Expuesto entre lo que no puede y lo que mejor sabía hacer
Volante central en la selección y defensor en Barcelona, suma errores no forzados producto de un contexto que no lo ayuda
Javier Mascherano se volvió en un jugador más terrenal e incluso recibe críticas de hinchas que, tras el Mundial de Brasil 2014, lo habían transformado en un Dios del Olimpo. Era intocable por su despliegue y aplicación de los esfuerzos, la recuperación de la pelota, su voz de mando para compañeros y de presencia hasta con los rivales. Si hubo dos postales que marcaron su carrera en la selección fueron el quite salvador a Robben ante Holanda; y el frente a frente con Fellaini (1m94) y Witsel (1m86), a quienes se les plantó con cara de pocos amigos pese a su 1m74. Los belgas le sacaban más de una cabeza en estatura, pero él no retrocedió ni un centímetro.
Pero el calendario siguió su curso y más allá de los contextos que influyen en sus flojos rendimientos, lo cierto es que hoy ya no es el mismo ni en lo que antes era su mayor virtud: la recuperación de las pelotas y el juego simple, los quites y el orden táctico. Hoy Mascherano es discutido jugando como ?5' en la Argentina, y también como defensor central en Barcelona. Y muchas veces no es que juegue mal, sino que en ambos escenarios se exige un rendimiento superlativo. Hoy, en condiciones normales, no marca diferencias porque queda expuesto entre lo que no es su fuerte (vestirse de conductor, pasar a campo rival con la posesión del balón y hacer cambios de frente largos y anunciados) y lo que mejor sabía hacer (lectura de juego, relevos y coberturas, recuperación de la pelota).
Mascherano suma hoy una seguidilla de errores no forzados, como el pase atrás fallido ante Perú que terminó en el penal de Funes Mori a Guerrero, con la Argentina ganando 2-1. En Barcelona está sucediendo lo mismo y las preguntas lo incomodan incluso hasta cuando el conjunto catalán golea sin recibir tantos en contra. "¿Cometes muchos penales o son imaginaciones del rival?", fue la segunda pregunta que le hizo una notera en uno de los pasillos del Camp Nou luego de que Barcelona goleara a Borussia Moenchengladbach 4-0, por la Champions.
Claro que, en celeste y blanco, hay también una cuestión mental (lógica), la tensión y frustración generadas por las finales perdidas. Y en la adversidad, Mascherano trata de ser juez y parte. Y ahí queda más expuesto todavía, porque se encolumna en desafíos que no deberían ser su responsabilidad. No debería ser él quien intentara armar el juego en la selección. Ya desde la era Martino, pero más todavía con Bauza, no sólo se muestra como salida, le encanta progresar y jugar largo, haciendo cambios de frente de 30/40 metros que facilitan el rechazo rival. Es quien más pases ejecuta en la selección: en la goleada ante Colombia, fueron 49; ante Brasil (82), vs. Paraguay (89), vs. Perú (72), vs. Venezuela (65) y vs. Uruguay (77). Sí está claro que Mascherano mejoró su técnica individual con tantos años en el modelo Barcelona, pero de ahí a ser el generador de juego en la selección...
El contexto no ayuda tampoco a Mascherano: en el caos estratégico o táctico (tan responsable Bauza como el capitán Messi), todos terminan corriendo mal, hasta los más ordenados. No se trata de si al lado suyo juega Biglia, Kranevitter o Banega, factor que también tiene su influencia, sino de una frase del Patón no bien asumió: "Lo más difícil será ponernos de acuerdo (con los jugadores) en dónde pararnos para recuperar la pelota". Eso, la selección del Patón todavía no lo resolvió. Y es imposible que el jugador que debería ser el abanderado del equilibrio salga bien parado en medio de esa indefinición.
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