Ex jugadores de San Lorenzo y Argentinos y un delantero Belgrano participarán por Siria, país al que dos de ellos no conocen
Qatar. Un emirato lejano, poco conocido y hasta difícil de ubicar en las costas del Golfo Pérsico. “Qatar”, una palabra que desde hace poco más de un año suena mágica para el fútbol argentino. Tan mágica que apenas 13 meses después de la consagración de Lionel Messi y compañía vuelve a convocar a un puñado de compatriotas en torno a una pelota. La Copa Asia de Naciones comenzará este viernes en Qatar, y aunque en principio pueda parecer extraño, habrá representación celeste y blanca en un par de las 24 selecciones participantes.
“Es una oportunidad única, que hay que tratar de aprovechar al máximo”, se entusiasma Ezequiel Ham, el volante de Independiente Rivadavia, de Mendoza, que saltó a la fama de la manera menos deseada en septiembre de 2015, cuando jugando por Argentinos Juniors sufrió fracturas de tibia, peroné y tobillo tras una durísima infracción de Carlos Tevez. Ahora, a los 29 años, Ham tendrá revancha protagonizando un torneo continental con la camiseta del seleccionado de Siria.
La presentación de Siria
Get to know the 🇸🇾 Qasioun Eagles, who are making their 7th #AsianCup appearance! #AsianCup2023 pic.twitter.com/DJth67S4vP
— #AsianCup2023 (@afcasiancup) January 10, 2024
El hombre de la Lepra mendocina no será un único argentino en ese equipo. Junto a él correrán por el césped Jalil Elías, hasta diciembre titular indiscutido en San Lorenzo y en la actualidad en integrante de Johor Darul Takzim, de Malasia, e Ibrahim Hesar, delantero de Belgrano, de Córdoba. También en el ataque se sumará Pablo Sabbag, colombiano, pero que tiene pasado en Newell’s y Estudiantes. Y el encargado de dar las indicaciones desde el área técnica será el veterano Héctor Cúper, en los últimos años convertido en todo un experto en dirigir combinados de países exóticos, ya que antes de su llegada a Siria entrenó a Georgia, Egipto, Uzbekistán y República Democrática del Congo. Un colega suyo, Juan Antonio Pizzi, se ocupará a su vez de intentar que llegue lejos la selección de Baréin, un reino situado en una isla justo enfrente de Qatar.
Representante de un país que vive desde hace doce años una interminable y destructiva guerra civil infiltrada por numerosas fuerzas externas, el grupo de argentinos trata de centrarse en el fútbol y permanecer ajeno al conflicto de Siria. “No conozco el país. Por la situación, nunca viajamos allá. Los partidos que jugamos como locales hasta ahora fueron en Dubái y Arabia Saudita”, cuenta Hesar, que marcó dos goles en los últimos dos amistosos previos al debut del sábado ante Uzbekistán (empates frente a Kirguistán y Malasia).
El atacante del Pirata y Ham –el único de los tres que nació en Siria; su familia se trasladó a Buenos Aires cuando él tenía apenas dos años– debutaron en octubre en el seleccionado y hasta alcanzaron a jugar un par de partidos de eliminatorias para el Mundial 2026 (triunfo sobre Corea del Norte y derrota por goleada contra Japón). Elías, en cambio, se incorporó a última hora. Los tres fueron invitados por Cúper en su búsqueda de descendientes de sirios que pudieran aportar su experiencia en ligas más duras que la local a un plantel que, sin ser de los más flojos de la Copa, ocupa el puesto 91 en el último ranking de FIFA y está muy lejos de los grandes favoritos.
Tampoco Pizzi, que se hizo cargo de Baréin en julio de 2023, podrá levantar el trofeo el 10 de febrero. Los Halcones Rojos apenas adelantan en cinco puestos a los sirios en la valoración de FIFA, no cuentan con ninguna figura de cierto nivel internacional y apenas dos de sus hombres no están en clubes locales: uno juega en la liga de Emiratos Árabes Unidos, y el otro, en la checa.
La llegada de Siria, con Héctor Cúper a la cabeza
🇸🇾 Eagles of Qasioun have arrived in Qatar ✈️
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Syria’s quest for #AsianCup2023 begins! pic.twitter.com/F0Ur9OrUEs
Los argentinos, en todo caso, tendrán mucha compañía sudamericana presentes en un torneo muy rico en curiosidades. Así, por ejemplo, en la selección de Hong Kong, que vuelve a una Copa Asia después de 56 años, hay cuatro brasileños nacionalizados, todos, con un factor en común: su alto promedio de edad. Hélio, defensor y capitán surgido de Santos, tiene 37 años; Stefan Pereira, que actuó en Paranaense y Vitória, de Bahía, 35; Juninho, con pasado en varios clubes menores de la región paulista, anda por los 33, y Everton Camargo, que empezó su carrera en el Juventude gaúcho, 32. Además, el uruguayo Bruno Fornaroli –alguna vez estuvo en San Lorenzo– aparece en el plantel de Australia; el mexicano Daniel Kuri Lajud, en el de Líbano; el brasileño Lucas Mendes, en el de Qatar; sus compatriotas Fábio Lima y Caio Canedo, en el de Emiratos Árabes; Endrick Dos Santos y Paulo Josué, junto al colombiano Romel Morales, integran la lista de Malasia, y el chileno Camilo Saldaña, la de Palestina.
