Colón - Boca: en el primer partido sin Sebastián Villa, el equipo de Ibarra mostró recursos ofensivos para saber reemplazarlo

Triunfos. Eso es lo que va disimulando las dificultades que tiene Boca para jugar mejor de lo que suele hacerlo. O, más puntual, para mostrar en alguno de estos días cosas interesantes que exponga algo claro sobre lo que se intenta producir. También significa que, aun con ese panorama, llega al superclásico con un entusiasmo mucho más elevado con respecto a lo que se podía imaginar: en Santa Fe, derrotó 2-1 a Colón y recibirá a River tras tres éxitos consecutivos por la Liga Profesional. No obstante, el primer partido sin Sebastián Villa, el hombre del que tanto dependió para conseguir goles hasta su reciente rotura del menisco externo por el que fue operado, no activó a los futbolistas ni al entrenador, Hugo Ibarra, para lograr un funcionamiento que sea –por fin- colectivo. Sí hay que mencionar que encontró respuestas positivas en Luca Langoni, nuevamente autor de un gol de triunfo, como había sucedido ante Atlético Tucumán, y Norberto Briasco, que volvía a ser titular luego de mucho tiempo y también se anotó en la red.

La ausencia del colombiano podía salir muy bien o muy mal. La primera, justamente, pasaba por la oportunidad de dejar a un costado lo dependiente que es Boca de sus jugadas y emplear un nivel colectivo con mayores ideas y creatividad. La segunda, por adoptar una postura todavía más confusa con respecto a (malos) partidos anteriores. Se quedó en la mitad: se desprendió del concepto de depender de alguien en particular porque el rendimiento global se mantuvo bajo. Incluso, era un encuentro ideal para el crecimiento: los santafesinos no vienen bien en la Liga Profesional (23º) y este domingo lo justificaron, llegando más al arco contrario, pero yendo de la mano con Boca en cuanto al aburrido estilo.

“Ganó Boca, eh… ¿Sabías?”, fue la respuesta que utilizó Ibarra hace semanas, cuando su equipo se impuso como local ante Platense (2-1) con un flojo desempeño en conjunto. Y en un momento en el que la estadística marcaba que Boca era el más goleado del campeonato, el DT interrumpió la pregunta y sólo se apoyó en los triunfos. Si bien ese cartel desapareció con el correr de los encuentros, de eso parece tratarse este tiempo azul y oro. Buscar ganar. Y poco más.

Lo mejor del partido

“A lo Boca”, suelen decir los hinchas cuando, con más voluntad que buen fútbol, el equipo logra igualmente los tres puntos. Como ante Defensa y Justicia, en el que -en un encuentro mucho más soporífero en relación al de este domingo- encontró el gol de Luis Vázquez sobre la hora o como con Atlético Tucumán, al que le revirtió el resultado con mucho empuje y la aparición tan goleadora como sorprendente de Luca Langoni, también en el tramo final del partido.

En todo eso estuvo bastante involucrado Villa. En Varela, el gol apareció porque su dribleo en velocidad le permitió dejar cinco rivales en el camino y servir el tanto. Y ante los tucumanos lanzó el centro que el juvenil conectó para igualar un duro compromiso. Así había estirado sus estadísticas: es el líder de asistencias del torneo (junto a Martín Ojeda, de Godoy Cruz, con siete), el que más pases-gol brindó en el año del conjunto xeneize (15) y el segundo goleador del equipo en 2022 (nueve tantos). De ahí se explica tanta dependencia durante una etapa ¿interina? en la que, por ahora, la forma apática no se altera a 12 partidos de haber comenzado el ciclo.

Entonces, en medio de ese gris que se evidenció en el Cementerio de los Elefantes, también se traerá buenas noticias. Porque los probables extremos titulares ante River fueron responsables en el triunfo. Norberto Briasco (reemplazó a Villa) reapareció tras más de nueve meses de inactividad y, a los 10 minutos, abrió el marcador definiendo bien al segundo palo, mientras que Langoni estiró su racha personal haciendo –otra vez- el gol para ganar: rompió con el empate a los 27 del complemento por ser el más despierto para empujar el largo rebote de Ignacio Chicco.

A Boca le cuestan las conexiones. Se insiste: ya no puede levantar la cabeza para encontrar al delantero colombiano (estará unos meses afuera) y la falta de dinámica queda más expuesta que nunca. Los volantes agarran la pelota, pero se encuentran con que la movilidad de los delanteros está, pero a kilómetros de distancia: todo termina en lo accesible, sin riesgos, de lateralizar, tocar corto a otro medio campista o hacia atrás.

Hasta se mezclan los roles: Oscar Romero, por ejemplo, termina convenciendo más por sus recuperaciones que por lo que produce con el balón. Y Martín Payero, el que más ritmo debe imponer, es el más desganado del centro del campo: algo que le suele ocurrir a “Pol” Fernández, al que suplió por las cinco amarillas.

Así sucede partido a partido. Con la excepción de que, en esta buena racha previa al superclásico, los hombres dirigidos por Ibarra meten un gol más que el rival. Si en el juego mantendrá la tónica ante River, asimismo será fundamental convertir “medio” gol más que los de Núñez para festejar e ilusionarse más que nunca.

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