años del desastre que marcó un antes y un después en la historia del fútbol inglés, las burlas hirientes sobre Hillsborough volvieron a escucharse este mes en el empate sin goles de Liverpool en cancha de Chelsea y también en la caída en el Eitihad contra Manchester City. “El Sun tenía razón. Ustedes son asesinos”, fue uno de los coros, en alusión al diario The Sun, que reprodujo como “La Verdad” un documento policial que, según estableció finalmente la Justicia, tapó cientos de evidencias para así culpar del desastre a los propios hinchas de Liverpool. “Es nuestra vida”, se lamentó una de las víctimas al pedir la penalización de los cánticos. “Nuestro sufrimiento. Nuestro trauma. Y tiene que parar”.
Si bien el más pasional, el fútbol no es el único deporte afectado por los discursos de odio. Van apenas dos episodios también del último sábado (de los tantos que se registran casi todos los fines de semana). Azerbaiyán (en histórico conflicto con Armenia) se retiró del Campeonato Europeo de Halterofilia de Ereván (capital de Armenia) después de que un local quitó a una niña la bandera de Azerbaiyán en plena ceremonia inaugural y le prendió fuego. El segundo sucede en Brasil. El odiador aquí es el propio jugador: Wallace, del club Sada Cruzeiro. Campeón olímpico en los Juegos de Río 2016, Wallace fue suspendido por tres meses después de que en enero pasado, siguiendo el juego de uno de sus fans, preguntó a sus 370.000 seguidores en Instagram quién de ellos quería usar su arma para dispararle al presidente Lula. Y nos venimos a la Argentina de hoy, donde el odio en el mundo del deporte hace foco en un árbitro: Yael Falcón Pérez.
“Está para meterle un sopapo al cabeza de termo este”, lo amenazó hasta el Kun Agüero, siempre celebrado en medios, después de que Falcón Pérez cobró un penal difícil en favor de Racing, que así igualó 1-1 a Independiente el domingo en el clásico de Avellaneda. Fanáticos rojos (Independiente condenó ayer las agresiones) con pintadas y bengalas en la casa de la madre del árbitro. Amenazas. Le dijeron incluso la hora en que su hijo sale de la escuela. Exbañero en San Bernardo (su experiencia salvó en 2017 a un jugador de San Miguel que había convulsionado tras un choque de cabezas en Primera C) y exprofesor de Educación Física en una ONG para no videntes de San Telmo, Falcón Pérez quedó en el centro de la furia. Ya no se trata solo de las polémicas que históricamente alimentan al fútbol. Sino del odio naturalizado. Forma hoy parte de discursos de presidentes y de candidatos en campaña. Provoca matanzas casi diarias en el país superpotencia mundial. Tiempos de violencia (y desigualdad) creciente. Es imposible exceptuar del conflicto a la pasión popular del fútbol, aunque se lo pretenda neutral y mero entretenimiento, como si fuera un espectáculo de Disney.
El Kun Agüero se refirió al arbitraje de Yael Falcón Pérez >>#Independiente pic.twitter.com/nQReWp6YgU
— Nahuel CAI Serrano Info 🎤 (@NahuSerranoCAI) April 17, 2023
“¿Por qué odiamos?”, un documental de 2020 de Steven Spielberg, entrevistó a odiadores y a víctimas, a especialistas en conductas tribales y en el cerebro humano, y documentó conflictos como bullying, violencia escolar, tiradores seriales y victimarios que agreden porque dicen sentirse víctimas, amenazados ante la más mínima posibilidad de cambio del statu quo. Desfilan genocidios, Franja de Gaza, basura e impunidad en las redes sociales, algoritmos y hasta supremacistas blancos del Ku Klux Klan que afirman que Barack Obama mata bebés. En el segundo de los seis episodios, llamado “Tribalismo”, aparece el fútbol. El odio entre fanáticos de Tottenham y Arsenal. “Mi religión”. “Jamás pisaré ese estadio”. Los estudiosos hablan de sociedades cada vez más polarizadas, cada uno en nuestro mundo y rodeado de los nuestros, copiando al fútbol: “sin visitantes”. Siempre suele haber un sector más poderoso. Y guardianes-barras bravas que defienden el territorio conquistado. “¿Caben más muertos en sus cementerios?”, les diría el poeta. Y la pelota allí, como escenario ruidoso, sí. Pero casi generoso ante ese gran espectáculo obsceno.
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