La "Hiena" Barrios y la búsqueda de un horizonte sin luz

La conveniencia es uno de los "valores" menos preciados que puede escoger un hombre en la vida pero, quizás, el más buscado para sobrevivir en situaciones límites. Aquellas que lo acercan a la vida o la muerte; a la libertad o el encierro.

Esa conveniencia necesaria para subsanar los absurdos y los desequilibrios de una conducta que por su naturaleza y origen siempre costó entender, nunca apareció en la elección de Jorge Rodrigo Barrios. Sobre todo para aniquilar la existencia de su personaje más querido y amado: la Hiena, y así poder poner en marcha un nuevo proyecto de vida, quebrada y apagada, después del trágico suceso del verano de 2010. Aferrarse a las conveniencias del silencio y el anonimato fueron alternativas que La Hiena nunca pudo asumir en el peor pasaje de su existencia, a modo de evidencia del error cometido y el dolor en "carne propia".

El miércoles pasado, Barrios, recibió -vencido y sin reacción- el peor veredicto: condena de cuatro años de prisión efectiva por la muerte de Yamila González en acción de tránsito. Todos volvieron o empezaron a morir de nuevo y de a poco, después de conocerse la decisión. Los dolientes de Yamila y el mismísimo boxeador, que quizá comprendió por primera vez las diferencias existentes entre la responsabilidad y la inconciencia y el precio que debe pagarse por un estúpido proceder que se convirtió en una bomba letal. Barrios no supo procesar ni expresar el arrepentimiento, y ello lo llevó a una condena social, casi inmediata, que alimentó una sentencia judicial expeditiva, de encaje perfecto para la historia de personajes populares a los que la "gran tribuna" les baja el pulgar.

Los estrados y su gente dirán cómo se cumplirá su condena, entre estrategias judiciales, apelaciones y defensa. Jorge Rodrigo Barrios deberá encontrar ahora, a los 35 años, el sentido para continuar de pie, sin los valores más preciados que le dieron alma y aire a su obra popular: la libertad, la juventud y el boxeo. Deberá descubrir dónde está su nuevo horizonte y cómo lo forja; será tan importante como el cuidado de su vida misma, que pide a gritos por un rayo de luz.