Fernando “Puma” Martínez derrotó a Jerwin Ancajas y se coronó campeón mundial de los supermoscas de la FIB
En el hotel Cosmopolitan y ante 10.000 espectadores, doblegó largamente al filipino y es el sexto argentino rey de los supermoscas; comprará una casa para su madre, que lo sacó de las drogas
El orgullo infla su pecho. La gloria se le escapa en forma de lágrimas por sus ojos achinados. Los pensamientos se le disparan en sonrisas infinitas al ver la multitud que lo ovaciona e imaginar los miles que celebran en la Argentina. El diminuto físico de Fernando “Puma” Martínez se volvió gigante en la meca del boxeo. A los 30 años, contra todos los pronósticos, derrotó por puntos y en fallo unánime al filipino Jerwin Ancajas y se consagró campeón mundial supermosca de la Federación Internacional de Boxeo (FIB), en el Hotel Cosmopolitan de Las Vegas, Estados Unidos. Las tarjetas connotaron una amplia supremacía: 118-110, 117-111 y 118-110.
No se sabe si este triunfo será capitalizado con mejores oportunidades. Si el destino le tiene reservada la posibilidad de unificar cetros con otros campeones o si su grandeza será pasajera, como ocurrió con tantos otros que lograron títulos mundiales. Por lo pronto, la contundencia con que Martínez le ganó a Ancajas constituye una bocanada de aire fresco para el boxeo argentino y un duro golpe a las aspiraciones promocionales de Manny Pacquiao, que tenía todos los boletos apostados a la potencia de su compatriota y a una posible unificación con Kazuto Ioka, campeón de la Asociación Mundial (AMB).
#AncajasMartinez throwing punches in bunches 👊🏽#ColbertGarcia pic.twitter.com/wmfVJiBJ03
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Lo que hizo el boxeador nacido en La Boca y que vive desde hace varios años en Avellaneda causó sorpresa y admiración en los 10.000 espectadores que asistieron al mítico estadio del Cosmopolitan. Lejos de amilanarse por los números de su rival y por la magnitud del evento, Puma salió a imponer condiciones con lo poco que tenía por perder. Detrás de ese rostro de boxeador manso con mirada cristalina, hay un pibe que sabe mucho de luchas y sacrificios.
Compacto de Martínez vs. Ancajas
Esta consagración es un anhelo concretado, pero sobre todo un homenaje a su padre fallecido, Abel, que lo incentivó a boxear, y a su madre, Silvia, que lo rescató de las adicciones y la mala vida. “Se me cumplió un sueño. Voy a ayudar a mi mamá a comprar su casa”, comentó Martínez, que con un invicto de 14 triunfos (8 KO) se transformó en el sexto boxeador nacional en ganar la corona mundial supermosca, luego de Gustavo Ballas, Santos Laciar, Carlos Salazar, Víctor Godoi y Omar Narváez.
.@JerwinAncajas catches Martinez at the end of RD3 with a sharp left hook that sends him stumbling. #AncajasMartinez #PBConShowtime pic.twitter.com/Fj0YnNgmbt
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La pelea fue apasionante de principio a fin y, por momentos, se transformó en una batalla sin cuartel. Consciente de lo que se exponía, Martínez mostró la cuota de carácter necesaria a sabiendas de que siendo el retador valían tanto los golpes como la personalidad para sortear un posible veredicto en favor del campeón. Dominó con mucha claridad los primeros y los últimos rounds, cuando logró aprovecharse de los nervios y la desesperación de Ancajas, que nunca hizo prevalecer su mayor envergadura.
Dream come true for Fernando Martinez 🙌#AncajasMartinez #ColbertGarcia pic.twitter.com/GUqInzfvMj
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Los únicos momentos en que el argentino padeció la potencia del filipino se dieron en el séptimo y el octavo asaltos, cuando sufrió duras réplicas de zurdas que lograron conmocionarlo. Así y todo, Martínez logró sobreponerse en los rounds siguientes y complicar a “Pretty Boy” Ancajas con insistentes golpes al rostro. Motivado por la merma física del asiático, el argentino acentuó su dominio sin rehusarse al intercambio de puñetazos hasta producir un quiebre anímico, vital en el desarrollo de las últimas tres vueltas.
Cuando se dio el fallo, las tarjetas confirmaron el más viejo precepto: a un retador no le roban si realmente pelea como un campeón. Y este sábado, en el glamour de Las Vegas, Fernando Martínez ganó como lo hacen los campeones que vienen de abajo: boxeando y guapeando, para que ese duende caprichoso llamado “gloria” se alojara definitivamente en su cuerpo, recorriera sus venas y descansara en su conciencia. Como lo presagió su padre, Abel, cuando vociferaba a los vecinos de La Boca que el niño al que llevaba de su mano iba a ser campeón mundial.
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