La venezolana Yulimar Rojas es la primera tricampeona mundial de triple salto

Triple salto, triple oro. Esta vez no hubo récord mundial en una gran cita, pero sí un triunfo que la convirtió en tricampeona. Y un público que le rindió pleitesía a su espectáculo. Yulimar Rojas se apoderó de su tercer oro consecutivo en un Mundial de atletismo este lunes en Oregon (Estados Unidos), al ganar la final con un salto de 15,47 metros, lejos de los récords del orbe que había impuesto durante sus últimos dos grandes eventos: los Juegos Olímpicos de Tokio el año pasado y el Mundial bajo techo efectuado en Belgrado recién en marzo. La atleta venezolana dijo antes de viajar a Estados Unidos que no se ponía límites. Y cumplió.

“Tercer título mundial. Fue un día bonito”, declaró Rojas. Y reconoció: “No te voy a decir que fue uno de mis mejores días de competencia porque no fue de esa forma, pero dejé un buen registro. Sí es verdad que no la siento de esa forma en que sentí el Mundial de Belgrado, que lo hice con un récord, pero es muy especial, porque esta ciudad me trae muy buenos recuerdos”.

Fue en Portland, a un par de horas de Eugene en automóvil, donde Rojas obtuvo su primer título relevante en esta prueba, en el Mundial bajo techo. Desde entonces no dejó de volar. La venezolana de 26 años, había generado incertidumbre en la antesala del Mundial, tras perderse la reunión atlética del mes pasado en Madrid, debido a una lesión en el psoas ilíaco de la pierna izquierda. Sin embargo, continuó con la preparación en España. Sabía que si llegaba sana a la cita ecuménica en territorio estadounidense tendría chances de ser la primera tricampeona mundial de la historia.

“Ya lo he dicho antes, no me gusta ponerme límites como atleta, tengo un techo muy alto que es el que quiere mi mente y mi corazón”, dijo, citada por la agencia AP, durante sus entrenamientos previos en territorio español. “Así que el objetivo es llegar al Mundial bien, sin lesiones y dando lo mejor”, contó, días atrás. Si Rojas está en condiciones, no hay ninguna otra atleta que le haga sombra. Hace años.

“Vengo de una preparación corta. Me sobrepuse al tiempo, a la lesión, a lo que se interpuso en el camino para poder conseguirlo, y creo que éste es un premio a la constancia, a la voluntad y a creer que sí se puede lograr esto que he conseguido hoy”, manifestó. Ese es el mensaje que quiere dar: detrás del éxito está la voluntad.

Después de la lesión, Rojas prácticamente no habló con la prensa. Pero en la pista del Hayward Field fue más que expresiva. Y si en las semanas anteriores la había tapado un velo de misterio, lo único que la cubrió en la tarde soleada y ventosa, cuando hizo su arribo al carril de saltos del Hayward Field fue la capucha de su remera. Días antes había confirmado con un tuit que participaría del torneo. Rojas estaba lista para dar batalla. Y ganar.

En cuanto se la presentó con una ovación atronadora, se descubrió la cabeza, dejando ver su cabellera teñida de oro. Más tarde, se encargó de conseguir una medalla que hiciera juego con ella. Una más. La tercera en este tipo de torneos. Por primera vez en la historia, porque de eso se trata la carrera de esta atleta venezolana: la superación permanente.

La saltadora nacida en una vivienda humilde de la pequeña localidad de Pozuelos frente al Caribe, tiene ahora un cetro que se suma a los obtenidos en los Mundiales de Londres 2017 y Doha 2019. Superó así los dos oros que obtuvo la colombiana Caterine Ibargüen, su antecesora en el trono mundial del salto triple. Nunca antes una mujer se había coronado tres veces en el salto triple de un Mundial.

“Me siento feliz porque estoy ya en mi mejor forma física, porque el trabajo salió, porque las cosas están fluyendo de buena manera y sobre todo porque hemos cumplido con lo que vinimos hacer aquí, que era conquistar la medalla”, expresó Rojas. Nada mal para una chica que, por su altura (mide 1,92 metros) alguna vez quiso jugar al voleibol pero que, tras descubrir el salto triple, tuvo el atrevimiento de escribirle en Facebook a Iván Pedroso, el atleta cubano que ganó cuatro títulos al aire libre y cinco bajo techo, además de un oro olímpico en el salto de longitud. Pedroso, residente en España, accedió de inmediato, lo que abrió la puerta para que Rojas puliera sus talentos en España, lejos de las vicisitudes políticas y económicas que aquejan a Venezuela.

En Oregon quedó en claro por qué Rojas es la máxima estrella latinoamericana del atletismo. Se colocó a la cabeza con su primer salto, de 14,60. La jamaiquina Shanieka Ricketts la superó en esa primera ronda, al alcanzar una distancia de 14,89. “En el primer salto me sentía un poco tensa, porque ya saben que venía de una lesión... Tenía que encontrarme a mí misma, encontrar sensaciones, encontrar mi ritmo”, reconoció la plusmarquista de 26 años. No tardó mucho en hallar todo eso, y dejó claro quién mandaba, con un salto de 15,47. Y nunca estuvo en desventaja de nuevo.

A partir de ese momento, sus esfuerzos se concentraron en la búsqueda de un mejor registro que la acercara quizás al de 15,74 metros que estableció en la capital serbia, donde rompió el 15,67 que ella misma había fijado en Tokio para protagonizar un momento mágico del olimpismo, pese a que no había público por la pandemia. O incluso a ese cielo personal que son los 16 metros, el objetivo que se trazó hace años y que sueña con poder alcanzar algún día.

La falta de entusiasmo en las tribunas no fue un problema el lunes. Rojas se encargó de azuzarlo desde que se quitó esa capucha. Gritó, agitó los brazos, aplaudió, porque así es ella: extrovertida, cercana; nunca pasa desapercibida. Y desde luego venció a sus rivales. La algarabía continuó en la zona mixta. A la menor provocación de los entrevistadores de la televisión, Rojas saltaba y danzaba, como suele hacerlo en las redes sociales o en los festejos de sus triunfos junto a la fosa de aterrizaje. “íClaro que hay baile!”, exclamó.

La atleta se compromete tanto con los espectadores en las tribunas como con las minorías que la pasan mal. No existe la vida gris para ella. No participa en política, pero sí se pronunció a favor de los derechos de la comunidad LGBTQ. “Me siento identificada con todo este tema. Tuve una relación bastante bonita con una persona muy importante para mí. Habrá un momento para que en mi país se pueda respetar más la relación entre personas del mismo sexo”, advirtió.

En su tercer intento, la campeona venezolana Rojas saltó a una distancia de 15,24m. El siguiente, que parecía estupendo, se invalidó por el viento. “Fue el salto más largo, era un salto increíble”, lamentó. “Fue en donde agarré el viento de la mejor manera, estaba muy cambiante y eso me desconcentraba un poco... hacía un poco de frío, hacía mucho viento, y no encontraba la mejor carrera de impulso”. Tal vez por esa desconcentración, en su quinta ejecución cometió una falta.

En las dos ocasiones anteriores en las que había implantado récord, Rojas lo logró en su sexto y último intento. No esta vez. Se llevó las manos a la cabeza al descubrir que había quedado sólo en 15,39. La plata fue para Ricketts, con aquel primer salto que la colocó momentáneamente en la cima, y el bronce fue para la estadounidense Tori Franklin, con 14,72. Rojas volvió a hacer historia. Los amantes de las estadísticas y los récords podrían sorprenderse con la reina del salto triple. Pero ella está acostumbrada. Y va por más.

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