En off... side: cómo fue la llegada de Calderón a Argentinos

Twitter: : @gordovalarco

Se dieron dos hechos, casi simultáneos, que hicieron que se cumpliera uno de los sueños de Claudio Borghi, que hasta minutos antes parecía imposible de darse: ver a José Luis Calderón con la camiseta de Argentinos Juniors. Uno fue la explicación que dio Alejandro Sabella, a través de un reportaje en el diario Olé, del por qué Caldera se había bajado, en forma equivocada, del Mundial de Clubes. Eran argumentos enfrentados a lo que el jugador había intuído, para tomar tan drástica decisión. Se puso como loco. El otro, fue que un amigo de Bichi y conocido de Juan Cruz Oller, representante de Calderón, charla telefónica mediante, le preguntó al técnico si lo autorizaba a hacer una gestión para que los protagonistas pudiesen hablar. "Sí, dale para adelante pero no te olvidés que largó el fútbol. Si agarra viaje, no busco otro, es el ideal". Celular mediante, ya que Borghi se encontraba en Chile pasando las fiestas, comenzó el operativo rescate. Esa misma noche del miércoles 30 de diciembre, sonó el móvil de Caldera, mientras cenaba con su representante, era Borghi. Diez minutos duró la charla. Fue suficiente y quedaron en hablar al otro día, a la tarde. Ni siquiera hizo falta explicarle que se liberaba el contrato más alto del plantel al irse Scotti a Colo-Colo, por el tema de su sueldo. "La plata mía no va a ser problema. Quiero firmar cuanto antes y trabajar al toque con el grupo". Firmó los papeles el pasado lunes a la noche y al otro día viajó a Chile, para comenzar la pretemporada con sus nuevos compañeros.

Todavía le duraba la bronca por no haber largado todo, luego de ganar la Libertadores con Estudiantes de La Plata. Le retumbaban en los oídos el pedido de los dirigentes, técnico y algunos referentes, para que siguiera seis meses más. No se perdonaba el haber seguido. Después vino lo conocido: Calderón diciendo una cosa y Sabella, diciendo otra. El fastidio aumentaba día tras día. Pero las cosas por algo suceden. A Borghi le quedaba una ficha en el bolsillo y jugado por jugado, la puso sobre el 9 colorado. Apostó, ganó y pudo cumplir el sueño.