Saldaña, a quien el club Palestino, de su país, dejó libre en diciembre de 2022 y que ahora juega en Unión San Felipe, de la segunda categoría trasandina, es parte de una selección, además de la siria, que intentará olvidar por unos días la tragedia de la guerra, a través del fútbol. Una tercera, Líbano, estará a su vez pendiente de lo que ocurra en la frontera del sur de su tierra, donde los enfrentamientos entre la guerrilla de Hezbolá y el ejército israelí se hacen cada día más asiduos. La participación de todos ellos pondrá, sin dudas, en jaque a la pretensión de FIFA de separar deporte y política, una prédica tan constante como utópica que la propia casa madre del fútbol rompe al incluir a Israel en UEFA y a sus vecinos Palestina, Líbano y Jordania en la Confederación Asiática por puras razones políticas.
En todo caso, los organizadores no podrán quejarse por el grado de atención que vaya a tener la Copa. Un dato lo avala. Si se suman las poblaciones de siete de los 24 países participantes, se alcanza un 44% de los habitantes del planeta. El hecho de que estén presentes tres de las cuatro naciones que acumulan más gente en sus territorios hace que estas cifras se disparen. En el desierto qatarí se darán cita India (1.428.000.000 de personas según el último registro dado a conocer por Naciones Unidas), China (1425 millones) e Indonesia (278 millones), cuyas federaciones que no suelen clasificarse para disputar la Copa del Mundo.
En lo futbolístico, el torneo renovará la lucha entre las poderosas selecciones orientales y los cada vez más potentes y mejor preparados conjuntos del área musulmana.
Entre los primeros, los abanderados son Japón y Corea del Sur. Basta revisar las nóminas de futbolistas de ambos. En el combinado nipón se destacan Wataru Endo, volante central que se ha ganado la titularidad en Liverpool; Takehiro Tomiyasu, defensor de Arsenal; Takefusa Kubo, delantero de Real Sociedad; Kaoru Mitoma, mediocampista de Brighton, y Takumi Minamino, ahora en Monaco. Entre los surcoreanos se lucen los consagrados Heung-Min Son, de Tottenham; Min Jae Kim, defensor central que fue campeón en Napoli y hoy está en Bayern, y Hee Chan Hwang, del inglés Wolverhampton.
Los principales defensores del honor islámico son Arabia Saudita (con el antecedente de su victoria ante Argentina en el Mundial y con su creciente liga local), Irán, Emiratos Árabes y, en menor medida, Qatar, sorprendente campeón en la última realización, en 2019. El déficit de casi todos ellos, como se ha visto en otras ocasiones, es la escasez de roce con la élite. De hecho, el total de los jugadores saudíes y de los emiratíes integra equipos de sus países, y sólo los iraníes cuentan con algunas figuras en entidades extranjeras, en su caso, del segundo escalón europeo. Fuera de este contrapunto sería un error dejar de lado a Australia, cuyo juego algo rústico, pero fuerte y eficaz, se ha mostrado muy duro de doblegar, incluso para las principales potencias.
Por debajo de ellos se congregan selecciones de todo tipo y todo color. Debutará Tayikistán, última de las naciones del Asia Central nacidas tras la caída de la Unión Soviética en hacer su estreno en la Copa. La acompañarán Kirguistán y Uzbekistán (el conjunto más sólido de los tres). Darán el presente India, China, Malasia e Indonesia, representantes de un fútbol empeñado en desarrollarse, aunque hasta el momento con escasos resultados. Y completarán la nómina Omán, Tailandia, Jordania y Vietnam, selecciones que aportarán su colorido y su entusiasmo por salir del anonimato internacional.
Es la Copa Asia, el trofeo más importante que organiza la confederación del continente más amplio y poblado de la Tierra. Un lugar que posee una variedad infinita de razas, culturas e historias, unido por la inigualable pasión que puede despertar sólo un juego tan inmenso, el fútbol, y del cual Argentina no podía estar ausente. Mucho menos, si el escenario es ese mágico punto del mapa llamado “Qatar”.
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