Independiente no pudo con Central Córdoba y se llenó de dudas para el clásico contra Racing

Independiente encadenó su cuarto empate al hilo. Fue 1 a 1 frente a Central Córdoba de Santiago del Estero que despertó los silbidos de su público en la despedida y le dejó una enorme preocupación de cara al clásico del sábado ante Racing.

Le está costando un Perú a Eduardo Domínguez encontrarle el funcionamiento que pretende para su Independiente. Esta vez, como para probar algo distinto y acuciado por ciertas debilidades en el fondo observadas en los últimos encuentros, decidió modificar el esquema del equipo sobre el campo. La apuesta por la defensa de tres centrales, que el barbado entrenador ya utilizó con éxito en Colón, levantó las consabidas ampollas en la parcialidad Roja, muy crítica el año pasado cuando Julio César Falcioni comenzó su ciclo con el mismo dibujo táctico.

Los intérpretes casi no cambiaron respecto a entonces: repitieron Sergio Barreto y Juan Manuel Insaurralde, y solo Joaquín Laso fue novedad. La diferencia, en cambio, estuvo en el punto de partida. Bien adelantada la línea de fondo en principio, con los laterales bien abiertos y avanzados, se vio claro que la intención es reducir los espacios para apretar al equipo adversario en su campo e impedirles a los delanteros la recepción sencilla a partir del anticipo.

En el primer tiempo, esa parte del libreto funcionó razonablemente bien, aprovechando la tibieza atacante de Central Córdoba. Correctos y rápidos Insaurralde y Barreto para ganarles a Claudio Riaño y Juan Cruz Kaprof, la estantería solo se veía amenazada si el habilidoso Alejandro Martínez le buscaba las cosquillas a la flojedad defensiva de Gastón Togni. El problema para el Rojo surgía a continuación, una vez recuperada la pelota. Es ahí cuando salen a la luz todas las carencias del conjunto de Avellaneda.

Es vox pópuli que Independiente no anda sobrado de talento individual, un mal que abarca todas sus líneas y queda en evidencia semana tras semana. No tiene salida limpia desde atrás, las gotas de creatividad son esporádicas en la mitad de la cancha y casi inexistentes en los últimos metros. La solución para compensar semejante déficit es darle dinamismo al movimiento de los jugadores y del balón, pero las limitaciones técnicas la hacen naufragar hasta convertir el pretendido ritmo en turbulencia descontrolada, con Damián Batallini y Leandro Fernández como abanderados en esa materia.

Lo mejor del encuentro

Fallos en los controles y los pases, errores conceptuales para elegir cuándo y dónde acelerar o frenar y escasas herramientas para desequilibrar a base de gambetas o desbordes le quitan sustento a una idea, interesante en la teoría pero que por ahora fracasa en lo esencial: el buen trato de pelota.

De ese modo, a Independiente el arco de enfrente se le hace muy lejano y pequeño. Un disparo desde afuera del área que desvió el chileno Christopher Toselli y un cabezazo de Insaurralde que picó y se fue por arriba del travesaño fueron sus únicas aproximaciones en los 45 iniciales.

Para la segunda mitad, Domínguez dio marcha atrás. Quitó un central -Laso- e incorporó un referente de punta -Leandro Benegas-. La variante dio frutos en la chapa antes que en el juego. A los 6, Alan Soñora cambió de frente hacia la izquierda, Batallini alargó hacia Togni y Andrés Roa empujó el centro bajo. Pero la ventaja le duró muy poco. El mismo Togni pifió un rechazo en su área, dejó la pelota muerta y Francisco González Metilli le rompió el arco a Milton Álvarez a los 13.

La igualdad desvaneció el poco fútbol del local. Empujado por un aliento más cercano a la desesperación que al fervor y una avalancha de cambios que movieron el equipo, el Rojo fue cayendo en el desorden. Tuvo una ocasión clara Togni con un disparo apenas desviado a los 28 y un cabezazo de Benegas en la última jugada. Ahí se acabó todo.

Fue empate, para satisfacción santiagueña y decepción de Independiente, que a la espera del clásico sumó apenas un punto y muchas, demasiadas dudas.

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