Barrabravas de traje
El chisporroteo entre Andújar y Oreja duró apenas unos segundos. Seguramente se dieron cuenta de lo que había pasado en el verano y de lo que jamás podía pasar esta vez en el estadio Ciudad de La Plata. Se hizo un silencio, pero de ninguna manera podía repetirse aquel combate. Los ojos estaban puestos sobre ellos, sobre cada camiseta de Estudiantes y Gimnasia, más que sobre el resultado. No hubo violencia en el campo de juego, pero, increíblemente, sí en uno de los palcos, donde dirigentes de Gimnasia y jugadores del mismo club calmaron la ira por un resultado como los bravucones de barrio: a las trompadas.
En aquel momento, en aquel amistoso, se habló de arrepentimiento y de sanciones ejemplares para los protagonistas del bochorno. Pero este escándalo, en el que vía Twitter cuesta identificar a quienes revolean brazos como aspas de molino, es todavía peor. Mucho peor. ¿Qué puede esperarse si quienes conducen a club reaccionan como barrabravas? Nada.
A partir de hoy no harán falta palabras ni falsas promesas de cambio. No hay nada que decir. Gimnasia precisa hechos si de corazón cree en un cambio sin hipocresía. Su gente lo necesita para volver a sentirse identificada con eso de mens sana in... Se esperaba este clásico para saber cuántas páginas del manual de ética y comportamiento habían leído los jugadores de Estudiantes y Gimnasia que una noche de verano casi salen en las noticias policiales. Algunos lo hicieron hoja por hoja. Otros quemaron los libros sin importarle nada más que una actitud complaciente. Porque, a no dudarlo, también hay barrabravas con traje y en los lugares de lujo.
jt